CAPÍTULO XLVIII
Dios conoce primaria y propiamente sólo a sí mismo
Consecuencia clara de los principios anteriores es que Dios conoce sólo a sí mismo primaria y propiamente.
El entendimiento conoce únicamente el objeto primario y propio, por cuya especie entiende; la operación, en efecto, es proporcional a la forma, que es principio de dicha operación. Pero aquello por lo que Dios entiende no es otra cosa que su propia esencia. Por lo tanto, Él conoce en primer lugar y como objeto propio no otra cosa que El mismo.
Es imposible conocer en primer lugar y como objeto propio muchas cosas a la vez, pues una misma operación no puede al mismo tiempo terminar en distintos objetos. Ahora bien, se ha probado que Dios alguna vez se conoce a sí mismo. Si, pues, entiende primaria y propiamente otra cosa que no sea Él, necesariamente su entendimiento pasa de la consideración de uno a la consideración de otro. Y este otro será más noble que Él. Y, por consiguiente, el entendimiento divino sufre un cambio peyorativo. Lo que es imposible. Las operaciones del entendimiento se distinguen unas de otras por los objetos. Si, pues, Dios tiene como objeto principal de su entendimiento a sí mismo y a otro ser distinto, tendría varias operaciones intelectuales; y, por consiguiente, o su esencia estaría dividida en varias partes, o tendría alguna operación intelectual que no es su propia substancia. Ya se ha demostrado la imposibilidad de ambos supuestos. Hay que concluir, pues, que nada es conocido por Dios primaria y propiamente si no es su esencia.
El entendimiento, en cuanto distinto de su objeto entendido, está en potencia respecto de él. SI, pues, Dios conoce primaria y propiamente un ser distinto de sí, se seguiría que Dios está en potencia respecto de este otro ser. Pero se ha puesto ya en claro que esto es imposible.
Lo entendido es perfección del sujeto que entiende, pues el entendimiento en tanto es perfecto en cuanto entiende actualmente, y por esto se hace uno con lo que conoce. Si, pues, Dios conociera primariamente algo distinto de sí mismo, entonces recibiría una perfección de otro que sería más noble que Él. Lo que es imposible.
La ciencia del ser inteligente se compone de muchos objetos conocidos. Si, pues, son muchos los objetos conocidos por Dios, hay que concluir que la ciencia de Dios es compuesta de muchos elementos como principales y propios, y de este modo, o la esencia divina es compuesta, o la ciencia es accidental a Dios. Pero es clara, por lo ya dicho, la imposibilidad de los dos supuestos. Resta, por lo tanto, que lo que primaria y propiamente es entendido por Dios no es otra cosa que su misma substancia.
La operación intelectual se especifica y se ennoblece por lo que primaria y propiamente conoce, ya que esto es su objeto. Si, por consiguiente, Dios conoce primaria y propiamente un ser distinto de sí, su operación intelectual tendrá, la especificación y la nobleza de un ser distinto de Él. Pero esto es imposible, por ser su operación su propia esencia, como quedó probado. No es posible, por lo tanto, que lo que Dios conoce primaria y propiamente sea distinto de El mismo.
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