CAPÍTULO XLI: Si el hombre puede en esta vida entender las substancias separadas mediante el estudio e investigación de las ciencias especulativas

CAPÍTULO XLI

Si el hombre puede en esta vida entender las substancias separadas mediante el estudio e investigación de las ciencias especulativas

La substancia intelectual tiene además otra clase de conocimiento de Dios. Se dijo en el libro segundo (capituló 96 ss.) que la substancia intelectual separada, al conocer su propia esencia, conoce lo que está por encima y por debajo de ella, según su propia substancia. Lo cual sucede principalmente cuando lo que está por encima es causa de ella, ya que en todo efecto se encuentra la semejanza de la causa. Luego, como Dios es causa de todas las substancias intelectuales creadas, según consta por lo dicho (l. 2, c. 15), es necesario que las substancias intelectuales separadas, al conocer su propia esencia, conozcan a modo de visión al mismo Dios, pues se conocen a modo de visión intelectual aquellas cosas cuya imagen está en el entendimiento, como está la imagen de lo visto corporalmente en el sentido del vidente. Por lo tanto, el entendimiento que aprehenda la substancia separada conociendo “lo que es”, verá a Dios con un conocimiento superior a todos los otros anteriormente indicados.

Pero como algunos dijeron que en esta vida se da la suprema felicidad humana por el hecho de conocer las substancias separadas, se ha de tener en cuenta si es posible que el hombre pueda conocer en esta vida las substancias separadas. Y esto es discutible. Pues, en esta vida, nuestro entendimiento nada entiende sin fantasma, el cual es respecto al entendimiento posible, por el cual entendemos, lo que son los colores respecto a la vista, como se vio por lo que tratamos en el libro segundo (cc. 59, 74). En consecuencia, si mediante el conocimiento intelectivo que se tiene con los fantasmas puede llegar alguno de nosotros a entender las substancias separadas, será posible entenderlas en esta vida, y, por consiguiente, viendo las substancias separadas, participará del modo de conocer que tal substancia tiene de Dios al conocerse a sí misma. Mas, si por el conocimiento habido por los fantasmas no puede llegar en modo alguno a entender las substancias separadas, será imposible que el hombre alcance en esta vida dicho modo de conocer a Dios.

Y que nosotros podamos llegar a entender las substancias separadas mediante el conocimiento que se realiza con fantasmas, lo han afirmado algunos, aunque de diversa manera. Avempace sostuvo que podemos llegar a entender las substancias separadas por el estudio de las ciencias especulativas, cuando entendemos lo que conocemos por los fantasmas. Pues por la acción del entendimiento podemos abstraer la esencia de una cosa, siempre que ésta y su esencia no se identifiquen. Porque el entendimiento está ordenado por naturaleza al conocimiento de la esencia en cuanto tal, ya que su propio objeto es “lo que las cosas son”. Y si lo primero que entiende el entendimiento posible es lo que tiene esencia, podremos abstraer por él la esencia de lo que primeramente entendimos; y si la esencia abstraída tiene también otra esencia, será posible abstraerla nuevamente; pero, como no cabe en esto un proceso indefinido, será preciso llegar a un término. Según esto, nuestro entendimiento puede llegar por vía de resolución a conocer una esencia identificada con el propio sujeto. Tal es la de las substancias separadas. Luego nuestro entendimiento, mediante el conocimiento de lo visible que adquiere por los fantasmas puede llegar a entender las substancias separadas.

Y sigue otro camino parecido para llegar a esta misma conclusión. Sostiene que el concepto de una cosa por ejemplo, el caballo, se multiplica en ti y en mi sólo por la multiplicación de las imágenes espirituales que son diversas en ti y en mí. Luego será preciso que el concepto que no se apoye en tales imágenes sea idéntico en ti y en mi. Es así que la esencia del concepto que nuestro entendimiento abstrae naturalmente, como se probó, no tiene imagen alguna espiritual e individual, porque la esencia de lo entendido no es la esencia de un individuo ni espiritual ni corporal, pues el concepto, en cuanto tal, es universal. Luego nuestro entendimiento entiende naturalmente la esencia cuyo concepto es uno para todos. Tal es la esencia de la substancia separada. Por lo tanto, nuestro entendimiento conoce naturalmente la substancia separada.

Pero, bien considerado, vemos que tales procesos carecen de consistencia. En efecto, como el entendimiento, en cuanto tal, es universal, la esencia de lo entendido debe ser la esencia de algún universal, por ejemplo, el género o la especie. Mas la esencia del género o la especie de las cosas sensibles, cuyo conocimiento intelectual obtenemos mediante los fantasmas, encierra en sí la materia y la forma, y, en consecuencia, es totalmente distinta de la esencia de la substancia separada, que es simple e inmaterial. Luego no es posible que por el hecho de entender la esencia de lo sensible mediante los fantasmas entendamos la esencia de alas substancias separadas,

No es de la misma especie la forma que en cuanto al ser no puede separarse de un sujeto que aquella que puede hacerlo, aunque ambas puedan considerarse intelectualmente sin tal sujeto. Pues no son de la misma especie la magnitud y la substancia separada, a no ser que admitamos magnitudes separadas situadas entre las ideas y lo sensible, como afirmaron algunos platónicos. Ahora bien, la esencia del género o de la especie de las cosas sensibles no puede separarse en cuanto al ser de la materia individual concreta, a menos que admitamos, como los platónicos, las ideas separadas, lo cual fue reprobado por Aristóteles. No hay, pues, punto de semejanza entre dicha esencia y la substancia separada, que carece totalmente de materia. Luego de que entendamos dichas esencias no se sigue que podamos entender también las substancias separadas.

Si se admite que la esencia de la substancia separada es de la misma clase que la esencia del género o de la especie de las cosas sensibles, no se podrá admitir que sea específicamente de la misma clase, a no ser que afirmemos que las ideas de lo sensible son las mismas substancias separadas, como sostuvieron los platónicos. Resulta, pues, que no serán de la misma clase más que en razón de la esencia en cuanto tal, pues el ser esencia es algo común al género y a la substancia. Luego mediante las esencias sensibles sólo podemos entender el género remoto de las substancias separadas. Y, conocido el género, no se sigue que conozcamos la especie, a no ser potencialmente. Por lo tanto, por el hecho de conocer la esencia de lo sensible concreto no puede entenderse la substancia separada.

Hay mayor distancia entre una substancia separada y lo sensible que entre dos cosas sensibles. Pero el entender la esencia de una cosa sensible no es en sí suficiente para que entendamos la esencia de otra; por ejemplo, un ciego de nacimiento, aunque entienda la esencia del sonido, nunca llegará a entender la esencia del color. Luego mucho menos entenderá la esencia de la substancia separada quien entienda la esencia de una substancia sensible.

Si admitimos que las substancias separadas mueven los orbes y que por esos movimientos son causadas las formas de lo sensible, esta manera de conocer la substancia separada por lo sensible no basta para que sepamos cuál es su esencia. Pues por el efecto se conoce la causa, o por razón de la semejanza que hay entre ambos, o porque el efecto demuestra la virtualidad de su causa. Ahora bien, por parte de la semejanza no rodemos conocer mediante el efecto la esencia de la causa, a no ser que se trate de causalidad unívoca, la cual no se da entre las substancias separadas y las cosas sensibles. Por parte de la virtualidad, tampoco es posible si no hay adecuación entre la virtud del efecto y la de su causa, pues en este caso conocemos toda la virtualidad, de la causa por el efecto, ya que la virtualidad una cosa demuestra su propia substancia. Pero esto no tiene aplicación aquí, porque la virtualidad de las substancias separadas supera todos los efectos sensibles que comprehendemos intelectualmente, como supera la virtualidad universal a un efecto particular. Luego no hay posibilidad de llegar mediante el conocimiento de lo sensible a entender las substancias separadas.

Todas las cosas inteligibles, o cuyo conocimiento llegamos por la investigación V el estudio, son objeto de alguna ciencia especulativa. Luego, si por haber entendido la naturaleza o esencia de lo sensible, llegamos al conocimiento de las substancias separadas, necesariamente la intelección de dichas substancias separadas ha de tener lugar en alguna de las ciencias especulativas. Y no sucede así, pues no se da ciencia especulativa alguna que dé razón de la esencia de las substancias separadas, sino sólo de su existencia. Según esto, no es posible que por el hecho de que conozcamos la naturaleza de la sensible lleguemos al conocimiento de las substancias separadas.

Y si se dijere que podría haber alguna ciencia especulativa para ello, pero que todavía no se ha descubierto, tal afirmación no tiene valor, pues no es posible que podamos llegar al conocimiento de dichas substancias partiendo de principios evidentes para nosotros. Pues todos los principios propios de cualquier ciencia dependen de los primeros principios indemostrables y evidentes en sí mismos, cuyo conocimiento recibimos de los sentidos, como se ve al final de los “Posteriores”. Ahora bien, las cosas sensibles no nos suministran un conocimiento suficiente de las inmateriales, según probamos antes. Luego no es posible que exista alguna ciencia mediante la cual podamos llegar al conocimiento de las substancias separadas.

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