CAPÍTULO XI: El mal se funda en el bien

CAPÍTULO XI

El mal se funda en el bien

Lo anterior nos sirve para demostrar que todo mal se funda en algún bien.

El mal no puede existir de por sí, puesto que no tiene esencia, según hemos demostrado (c. 7). Luego es preciso que esté en algún sujeto. Y todo sujeto, como es una substancia, es cierto bien, como consta por lo dicho (ib.). Según esto, todo mal está, en algún bien.

El mal, según se ve por lo dicho (c. 9), es cierta privación. La privación y la forma privada están en un mismo sujeto. Ahora bien, el sujeto de la forma es un ente en potencia respecto a la forma, que es el bien, pues el acto y la potencia se encuentran en el mismo género. Así, pues, la privación, que es el mal, está en algún bien como en su sujeto.

“Se dice que una cosa es mala porque es nociva”. Y se llama así porque hace daño al bien, ya que el dañar al mal es un bien, porque la destrucción del mal es buena. Y no dañaría al bien, hablando formalmente, si no estuviera en él, tal como la ceguera daña al hombre cuando se encuentra en él. Luego el mal debe estar en el bien.

El mal sólo es causado por el bien y sólo accidentalmente (c. prec.). Pero todo lo que existe accidentalmente se reduce a lo que existe de por sí. Según esto, siempre ha de estar con el mal causado, que es un efecto accidental del bien, algún bien, que es efecto del bien necesario, sirviéndole de fundamento, porque lo accidental se funda sobre lo substancial.

Y como el bien y el mal son opuestos, y uno de los opuestos no puede ser sujeto del otro, porque lo rechaza, a primera vista le parecerá a alguno que no conviene decir que el bien es sujeto del mal.

Pero, al descubrir la verdad, desaparece dicho inconveniente. Pues comúnmente decir bien es decir ente, puesto que todo ente, en cuanto tal, es bueno, según se probó (c. 7). Y no hay inconveniente en admitir que un no‑ente esté en el ente como en su sujeto, porque cualquier privación es un no‑ente y, sin embargo, tiene por sujeto a la substancia, que es un ente. Ahora bien, el no‑ente no está en el ente, que es su opuesto, como en un sujeto. Porque la ceguera no es un no‑ente universal, sino “este” no‑ente, por el cual se quita la vista; no está, pues, en la vista como en su sujeto, sino en el animal. Igualmente, el mal no está en el bien, que es su opuesto, como en un sujeto, puesto que lo hace desaparecer; sino que está en algún otro bien; por ejemplo, como la costumbre mala está en el bien de la naturaleza; y el mal de naturaleza, que es privación de la forma, está en la materia, que, como ente en potencia, es un bien.

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