CAPÍTULO XCI: Algunas substancias intelectuales no están unidas a los cuerpos

CAPÍTULO XCI

Algunas substancias intelectuales no están unidas a los cuerpos

Por lo dicho puede probarse la existencia de algunas substancias intelectuales separadas totalmente de los cuerpos.

Queda demostrada (c. 79) la permanencia perpetua de la substancia del entendimiento una vez corrompido el cuerpo. Y si, como dicen algunos, la substancia del entendimiento es una entre otras muchas, se sigue necesariamente que por su ser está separada del cuerpo. Y si las almas intelectivas permanecen corrompidos los cuerpos, conviene, pues, a algunas substancias intelectuales subsistir sin cuerpo, sobre todo habiendo demostrado (c. 83) que las almas no pasan de un cuerpo a otro. Sin embargo, esta separación del cuerpo es accidentalmente, pues son naturalmente sus formas. En consecuencia, hay substancias intelectuales, superiores a las almas en naturaleza, que esencialmente deben subsistir sin cuerpos.

Cuanto es de la esencia del género debe ser también de la esencia de la especie; sin embargo, hay cosas que son de la esencia de la especie y no son de la del género, como “racional” es de la esencia del hombre y no del animal. Ahora bien, todo lo que es de la esencia de la especie, sin serlo de la del género, no es inherente por necesidad a todas las especies de un género, pues hay muchas especies de animales irracionales. Conviene, pues, a la substancia intelectual que por su género sea subsistente, porque obra por sí misma, como anteriormente (c. 51) se expuso. Mas es esencial a lo que es por sí subsistente que no se una a otro. Luego a la substancia intelectual por razón de su género no le es esencial estar unida al cuerpo, aunque haya alguna substancia intelectual a la que esencialmente le convenga esto, a saber, el alma. Luego hay algunas substancias intelectuales que no están unidas a los cuerpos.

La naturaleza superior toca con su parte ínfima lo supremo de la inferior. La naturaleza intelectual es superior a la corporal; por lo tanto, tócala con una parte suya, que es el alma intelectiva. Ahora bien, así como el cuerpo perfeccionado por el alma intelectiva es supremo en el género de los cuerpos, así también el alma intelectiva que se une al cuerpo es ínfima en el de las substancias intelectuales. En consecuencia, se dan substancias intelectuales no unidas a cuerpos y superiores por naturaleza al alma.

Si hay algo imperfecto en un género, antes de él se encontrará, siguiendo el orden de la naturaleza, lo que es perfecto en el mismo género, pues lo perfecto es naturalmente anterior a lo imperfecto. Las formas que están en la materia son actos imperfectos, porque no tienen ser completo. Luego hay formas que son actos completos por sí subsistentes y que tienen especie completa. Y como toda forma por sí subsistente es substancia intelectual, porque la inmunidad de materia da ser inteligible, como queda claro con lo expuesto (c. 82); por consiguiente, hay substancias intelectuales no unidas a cuerpos, dado que todo cuerpo tiene materia.

La substancia puede existir sin cantidad, aunque ésta no pueda existir sin la substancia, porque “la substancia de otros géneros tiene prioridad de tiempo, razón y conocimiento”. Ahora bien, ninguna substancia corpórea existe sin cantidad; consecuentemente, puede haber substancias totalmente sin cuerpo, porque en la naturaleza se encuentran todas las cosas posibles; si no, sería imperfecta, “pues en lo sempiterno no difieren el ser y la posibilidad de ser”. En conclusión, hay substancias subsistentes sin cuerpo, además de aquella substancia primera que es Dios, que no se clasifica en género, como hemos demostrado (l. 1, c. 25), y están sobre el alma que se une al cuerpo.

Si se da un compuesto de dos, uno de los cuales entre esencialmente en la composición, y es el menos perfecto, y el otro más perfecto y menos necesitado de aquél, tenemos una substancia resultante de substancia intelectual y cuerpo (c. 68). El cuerpo entra esencialmente, como es manifiesto, en todo cuerpo inanimado. Luego con más razón se encuentran substancias intelectuales no unidas a cuerpos.

Es razonable que la substancia esté proporcionada a su operación, porque la operación es acto y bien de la substancia operante. Entender es operación propia de la substancia intelectual; luego ésta debe ser tal, que sea apta para tal operación. Y como el entender no es operación que se ejerza por órgano corpóreo, sólo precisa del cuerpo cuando lo inteligible se toma de lo sensible. Pero éste es un modo imperfecto de entender, pues el entender perfecto consiste en entender las cosas que son por naturaleza inteligibles. Ahora, que no se entiendan las cosas que son por naturaleza inteligibles sino cuando el entendimiento las hace tales, es una manera imperfecta de entender. Por lo tanto, si en un género determinado lo perfecto es anterior a lo imperfecto, será necesario que antes que las almas humanas, que entienden a través de los fantasmas, se den algunas substancias intelectuales que entiendan las cosas que en sí son inteligibles, no recibiendo el conocimiento a través de lo sensible, y, en conformidad con esto, totalmente separadas de los cuerpos por naturaleza.

Aristóteles argumenta así en el XI de los “Metafísicos”: El movimiento continuo, regular y de por sí indeficiente, proviene de un motor que no se mueve ni esencial ni accidentalmente. También hay que tener en cuenta que a muchos movimientos corresponden muchos motores. Supuesto esto, las revoluciones celestes son continuas, regulares y de suyo indeficientes y múltiples, como prueban los estudios astronómicos. Luego ha de haber motores que no se mueven ni esencial ni accidentalmente, porque ningún cuerpo mueve si no es movido. Pero hay un motor incorpóreo unido al cuerpo que se mueve accidentalmente cuando el cuerpo se mueve, que es alma. Luego es necesario que haya muchos motores que ni sean cuerpos ni estén unidos a éstos. Los movimientos celestes son producidos por el entendimiento, como anteriormente se demostró (l. 2, c. 70). Luego hay muchas substancias intelectuales que no están unidas a los cuerpos.

Con lo expuesto concuerda la sentencia de Dionisio, en el capítulo IV “De los nombres divinos”, que dice de los ángeles que “entienden como inmateriales e incorpóreos”.

Y con esto también se refuta el error de los saduceos, que afirmaban “no existir el espíritu”, y da opinión de los antiguos naturalistas, que admitían sólo la existencia de la substancia corpórea. Opinión igual a la de Orígenes, que dijo que ninguna substancia, excepto la divina Trinidad, puede subsistir sin cuerpo; y la de todos aquellos que sostenían que todos los ángeles, buenos y malos, tenían cuerpos unidos naturalmente.

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