CAPÍTULO LXXXVI
El alma humana no se comunica por transmisión seminal
Por todo lo que hemos dicho se puede probar que el alma humana no se comunica por transmisión seminal, como si fuera sembrada en el coito.
No pueden, en efecto, existir sin el cuerpo las operaciones de aquellos principios cuyo comienzo tampoco puede existir sin el cuerpo; pues las cosas tienen el ser como tienen el obrar, porque cada uno obra en cuanto es ser. Por el contrario, tampoco reciben el ser por generación corpórea aquellos principios cuyas operaciones no dependen del cuerpo. Mas el obrar del alma sensitiva y nutritiva no puede realizarse sin el cuerpo, como quedó claro por lo anteriormente dicho (c. 68); sin embargo, la operación de alma intelectiva no se efectúa mediante los órganos corpóreos, como se ha explicado antes (ibíd.). Luego el alma nutritiva y sensitiva se produce por generación corporal, pero no, así el alma intelectiva. Ahora bien, la transmisión seminal está ordenada a la generación del cuerpo. Por consiguiente, el alma sensitiva y nutritiva comienzan a existir por transmisión seminal, pero no asá el alma intelectiva.
Si el alma humana comenzase a existir mediante transmisión seminal, esto no podría ser más que de dos maneras: una, si se entendiese que existe actualmente en el semen como separada accidentalmente del alma del que engendra, del mismo modo que el semen se separa del cuerpo, como se ve en los animales anillados, que divididos viven, en quienes hay un alma en acto y muchas en potencia, ya que, dividido el cuerpo de dicho animal, en cada parte viva comienza a existir actualmente un alma. Otra manera es cuando se entiende que existe en el semen una fuerza productora del alma intelectiva; de esta manera se afirma que el alma existe en el semen virtual, pero no actualmente.
Pero el primero de estos modos es imposible por una doble razón: primeramente, porque, como el alma intelectiva es la de mayor perfección y la de mayor capacidad, su perfectible propio es un cuerpo que tenga gran diversidad de órganos, por los que pueda realizar sus múltiples operaciones. De aquí se deduce que no puede constituirse en acto en el semen separado, porque ni siquiera las almas de los brutos perfectos se multiplican por división, como acontece en los animales anillados. En segundo lugar, porque, como el entendimiento, que es la facultad propia y principal del alma intelectiva, no es el acto de ninguna parte del cuerpo, no puede dividirse accidentalmente como se divide el cuerpo. Luego tampoco puede dividirse el alma intelectiva.
El segundo modo es también imposible. En efecto, la virtud activa que existe en el semen obra en la generación animal produciendo una transmutación en el cuerpo, pues la fuerza que existe en la materia no puede obrar de otra manera. Ahora bien, toda forma cuya existencia empieza por una transmutación de la materia, existe dependiente de la materia por que la transmutación hace pasar la materia de la potencia al acto, y de este modo llega la materia a su perfección actual mediante la unión con la forma. De aquí se concluye que, si por esto empieza la forma a ser realmente, entonces ésta no existe sino en cuanto se une con la materia, y de este modo existe dependiente de la misma. En consecuencia, si el alma humana recibe el ser por la virtud activa que existe en el semen, entonces su ser depende de la materia, como el de las otras formas materiales. Lo que es contrario a lo anteriormente probado (cc. 68, 79). Hay que concluir, pues, que de ningún modo recibe el alma intelectiva el ser por transmisión seminal.
Toda forma que recibe el ser por transmutación de la materia es una forma producida por virtud de la misma materia, pues en esto consiste el transmutarla: en hacerla pasar de la potencia al acto. Ahora bien, el alma intelectiva no puede ser producida por la potencia material, pues ya quedó demostrado (c. 78) que la misma alma supera todo el poder de la materia, porque tiene ciertas operaciones independientes de ésta, como antes se probó. Luego el alma intelectiva no es producida por transmutación material. Y de esta manera tampoco recibe el ser por la fuerza activa que existe en el semen.
Ninguna virtud activa obra de modo superior a su género. Ahora bien, el alma intelectiva supera todo el género de los cuerpos, porque tiene una operación superior a todos los cuerpos, que es el acto de entender. Por consiguiente, no hay ninguna virtud corpórea que pueda producir el alma intelectiva. Pero todo el obrar de la potencia seminal se realiza mediante alguna virtud corpórea, pues la potencia productiva obra por medio del calor del fuego, del cielo y del alma. En consecuencia, no puede el alma intelectiva recibir el ser mediante la virtud seminal.
Es ridículo afirmar que alguna substancia intelectual se divide por la división del cuerpo o es producida por alguna potencia corporal. Ahora bien, el alma humana es una substancia intelectual, como antes se probó (c. 78). Por consiguiente, no puede afirmarse que se divide por la división del semen, ni tampoco que recibe el ser de la virtud activa existente en el semen. Y así que de ningún modo tiene principio el alma humana mediante transmisión seminal.
Si la generación de algo es causa de que algo exista, su corrupción será causa de que deje de existir. Por otro lado, la corrupción del cuerpo no es causa de que el alma deje de existir, pues ésta es inmortal, como quedó antes demostrado (c. 79). Luego tampoco la generación del cuerpo es causa de que el alma comience a existir. Ahora bien, la transmisión seminal es la causa propia de la generación del cuerpo. Por consiguiente, no es la transmisión seminal causa de la producción del ser del alma.
De este modo se excluye el error de Apolinar y de sus secuaces, que afirmaron que “las almas son engendradas por las almas, como los cuerpos son engendrados por los mismos cuerpos”.
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