CAPÍTULO LXXXII
Dios gobierna los cuerpos inferiores mediante cuerpos celestes
Asá como en las substancias intelectuales hay unas superiores a otras, así también las hay en las substancias corporales. Mas las substancias intelectuales son regidas por las superiores, a fin de que la disposición de la divina providencia descienda gradualmente hasta lo más bajo, según dijimos (c. 78 ss.). Luego, por idéntica razón, los cuerpos inferiores son regidos por los superiores.
Cuanto más superior es un cuerpo con relación al lugar, tanto más excelente es su forma; y por esto es también, lógicamente, lugar de su inferior, ya que el contener es propio de la forma y del lugar. Así vemos que el agua tiene una forma más excelente que la tierra, el aire más que el agua, y el fuego más que el aire. Ahora bien, los cuerpos celestes son superiores a todos en lugar. Luego tienen formas más excelentes y, por tanto, son más activos. Por consiguiente, obran en los inferiores y éstos son dirigidos por ellos.
Lo que es perfecto en su naturaleza sin contrariedad tiene virtud más universal que aquello que no alcanza su perfección natural sin contar con contrariedad, porque ésta es efecto de las diferencias que determinan y contraen el género. Por eso, en la recepción intelectual -que es de lo universal-, las especies de los contrarios no son contrarias, ya que existen a la vez. Ahora bien, los cuerpos celestes son perfectos en sus naturalezas sin contrariedad, pues no son ni leves ni pesados, ni cálidos ni fríos. (Por el contrario, los cuerpos inferiores no alcanzan su perfección natural si no cuentan con alguna contrariedad.) Lo demuestra incluso su movimiento: el movimiento circular de los cuerpos celestes no tiene contrario, y por eso no se da en ellos la violencia; en cambio, el movimiento de los cuerpos inferiores tiene contrarios, como son los movimientos hacia arriba y hacia abajo. Luego los cuerpos celestes tienen una virtud más universal que la de los cuerpos inferiores. Es así que las virtudes universales son motores de las particulares, como consta por lo dicho (c. 78). Por tanto, los cuerpos celestes mueven y dirigen a los cuerpos inferiores.
Declaramos anteriormente (ib.) que todo está regido por las substancias intelectuales. Pero los cuerpos celestes se asemejan más a las substancias intelectuales que los otros cuerpos, porque son incorruptibles, y están también más cerca de ellas, puesto que son movidos inmediatamente por las mismas, según se vio (c. 80; cf. 1. 2, c. 70). Luego los cuerpos inferiores son regidos por ellos.
Es necesario que el primer principio del movimiento sea algo inmóvil. Según esto, las cosas más cercanas a la inmovilidad deben ser motoras de las otras. Es así que los cuerpos celestes están más próximos a la inmovilidad del primer principio que los cuerpos inferiores, porque sólo se mueven con una especie de movimiento, el local, mientras que los otros cuerpos muévense con toda clase de movimiento. Luego los cuerpos celestes son motores y rectores de los inferiores.
Lo que es primero en cualquier género es causa de cuanto hay después. Mas el primero de todos los movimientos es el celeste. En primer lugar, porque el movimiento local es el primero de todos. Temporalmente, porque sólo él puede ser perpetuo, como se prueba en el VIII de la “Física”. Naturalmente, porque sin él no se dan los demás; pues nada aumenta si no hay previa alteración, por la cual lo que antes era diferente se convierte y se hace semejante; ni tampoco puede existir la alteración sin previa mutación local, porque para que se dé alteración es necesario que el alterarte esté ahora más cerca del alterado de lo que antes estaba. También es el primero en perfección, porque el movimiento local no hace variar a la cosa por algo inherente, sino por algo que sólo la afecta extrínsecamente; por esto es movimiento de cosa ya perfecta. -En segundo lugar, porque el movimiento circular es también el primero entre los movimientos locales. Temporalmente, porque sólo él puede ser perfecto, como se prueba en el VIII de la “Física”. Naturalmente, porque es el más simple y uno, ya que en él no se distingue ni principio, ni medio, ni fin, sino que todo él es como medio. Y también lo es en perfección, porque revierte a su principio. -En tercer lugar, porque sólo el movimiento celeste aparece siempre regular y uniforme; mientras que en los movimientos naturales de pesados y leves aumenta la velocidad en el fin, y en los violentos disminuye. Luego es necesario que el movimiento celeste sea la causa de todo otro movimiento.
Por otra parte, cual es la relación del inmóvil absoluto al movimiento absoluto, tal es la del inmóvil de tal movimiento a dicho movimiento. Pero lo que es absolutamente inmóvil es principio de todo movimiento, según se demostró (l. 1, c. 13). Luego lo que es inmóvil en orden a la alteración es principio de toda alteración. Ahora bien, los únicos inalterables entre los cuerpos son los cuerpos celestes, como lo demuestra su disposición, que siempre aparece igual. Por tanto, el cuerpo celeste es causa de alteración de todo cuanto se altera. Mas, entre los inferiores, el principio de todo movimiento es la alteración, porque mediante ella se llega al aumento y a la generación; y el que engendra es por sí motor en el movimiento local de pesados y leves. Luego es necesario que el cielo sea la causa de todo movimiento en los cuerpos inferiores.
Así, pues, queda en claro que Dios rige los cuerpos inferiores mediante los cuerpos celestes.
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Comments 1
Primera palabra: no es “Asá”, es “Así”.
PD: Hay signos de interrogación y exclamación que, cuando van entre comillas, aparecen erróneamente en el texto de la web como paréntesis. Esto ocurre en otros capítulos, no hablo de este.