CAPÍTULO LXXIII: El entendimiento posible no es único para todos los hombres

CAPÍTULO LXXIII

El entendimiento posible no es único para todos los hombres

De todo lo dicho se deduce claramente que el entendimiento posible no es único para todos los hombres que fueron, son y serán, como supuso Averroes en el M “Sobre el alma”.

Quedó ya demostrado que la substancia intelectual se une al cuerpo humano como forma. Es así que una forma no puede actualizar más que una materia, porque el acto propio en su propia potencia se efectúa, pues ambos están recíprocamente proporcionados. Luego no hay un solo entendimiento para todos los hombres.

Cada motor ha de tener sus propios instrumentos, pues unos son los instrumentos del flautista y otros los del arquitecto. El entendimiento es para el cuerpo como su motor: tal lo declara Aristóteles en el m “Sobre el alma”. Luego, como es imposible que el arquitecto se valga de los instrumentos del flautista para su oficio, así también es imposible que el entendimiento de un hombre sea el del otro.

Aristóteles, en el I “Sobre el alma”, echa en cara a los antiguos el defecto de que, tratando del alma, nada dijeran de su propio sujeto: “Como si se diera la contingencia, según las fábulas de los pitagóricos, de que cualquier alma pudiese tomar cualquier cuerpo”. Pues no es posible que un alma de perro entre en un cuerpo de lobo o que un alma humana en otro cuerpo que el del hombre. Porque así como hay proporción entre el alma humana y el cuerpo humano, así también la hay entre el alma de este hombre y el cuerpo de este mismo hombre. Luego no es posible que el alma de este hombre entre en otro cuerpo que no sea el de este hombre. Es así que el alma de este hombre es por la que él mismo entiende: “Pues el hombre entiende por el alma”, según la sentencia de Aristóteles en el I “Sobre el alma”. Luego el entendimiento de este hombre no es el de aquél.

Tanto el ser como la unidad se reciben de un mismo principio, porque “unidad” y “ser” son inseparables. Y como todas las cosas reciben el ser por su forma, síguese que la unidad de una cosa es el resultado de la unidad de forma. Es imposible que diversos individuos tengan una sola forma, porque la forma de este hombre es su alma intelectiva. Luego es imposible que haya un solo entendimiento para todos los hombres.

Aunque se dijera que el alma sensitiva de este hombre es distinta del alma sensitiva de aquél, y, por lo tanto, no es un solo hombre, aunque el entendimiento sea uno para ambos, tampoco sería sostenible. Porque la operación propia de cualquier cosa deriva de su especie y la acusa. Y así como la operación propia del animal es sentir, así también la operación propia del hombre es el entender, como dice Aristóteles en el de los “Éticos”. Luego es necesario que, así como este individuo es animal porque siente, según Aristóteles en el II “Sobre el alma”, así también sea hombre porque entiende. El entendimiento posible es el “medio con el que el alma entiende”, o “el hombre a través del alma”, como se dice en el III “Sobre el alma”. Luego el hombre es tal individuo por el entendimiento posible. Por tanto, si este hombre tiene un alma sensitiva distinta de aquel otro, pero no otro entendimiento posible, sino uno e idéntico, seguiríase que serían dos animales, pero no dos hombres. Lo que es evidentemente falso e imposible. Luego no hay un solo entendimiento posible para todos los hombres.

A estos argumentos contesta el citado Comentador en el III “Sobre el alma”, diciendo que el entendimiento posible está unido a nosotros por medio de su forma, o sea, por la especie inteligible, cuyo particular sujeto es el fantasma existente en nosotros, que es distinto en los distintos individuos. Y, así, el entendimiento posible se multiplica en los distintos individuos, no por razón de su substancia, sino por razón de su forma.

Mas, por lo dicho anteriormente (c. 59), se comprende que esta respuesta carece de valor. Pues ya se demostró que el hombre no sería capaz de entender si el entendimiento posible se uniera a nosotros solamente de este modo.

Y aun, dado que esta supuesta unión bastase para que el hombre fuera inteligente, todavía dicha respuesta no solucionaría las razones ya dadas.

Porque, según dicha opinión, multiplicándose los hombres solamente se multiplicarían los fantasmas, mientras que todo lo perteneciente al entendimiento permanecería uno. E incluso el mismo fantasma, cuando es entendido en acto, tampoco se multiplicaría, porque como tal está en el entendimiento posible y, además, despojado de las condiciones materiales por el entendimiento agente. Además, en cuanto es entendido en potencia, no excede el límite de la potencia sensitiva. En consecuencia, todavía no se distinguiría este hombre del otro sino únicamente por el alma sensitiva. Dando lugar al mismo inconveniente, o sea, que éste y aquél no serían “varios” hombres.

Ningún ser recibe la especie de quien está en potencia, sino de quien está en acto. El fantasma, en cuanto multiplicado, está solamente en potencia para ser inteligible. Luego por el fantasma, en cuanto multiplicado, no recibe este individuo la especie de animal inteligente, que es la razón de hombre. Y de esto se seguiría que lo que da la especie humana no estaría multiplicado en los distintos individuos.

Lo que da la especie a cualquier viviente es la perfección primera, no la segunda. El fantasma no es la perfección primera, sino la segunda, porque “la fantasía es un movimiento realizado por el sentido cuando está en acto”, como se dice en el libro “Sobre el alma”. Luego el fantasma, en cuanto multiplicado, no da al hombre la especie.

Los fantasmas, que son entendidos en potencia, son diversos. Lo que da la especie debe ser necesariamente uno, pues la especie es una y a uno corresponde. Luego por los fantasmas, en cuanto se consideran multiplicados en distintos individuos y son entendidos en potencia, no recibe el hombre la especie.

Lo que da al hombre la especie debe permanecer siempre en el mismo individuo mientras éste dura; de lo contrario, el individuo no sería siempre de la misma especie, sino unas veces de ésta y otras de aquélla.

Ahora bien, los fantasmas no permanecen siempre idénticos en un hombre, pues algunos se presentan de nuevo y otros de los ya existentes desaparecen. Luego el hombre individuo no recibe la especie por el fantasma ni se une por él al principio especificativo, que es el entendimiento posible.

Mas si se dijera que tal hombre no recibe la especie por los mismos fantasmas, sino por las potencias en que éstos se hallan, o sea, la imaginación, la memoria y la cogitativa, que es facultad propia del hombre, llamada por Aristóteles, en el III “Sobre el alma”, “entendimiento pasivo”, todavía permanecerían los mismos inconvenientes. Porque como la potencia cogitativa obra solamente sobre las cosas particulares, cuyas intenciones divide y compone, y tiene un órgano corporal mediante el cual obra, no trasciende el género del alma sensitiva.

Y como el hombre no recibe del alma sensitiva el ser de hombre, sino el ser de animal, síguese, pues, todavía, que en nosotros se multiplicaría solamente lo que le corresponde al hombre en cuanto animal.

Como la potencia cogitativa obra mediante un órgano, no puede ser nuestro medio de entender, porque el entender no es operación orgánica. Es así que el medio por que entendemos es lo que hace al hombre ser hombre, pues entender es la operación propia del hombre derivada de su especie. Luego este individuo no es hombre por la potencia cogitativa, ni tampoco esta potencia es lo que le hace diferenciarse substancialmente de los brutos, como el citado Comentador supuso.

La potencia cogitativa no se ordena al entendimiento posible, por el que el hombre conoce, sino mediante su acto, que prepara los fantasmas para ser hechos inteligibles en acto por el entendimiento agente y, a la vez, perfeccionadores del entendimiento posible. Y esta operación no permanece siempre igual en nosotros. Luego es imposible que el hombre se una mediante ella como al principio de la especie humana o por ella reciba la especie. En consecuencia, es evidente que dicha respuesta debe ser impugnada.

Aquello por lo que una cosa obra o hace es un principio del cual deriva la operación, que termina no sólo en su existencia, sino también en la multitud o en la unidad. Por ejemplo, de una forma de calor no procede sino una operación de calentar, o sea, una calefacción activa, aunque el calentarse sea múltiple, es decir, muchas calefacciones pasivas, según la diversidad de cosas calentadas a la vez por un solo calor. Ahora bien, el entendimiento posible es el “medio por el que el alma entiende”, como dice Aristóteles en el III “Sobre el alma”. Luego si el entendimiento posible de este y de aquel hombre fuera uno e idéntico numéricamente, sería también necesario que el entender de ambos hombres fuera uno e idéntico. Esto es ciertamente imposible, pues diversos individuas no pueden tener una sola operación. Por tanto, es imposible que el entendimiento posible de éste y de aquél sea uno.

Mas si se dijere que el mismo entender se multiplica según la diversidad de los fantasmas, esto no podría sostenerse. Porque, como dijo, la acción de un agente se multiplica solamente según los diversos sujetos que reciben dicha acción. Es decir, que el entender y el querer, y otras cosas parecidas, no son acciones que terminan fuera, sino que permanecen en el propio agente como perfecciones del mismo, según consta por el testimonio de Aristóteles en el IX de los “Metafísicos”. Luego un solo entender del entendimiento posible no puede multiplicarse por la sola diversidad de fantasmas.

Los fantasmas son para el entendimiento posible, en cierto sentido, lo que el principio activo es para el sujeto pasivo, según lo declara Aristóteles en el III “Sobre el alma”, al decir que “el entender implica cierta pasividad”. Pero esta pasividad del paciente se diversifica según la diversidad de formas o especies de los principios activos y no según su diversidad numérica. Por ejemplo: en un solo sujeto pasivo, sometido simultáneamente a dos principios activos, uno que calienta y otro que seca, se dan dos efectos, calentarse y secarse; sin embargo, de dos principios de calor no se sigue en quien lo recibe un doble calentarse, sino uno solo, a no ser que hubiera diversas especies de calor. Porque dos calores de una misma especie no pueden darse en un solo sujeto, ya que el movimiento se numera por su punto de llegada. Luego dos calores simultáneos y en un solo sujeto no pueden producir un doble calentarse. Y digo esto, supuesto que prescindimos de otra especie de calor, como es la del semen, que tiene calor de fuego, del cielo y del alma. Por lo tanto, el entender del entendimiento posible no se multiplica por la diversidad de fantasmas, sino por el conocimiento de las diversas especies; por ejemplo, uno es su entender cuando conoce al hombre y otro cuando conoce al caballo. Este modo de entender conviene por igual a todos los hombres. Luego todavía se puede concluir que este entender numéricamente idéntico es tanto de este hombre como de aquél.

El entendimiento posible conoce al hombre, no en cuanto es este hombre, sino en absoluto, tomado específicamente. Este concepto permanece uno, por más que se multiplican los fantasmas en uno o en distintos hombres, atendidas las distintas individualidades humanas, a las que propiamente pertenecen los fantasmas. Luego la multiplicación de los fantasmas no puede ser la causa de la multiplicación del entender del entendimiento posible dentro de una sola especie. El resultado continuará siendo el mismo, una sola acción numérica para distintos individuos.

El sujeto propio del hábito científico es el entendimiento posible, porque su propio acto es discurrir científicamente. Es así que el accidente, si es uno, no se multiplica sino por razón del sujeto. Luego, si para todos los hombres hay un solo entendimiento posible, será necesario que el hábito de la ciencia, específicamente uno, por ejemplo, el de la gramática, sea el mismo numéricamente en todos los hombres. Como esto es insostenible, síguese que el entendimiento posible no es uno para todos.

Pero a esto contestan diciendo que el sujeto del hábito científico no es el entendimiento posible, sino el entendimiento pasivo y la potencia cogitativa (cf. c. 60).

Lo cual ciertamente no puede ser. Pues, como demuestra Aristóteles en el II de los “Éticos”, de actos semejantes proceden hábitos semejantes, y éstos vuelven a producir también actos semejantes. De los actos del entendimiento posible nace en nosotros el hábito científico y, apoyados en él, somos capaces de realizar dichos actos. Luego el hábito científico está en el entendimiento posible y no en el pasivo.

El objeto de la ciencia son las conclusiones de las demostraciones, porque demostración es “el silogismo que nos hace saber”, como dice Aristóteles en el I de los “Posteriores”. Pero las conclusiones de las demostraciones son universales, como también lo son los principios. Luego la ciencia estará en la potencia que conoce los universales. El entendimiento pasivo no conoce los universales, sino únicamente las intenciones particulares. Luego no es el sujeto del hábito científico.

Contra esto hay, además, otras muchas razones, que ya adujimos anteriormente al tratar de la unión del entendimiento posible con el hombre (c. 60).

Parece ser que este engaño de considerar al entendimiento pasivo como sujeto del hábito científico obedece al hecho de que se hallan hombres que son más hábiles o menos hábiles para los estudios científicos según sea la disposición de sus potencias cogitativa e imaginativa. Pero esta habilidad depende de la disposición de dichas potencias remotamente, como depende también de la exquisitez del tacto y de la complexión corporal, como dice Aristóteles en el II “Sobre el alma”, al declarar que los hombres de tacto exquisito y de carne blanda “están bien dispuestos para pensar”. Ahora bien, la facultad de razonar nace del hábito científico, como el acto de su principio próximo. Luego el hábito científico debe perfeccionar nuestra potencia cognoscitiva “para que obre con facilidad cuando quisiere”, como hacen los otros hábitos con sus respectivas potencias.

Además, las disposiciones de dichas potencias penden del objeto, es decir, del fantasma, el cual, por la bondad de estas potencias, se prepara para ser fácilmente hecho inteligible en acto por el entendimiento agente. Mas las disposiciones que provienen de los objetos no son hábitos; lo son las que provienen de las potencias. Así, las disposiciones que hacen tolerables las cosas terribles no son hábitos de fortaleza, mientras que la disposición por la que la parte irascible del alma se prepara para soportar las cosas terribles sí lo es. Luego es evidente que el hábito científico no está en el entendimiento pasivo, como dice el citado Comentador, sino más bien en el entendimiento posible.

Si el entendimiento posible es uno para todos los hombres, será necesario decir que el entendimiento posible existió siempre, dado que los hombres hayan existido siempre, como dicen; y con mayor razón el entendimiento agente, porque “el agente es más perfecto que el paciente”, como dice Aristóteles. Mas si el agente es eterno y el recipiente también, eternas serán las cosas recibidas. Luego las especies inteligibles estuvieron eternamente en el entendimiento posible y, por ende, éste no recibe de nuevo otras especies inteligibles. Y como el sentido y la fantasía son necesarios para entender, por la exclusiva razón de que suministran las especies inteligibles, luego el sentido y la fantasía ya no serán necesarios para entender. Con esto reaparece la opinión de Platón (en el “Menón”¿, quien dice que no adquirimos la ciencia por los sentidos, sino que éstos nos excitan para rememorar lo que sabíamos con anterioridad.

Mas a esta objeción contesta el citado Comentador diciendo que las especies inteligibles tienen un doble sujeto: uno, de quien reciben la eternidad, o sea, el entendimiento posible; y otro, de quien reciben la novedad, o sea, el fantasma; así como es doble también el sujeto de la especie visible, a saber, la cosa que está fuera del alma y la potencia visual.

Sin embargo, esta respuesta carece de valor. Porque es imposible que tanto la acción como la perfección de una cosa eterna dependa de algo temporal. Y como los fantasmas son temporales, pues diariamente los renovamos en nosotros mediante el sentido, por eso es imposible que las especies inteligibles, por las que el entendimiento posible se actualiza y obra, dependan de los fantasmas, al igual que la especie visible depende de las cosas que están fuera del alma.

Nadie recibe lo que ya tiene, pues el recipiente debe estar despojado de lo recibido, según dice Aristóteles. Mas las especies inteligibles, antes que mi sentir o el tuyo, existían ya en el entendimiento posible; porque los que existieron antes que nosotros no hubieran podido entender si su entendimiento posible no hubiera sido puesto en acto por las especies inteligibles; ni se puede decir que aquellas especies, recibidas con anterioridad en el entendimiento posible, dejaron de existir, porque el entendimiento posible no sólo recibe, sino que también conserva lo recibido, por cuya razón en el III “Sobre el alma” se le llama “lugar de las especies”. Luego las especies recibidas por el entendimiento posible no proceden de nuestros fantasmas. Por tanto, en vano nuestros fantasmas se hacen actualmente inteligibles por el entendimiento agente.

“Lo recibido en un recipiente se ajusta al modo de ser del recipiente”. Luego, si el entendimiento está por esencia sobre todo movimiento, cuanto en él se recibe es recibido fija e inmutablemente.

Como el entendimiento es una potencia superior al sentido, debe gozar de mayor unidad; por eso vemos que un solo entendimiento se forma juicio de los diversos géneros de cosas sensibles, que pertenecen a diversas potencias sensitivas. Luego podemos concluir que las operaciones pertenecientes a diversas potencias sensitivas se aúnan en un solo entendimiento. Ahora bien, entre las potencias sensitivas hay unas que son exclusivamente receptivas, como el sentido, y otras que conservan lo recibido, como la imaginación y la memoria, y por esto se llaman “tesoros”. Luego el entendimiento posible debe recibir y conservar las cosas recibidas.

En el orden natural fuera vano decir que lo que se alcanza por el movimiento no permanece, sino que inmediatamente deja de ser. Con lo cual se rechaza la opinión de los que dicen que todo está en constante movimiento; pues es forzoso que el movimiento tenga por término el reposo. Como consecuencia, menos podrá afirmarse que lo recibido en el entendimiento posible no se conserve.

Si el entendimiento posible no recibe de nuestros fantasmas algunas especies inteligibles, porque ya las recibió de los fantasmas de nuestros antecesores, por idéntica razón, tampoco las recibe de los fantasmas de aquellos que les precedieron. Y si, como dicen, el mundo es eterno, precediendo unos hombres a los otros, jamás el entendimiento posible recibe las especies de los fantasmas. Luego en vano enseñó Aristóteles que el entendimiento agente hace los fantasmas inteligibles en acto (c 78).

De esto parece seguirse que el entendimiento posible no precisa de los fantasmas para entender. Y como nosotros entendemos por el entendimiento posible, tampoco, por consiguiente, precisaremos del sentido ni del fantasma para entender. Cosa evidentemente falsa y contra el sentir de Aristóteles.

Y no es conveniente objetar que, por idéntica razón, no precisaríamos del fantasma para considerar todo aquello cuyas especies inteligibles se conservan en el entendimiento, aunque hubiese varios entendimientos posibles en atención a la diversidad de hombres, contra el sentir de Aristóteles, que dice que “el alma nunca entiende sin fantasma”. Porque el entendimiento posible, como otra substancia cualquiera, obra en conformidad con su naturaleza. Y como según su naturaleza es forma del cuerpo, luego entiende realmente las cosas inmateriales, aunque las contempla en algo material. Indicio de esto es que en las doctrinas universales se ponen ejemplos particulares, a través de los cuales comprendemos lo que se dice. Luego el entendimiento posible se encuentra con respecto al fantasma, de que se vale, de una manera distinta antes de abstraer la especie inteligible y después de haberla recibido. Porque antes precisa de él para recibir la especie inteligible, que en este caso es para el entendimiento posible como el objeto que mueve. Pero, después de recibida la especie, precisa del fantasma como de instrumento o fundamento de la misma, y en este caso es, respecto del fantasma, como causa eficiente; porque al imperio del entendimiento se forma en la imaginación el fantasma que conviene a tal especie inteligible, en el cual resplandece la especie inteligible como el ejemplar en su modelo o imagen. Luego, si el entendimiento posible tuviera siempre las especies, nunca se compararía a los fantasmas como el recipiente al objeto que le mueve.

El entendimiento posible es “el medio por el que tanto el hombre como el alma entiende”, según Aristóteles. Si, pues, el entendimiento posible es uno para todos y además eterno, será preciso que todas las especies inteligibles de cuantas cosas son o fueron conocidas por cada uno de los hombres se encuentren en él. Luego cualquiera de nosotros, que entiende mediante el entendimiento posible; más todavía, cuyo entender es el entender mismo del entendimiento posible, conocerá todas cuantas cosas son o fueron conocidas por cualesquiera de los hombres. Esto es evidentemente falso.

Sin embargo, a esto responde el citado Comentador diciendo que nosotros entendemos por el entendimiento posible en cuanto está unido a nosotros por medio de los fantasmas. Y como los fantasmas no son los mismos para todos ni están dispuestos de la misma manera, lo que uno entiende no lo entiende otro. Y, al parecer, esta conclusión está en consonancia con las premisas. Porque, aunque el entendimiento posible no es uno, no podemos entender las cosas cuyas especies están en el entendimiento posible si los fantasmas no están dispuestos para ello.

No obstante, es evidente que dicha respuesta no evita totalmente el inconveniente. Cuando el entendimiento posible se actualiza por la especie inteligible recibida, “puede obrar por sí mismo”, como dice Aristóteles en el III “Sobre el alma”. Por donde vemos que lo que aprendemos una vez podemos volver a considerarlo nuevamente cuando queremos. Y no nos sentimos impedidos por los fantasmas, porque está en nuestro poder el formar fantasmas acomodados a lo que queremos considerar; a no ser que, casualmente, hubiera impedimento de parte del órgano de donde procede el fantasma, como les acontece a los frenéticos y letárgicos, que no pueden ejercitar libremente la fantasía y el recuerdo. Y por esto dice Aristóteles, en el VIII de los “Físicos”, que quien posee el hábito de la ciencia, aunque esté en potencie para considerar, no precisa motor para pasar de la potencia al acto, salvo para apartar obstáculos, pudiendo él mismo pasar al acto de la consideración cuando quiere. Por el contrario, si están en el entendimiento posible las especies inteligibles de todas las ciencias, lo que equivaldría a decir que es uno y eterno, la necesidad de fantasmas para el entendimiento posible sería como la de aquel que posee la ciencia y considera lo perteneciente a la misma; y esto, indudablemente, no puede hacerse sin fantasmas. Luego como cualquier hombre entiende por el entendimiento posible, cuando se actualiza por las especies inteligibles, cada hombre podrá considerar, cuando quisiere, las verdades de todas las ciencias. Lo que es manifiestamente falso, porque de este modo nadie tendría necesidad de maestro para adquirir la ciencia. Luego el entendimiento posible no es uno ni tampoco eterno.

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