CAPÍTULO LXV
Solución a lo que se objetaba por parte de los accidentes
Resuelta, pues, la dificultad motivada por el lugar, hay que considerar la que parece seguirse de la permanencia de los accidentes (cf. c. 62, 3.a dif.). Pues es innegable que permanecen los accidentes de pan y vino, como lo demuestran infaliblemente nuestros sentidos.
Y ni el cuerpo ni la sangre de Cristo son afectados por ellos (l. c.), porque no podrían afectarlo sin mediar su alteración ni es capaz de tales accidentes. Tampoco tiene esta capacidad la substancia del aire circundante. De donde resulta que están sin sujeto, de la manera que dijimos (capítulo 63); a saber, que sólo la cantidad dimensiva permanece sin sujeto y ella misma ofréceles sujeto a los demás accidentes.
Tampoco es imposible que los accidentes puedan subsistir sin sujeto por virtud divina. Pues el mismo juicio nos merecería la producción de las cosas y su conservación en el ser. Mas la virtud divina puede producir los efectos de cualesquiera causas segundas sin la intervención de ellas, así como puede formar un hombre sin valerse del germen y curar la fiebre prescindiendo de la intervención de la naturaleza. Lo que sucede por su infinita virtud y porque Él concede la virtud de obrar a todas las causas segundas. Luego puede conservar los efectos de las causas segundas en el ser sin las causas segundas. Y de este modo conserva el accidente en el ser en este sacramento, desaparecida la substancia que lo conservaba. Lo que en realidad puede decirse principalmente de las cantidades dimensivas, de las cuales dijeron también los platónicos que eran por sí subsistentes, porque son separables racionalmente. Pero es manifiesto que Dios es más poderoso en obrar que el entendimiento en aprehender.
Ahora bien, la cantidad dimensiva, comparada con los restantes accidentes, tiene la propiedad exclusiva de individualizarse por sí misma. Y esto es porque la posición, que se define “el orden de las partes en el todo”, pertenece a la esencia de la cantidad, pues cantidad es “lo que tiene posición”. Y dondequiera se reconozca diversidad de partes de la misma especie, es necesario reconocer la individuación, porque las cosas que son de una misma especie no se multiplican si no es según el individuo; y esto demuestra que no se puedan comprender muchas blancuras, de no estar en diversos sujetos; sin embargo, pueden ser comprendidas muchas líneas, aun consideradas en sí; pues el diverso sitio, que esencialmente está en la línea, es suficiente para la pluralidad de líneas. Y como únicamente la cantidad dimensiva tiene en sí por naturaleza algo de donde pueda provenir la multiplicación de dos individuos de la misma especie, el primer fundamento de esta multiplicación es, al parecer, la dimensión; porque, incluso en el género de substancia, la multiplicación se hace según la división de la materia; cosa que no puede explicarse como no sea considerando la materia bajo las dimensiones, porque, suprimida la cantidad, toda substancia es indivisible, como se ve por el Filósofo en el I de los “Físicos” (c. 3; 186 a).
Pero consta que en otros géneros de accidentes se multiplican los individuos de la misma especie por parte del sujeto. Y así resulta que, como digamos que en este sacramento subsisten por sí las dimensiones, y los demás accidentes se sustentan en ellas como en un sujeto, no nos vemos precisados a afirmar que tales accidentes no están individuados, porque el fundamento de la individuación permanece en esas mismas dimensiones.
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