CAPÍTULO LVI: De qué modo la substancia intelectual puede unirse al cuerpo

CAPÍTULO LVI

De qué modo la substancia intelectual puede unirse al cuerpo

Como ya se ha demostrado anteriormente (cc. 49 y 51) que la substancia intelectual no es cuerpo ni tampoco una potencia dependiente de él, queda por averiguar si alguna substancia intelectual pueda unirse al cuerpo.

Es evidente, en primer lugar, que la substancia intelectual no puede unirse al cuerpo “mezclándose”.

Pues las cosas que se mezclan deben alterarse mutuamente. Lo que acontece únicamente en aquellas cosas cuya materia es común, las cuales pueden ser recíprocamente activas y pasivas. Como las substancias intelectuales no tienen comunidad de materia con las corporales, pues son inmateriales, como ya se demostró (c. 50), por eso no pueden mezclarse con el cuerpo.

Las cosas que se mezclan, una vez hecha la mezcla, no permanecen en acto, sino sólo en potencia; porque, si permanecieran en acto, no habría mezcla, sino sólo confusión; así, un cuerpo resultante de la mezcla de elementos no es ninguno de ellos. Es imposible que esto suceda con las substancias intelectuales, pues son incorruptibles, como antes se demostró (c. 55). En consecuencia, ninguna substancia intelectual puede unirse al cuerpo mezclándose.

Es igualmente evidente que la substancia intelectual no puede unirse al cuerpo “por contacto propiamente dicho”. Pues el tacto es exclusivo de los cuerpos, ya que tangentes son las cosas “cuyos extremos son simultáneos”, como los puntos, las líneas o las superficies, que son los extremos de las cosas. Luego tampoco mediante contacto puede la substancia intelectual unirse al cuerpo.

De todo esto se sigue que ni por “continuación”, ni “composición”, ni “coligación” de la substancia intelectual y del cuerpo se pueda hacer una sola cosa. Porque todo esto es imposible sin contacto.

Hay, sin embargo, cierta clase de contacto mediante el cual la substancia intelectual puede unirse al cuerpo. Los cuerpos naturales, ciertamente, tocándose se alteran; y así únense mutuamente no sólo mediante sus extremos cuantitativos, sino también mediante sus semejanzas de cualidad y de forma, en cuanto que el alterante imprime su forma en el alterado.

Y aunque, con referencia exclusiva a los extremos cuantitativos, deba haber en todos ellos tacto mutuo, sin embargo, refiriéndose a los efectos de acción y pasión, hállanse algunos que sólo son tangentes y otros sólo tocados. Por ejemplo, los cuerpos celestes tocan en realidad de este modo a los cuerpos elementales, en cuanto que los alteran; mas no son tocados por éstos, porque nada sufren de ellos. Si, pues, existen algunos agentes que no tocan los extremos cuantitativos de las cosas, se dirán, no obstante, tangentes en cuanto obran en ellas; de este modo decimos que el entristecido nos “toca”. Según este modo de tocar, es posible que la substancia intelectual se una al cuerpo por contacto, porque las substancias intelectuales obran en los cuerpos y los mueven en virtud de su inmaterialidad y mayor permanencia en acto.

Sin embargo, este tacto no es cuantitativo, sino “virtual”. De ahí que en tres cosas se diferencia del tacto corpóreo. En primer lugar, ciertamente, porque mediante este tacto lo que es indivisible puede tocar lo divisible. Esto no sucede con el tacto corpóreo: así, con el punto sólo se toca algo indivisible. La substancia intelectual, por el contrario, aunque es indivisible, puede tocar la cantidad divisible, en cuanto obra en ella. Porque la indivisibilidad del punto no es como la indivisibilidad de la substancia intelectual. En efecto, el punto lo es como término de la cantidad, y por eso tiene un lugar determinado en lo continuo, más allá del cual no puede prolongarse. Mas la substancia intelectual es indivisible en razón de hallarse fuera del género de cantidad. Por eso no se le determina ningún indivisible cuanto para establecer contacto. En segundo lugar, porque el tacto cuantitativo realízase solamente mediante los extremos, mientras que el tacto virtual extiéndese al todo que se toca. Ahora bien, en tanto es tocado un ser en cuanto es afectado o movido; lo cual tiene efecto porque está en potencia. Mas la potencia está en el todo y no únicamente en los extremos. Luego tócase el todo. Esto evidencia la tercera diferencia: porque en el tacto cuantitativo, que se realiza mediante los extremos, el tangente debe ser extrínseco al tocado, y no puede por sí penetrarlo, porque el otro se lo impide. Sin embargo, el tacto virtual, que conviene a las substancias intelectuales, como se realiza en lo íntimo, hace que la substancia tangente esté dentro de lo que toca y lo penetre por sí misma sin obstáculo.

Así, pues, la substancia intelectual puede unirse al cuerpo por contacto virtual. Sin embargo, las cosas que se unen mediante tal contacto no forman una unidad absoluta; son una cosa solamente en orden a la acción y pasión. Esto no es unidad absoluta, pues de este modo “uno” es igual que “ser”. Y como ser agente no significa el ser total, síguese que la unidad de acción no es igual a la unidad de ser.

La unidad absoluta entiéndese de tres maneras: o como unidad “indivisible”, o como “continua”, o en cuanto es “unidad racional”. De la substancia intelectual y el cuerpo no puede formarse un uno indivisible, porque dicho uno debe estar compuesto por dos. Además, tampoco puede hacerse un uno continuo, porque las partes del continuo son cuantas. Queda, en consecuencia, por averiguar si de la substancia intelectual y el cuerpo se podrá formar un uno en cuanto unidad racional.

De dos cosas permanentes no se puede hacer un uno racional, salvo el que resulta de la forma substancial y de la materia; porque el de sujeto y accidente no lo es, ya que no es la misma la razón de “hombre” y la de “blanco”. Luego lo que se intenta demostrar es si la substancia intelectual puede ser forma substancial de algún cuerpo. Esto, racionalmente considerado, parece imposible. Razones:

1. De dos substancias existentes en acto no puede hacerse una unidad, porque el acto propio es lo que distingue a una cosa de otra. Como la substancia intelectual es substancia existente en acto, según consta de lo dicho, y el cuerpo también lo es, no puede, por consiguiente, hacerse una unidad con la substancia intelectual y el cuerpo, como se ve.

2. La forma y la materia están incluidas en el mismo género, pues todo género divídese por acto y potencia. Mas la substancia intelectual y el cuerpo son géneros diversos. Luego no es posible que uno sea la forma del otro.

3. Todo lo que tiene su ser en la materia ha de ser material. Si, pues, la substancia intelectual es la forma del cuerpo, su ser deberá estar en la materia corporal, pues el ser de la forma no es ajeno al ser de la materia. De esto se sigue que la substancia intelectual no es inmaterial, contra lo que anteriormente se demostró (c. 50).

4. Es imposible que lo que tiene el ser en el cuerpo esté separado de dicho cuerpo. Mas, como demuestran los filósofos, el entendimiento está separado del cuerpo y ni es cuerpo ni potencia corporal. Luego la substancia intelectual no es la forma del cuerpo; pues, de ser así, tendría su ser en el cuerpo.

5. Lo que tiene ser común con un cuerpo debe tener también común la operación con dicho cuerpo, ya que cada uno obra en cuanto que es ente; y la potencia operativa de una cosa no puede ser superior a su esencia, pues la potencia se deriva de los principios de la esencia. Si, pues, la substancia intelectual fuese la forma del cuerpo, debería tener el ser común con el cuerpo, porque de la forma y de la materia se hace una unidad absoluta, que es la unidad de ser. Sería, además, la operación de la substancia intelectual común a la del cuerpo, y su potencia, potencia corporal. Lo cual, por lo que ya se dijo, consta que es imposible (c. 49).

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