CAPÍTULO LIX: Del bautismo

CAPÍTULO LIX

Del bautismo

Luego, según esto, se puede manifestar cuál sea el efecto propio y la materia conveniente de cada sacramento en particular. Y así, en primer lugar, respecto de la generación espiritual, que se efectúa por el bautismo, se ha de tener en cuenta que la generación de una cosa viviente es un cierto cambio de lo no‑viviente a la vida. Ahora bien, el hombre fue privado en un principio de la vida espiritual por el pecado original, como antes se ha dicho (cc. 50, 52); e incluso cualesquiera pecados que le sobrevengan le apartan de la vida. Luego fue preciso que el bautismo, que es una generación espiritual, tuviera tal virtud que pudiese quitar el pecado original y todos los pecados actuales cometidos.

Y como el signo sensible del sacramento debe representar convenientemente el efecto espiritual del mismo, y, en las cosas corporales, la purificación de la mancha se efectúa más fácil y comúnmente por el agua, por eso se confiere convenientemente el bautismo con el agua santificada por el Verbo de Dios.

Y porque a generación de uno es la corrupción de otro, y lo que se engendra pierde su primera forma y las propiedades que de ella se derivan, es necesario que por el bautismo, que es una generación espiritual, no sólo se quiten los pecados, que son contrarios a la vida espiritual, sino también todo reato de pecados. Y por esto el bautismo no solamente purifica de la culpa, sino que, además, absuelve de todo el reato de la pena. Por eso no se les impone a los bautizados la satisfacción por los pecados.

Además, como las cosas adquieren la forma por la generación, simultáneamente con ella adquieren la operación que se deriva de la misma y el lugar que les acomoda; por ejemplo, el fuego, una vez engendrado, tiende hacia arriba como a su propio lugar. Así, pues, como el bautismo sea una generación espiritual, los bautizados se hacen inmediatamente idóneos para las acciones espirituales, tales como la recepción de los otros sacramentos y de otras cosas semejantes; e inmediatamente también tienen derecho a un lugar acomodado a la vida espiritual, que es la bienaventuranza eterna. Y por esto, si los bautizados mueren, al punto son recibidos en la bienaventuranza. De donde se dice que “el bautismo abre las puertas del cielo”.

Se ha de considerar también que a r una cosa sola corresponde una sola operación. Según esto, como el bautismo sea una generación espiritual, cada hombre ha de ser bautizado una sola vez.

Es manifiesto también que la corrupción introducida por Adán en el mundo solamente manchó al hombre una vez. Por eso el bautismo, que se ordena principalmente contra esa corrupción, no debe repetirse. Además, es corriente que, si una cosa ha sido consagrada una vez, mientras permanece no debe consagrarse de nuevo, para que la consagración no parezca ineficaz… Luego, como el bautismo es cierta consagración del hombre bautizado, no ha de repetirse. Con esta razón se rechaza el error de los donatistas o re bautizantes.

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