CAPÍTULO IX: La potencia de Dios es su acción

CAPÍTULO IX

La potencia de Dios es su acción

Con esto se puede demostrar que la potencia de Dios no es otra cosa que su acción. Pues:

Las cosas que son idénticas a una (tercera), son idénticas entre sí. La potencia divina es su misma substancia, como queda declarado (c. 8), lo mismo que su acción es su substancia, según se ha demostrado en el libro primero al tratar de la acción intelectual (c. 45), pues la misma razón vale para las demás acciones. Luego en Dios no son cosas distintas la potencia y la acción.

La acción de una cosa es cierto complemento de su potencia, pues es, respecto a su potencia, lo que el acto segundo al primero. La potencia divina no tiene como complemento acto alguno distinto de aquel que es su misma potencia, por ser ésta la esencia misma de Dios. Luego en Dios no son cosas distintas la potencia y la acción.

Así como la potencia activa es en cierta manera un agente, así su esencia es un cierto ente. Ahora bien, la potencia divina, según se acaba de demostrar (c. 8), es su esencia, por lo que su obrar es su ser. Mas su ser es su substancia. Luego la acción divina es su substancia. Y así, la conclusión es idéntica.

La acción que no es la substancia del agente está en él como el accidente en el sujeto. Y, en este caso, la “acción” se cuenta como uno de los nueve predicamentos del accidente. Mas en Dios no puede haber nada a manera de accidente. Luego la acción de Dios no se distingue de su substancia y de su potencia.

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