CAPÍTULO CX
Solución de las objeciones expuestas
Ahora, pues, no es difícil solucionar las objeciones expuestas (c. 108).
[Respuesta a la 1., 2., 3., 4.]. No estamos obligados a afirmar que hubiera error en el entendimiento de la substancia separada al juzgar como bueno lo que no era; lo hubo, sí, al no tener en cuenta el bien superior, al cual debla referir su propio bien. La causa de esta inconsideración pudo ser la voluntad intensamente convertida al propio bien; pues la voluntad puede libremente volverse hacia esto o aquello.
[A la 5.]. Es evidente también que únicamente apetece un bien, que es el suyo propio; pero el pecado consistió en que abandonó el bien más alto, al cual debla, estar ordenada. Pues, así como en nosotros hay pecado cuando apetecemos los bienes inferiores, es decir, los corporales irracionalmente, así también hubo pecado en el demonio al no referir su propio bien al divino.
[A la 6.]. Es claro también que prescindió del medio de la virtud, ya que no se sujetó al orden superior, dándose a sí misma más de lo que le correspondía y a Dios -a quien todo debe estar sujeto, como ordenador que es de la primera medida- dándole menos de lo que se le debe. Pues es manifiesto que en dicho pecado no se prescindió del medio por exceso de pasión, sino únicamente por desigualdad de justicia, la cual versa sobre las operaciones. Y en las substancias separadas puede haber operaciones, pero pasiones jamás.
[A la 7.] Tampoco es preciso que, si en los cuerpos superiores no puede haber defecto alguno, por esto no pueda haber pecado en las substancias separadas. Pues los cuerpos, como todo lo que carece de razón, no se actúan a sí mismos, sino que sólo son actuados, porque no son dueños de su acto. Según esto, no pueden desviarse de la primera regla de quien los actúa y mueve sino cuando no pueden recibir suficientemente la rectitud de dicha regla. Cosa que sucede por indisposición de la materia. Por esto, los cuerpos superiores, en los que no se da indisposición de materia, nunca pueden desviarse de la rectitud de la primera regla. Pero las substancias racionales o intelectuales no sólo son actuadas, sino que también se actúan en orden a sus propios actos; y esto tanto más se da en ellas cuanto más perfecta es su naturaleza, porque las que poseen una naturaleza más perfecta tienen también potencia más perfecta para obrar. Por consiguiente, la perfección de naturaleza no es obstáculo para que pueda darse en ellas el pecado de la manera expuesta, o sea, en cuanto que se adhieren a sí mismas prescindiendo del orden del agente superior.
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