CAPÍTULO CV: De dónde reciben su eficacia las obras de los magos

CAPÍTULO CV

De dónde reciben su eficacia las obras de los magos

Queda por averiguar de dónde reciben su eficacia las artes mágicas. Cosa fácil de precisar si nos fijamos en su manera de obrar.

Pues en sus obras se valen de ciertas palabras significativas para producir determinados efectos. Mas la palabra, en cuanto signo, no tiene virtud alguna si no es por causa de algún entendimiento, que es el de quien la pronuncia o el de quien la escucha. Por parte del entendimiento de quien la profiere, como en el caso de un entendimiento tan poderoso que con su concepción pudiera causar las cosas; concepción que, mediante la palabra, manifiesta de algún modo los efectos que se han de producir. Y por parte del entendimiento de quien escucha, como cuando por el significado de la palabra recibido en el entendimiento muévese a realizar algo quien la escucha. Pero no puede afirmarse que estas palabras significativas pronunciadas por los magos tengan eficacia por el entendimiento de quien las pronuncia, porque, como el poder es consecuencia de la esencia, la diversidad de poderes manifiesta la diversidad de principios esenciales. Es así que el entendimiento humano está comúnmente dispuesto de modo que no son las cosas causadas por su concepción, sino que más bien son ellas la causa de su conocimiento. Luego, si hubiera hombres que con palabras que expresan los conceptos del entendimiento pudieran cambiar las cosas por propia virtud, tales hombres serían de otra especie y se llamarían hombres equívocamente.

Además, la virtud de Obrar no se adquiere por disciplina; por ella sólo adquirimos el conocimiento para hacer algo. Ahora bien, algunos adquieren por disciplina el conocimiento para realizar las operaciones mágicas. Así, pues, estos tales no tienen virtud alguna para semejantes efectos, sino sólo conocimiento para hacerlos.

Pero alguien podría decir que tales hombres reciben de las estrellas al nacer dicha virtud sobre los demás, de manera que, aunque otros fueran instruidos, si no la tuvieran por nacimiento, carecerían de eficacia para realizar semejantes obras. Mas a esto se responde, en primer lugar, que los cuerpos celestes no pueden influir en el entendimiento, como ya demostramos (c. 84). Por lo tanto, ningún entendimiento puede recibir por virtud de los astros este poder para que al representar can la palabra su concepción se realice algo.

Y puede decirse, por otra parte, que la imaginación -sobre la cual pueden influir los cuerpos celestes- puede producir algo cuando se pronuncian las palabras significativas, puesto que su operación se realiza por órgano corporal. Pero esto no es posible respecto a todos los efectos realizados por dichas artes, pues ya se demostró que por virtud de los astros no pueden producirse todos esos efectos. Luego tampoco puede alguien recibir este poder para producirlos por virtud de los astros.

Resulta, pues, que dichos efectos son realizados por un entendimiento a quien va dirigido el discurso de quien pronuncia tales palabras. Y prueba de ello es que dichas palabras usadas por los magos son “invocaciones”, “súplicas”, “conjuros” e incluso “mandatos”, como hablando con otro.

Además, en la realización de este arte se Valen de algunos caracteres y figuras determinadas. Es así que la figura no es principio de acción o de pasión alguna; pues, de ser así, los cuerpos matemáticos serían activos y pasivos. Luego la materia no puede ser dispuesta por determinadas figuras para recibir determinado efecto natural. Los magos, pues, no se valen de las figuras como de disposiciones. En consecuencia, sólo queda que se valgan de ellas como de simples signos, porque no hay lugar a suponer otra cosa. Y como nosotros nos servimos de los signos sólo para con quienes son inteligentes, síguese que las artes mágicas reciben su eficacia de un ser inteligente a quien va dirigido el discurso del mago.

Mas si alguien dijere que algunas figuras corresponden a ciertos cuerpos celestes y, así, hay ciertos cuerpos inferiores que están determinados a recibir mediante ellas las impresiones de algunos cuerpos celestes, tal afirmación carece de fundamento. Pues ningún paciente está ordenado a recibir la influencia de un agente sino sólo en cuanto que está en potencia. Según esto, sólo le determinan para recibir una influencia especial aquellas cosas por las que está de algún modo en potencia. Es así que las figuras no disponen la materia para estar en potencia con respecto a una forma; pues la figura, por ser algo matemático, prescinde por naturaleza de toda materia y de toda forma sensible. Luego un cuerpo no se determina para recibir alguna influencia del cuerpo celeste ni por las figuras ni por los caracteres.

Algunas figuras corresponden a los cuerpos celestes como efectos de los mismos; pues las figuras de los cuerpos inferiores son causadas por los celestes. Mas dichas artes no se valen de los caracteres o figuras considerados como efectos de los cuerpos celestes, sino como efectos del hombre que obra por arte. Por consiguiente, la correspondencia de las figuras con determinados cuerpos celestes no tiene que ver nada, según parece, con lo propuesto.

La materia natural en modo alguno se dispone para recibir la forma por las figuras, según hemos demostrado. En consecuencia, los cuerpos en que están impresas dichas figuras tienen la misma disposición para recibir la influencia celeste que todos los otros de su misma especie. Ahora, que uno obre en uno de estos cuerpos que tienen la misma disposición, al encontrar en él algo a propósito, y, sin embargo, no obre en el otro, obedece al obrar por elección y no por necesidad de naturaleza. Es evidente, pues, que estas artes que se valen de las figuras para producir algunos efectos no reciben la eficacia de un agente natural, sino de alguna substancia intelectual, que obra intelectualmente.

Demuéstralo también el mismo nombre que se pone a las figuras, que llaman “caracteres”. Pues el carácter es un signo. Con lo que se da a entender que no se valen de las figuras sino como de signos que se exponen a determinada naturaleza intelectual.

Pero, como en las cosas artificiales las figuras son como formas específicas, puede decir alguien que nada impide que a la constitución de la figura -que da la especie a la imagen- suceda alguna virtud por influencia celeste, no en cuanto que es figura, sino en cuanto que da la especie al artificio, el cual recibe el poder de los astros. Pero respecto de las letras con las que se escribe algo en la imagen y de otros caracteres, sólo vale decir que son signos. Por tanto, sólo pueden estar relacionado con alguna inteligencia. Y lo demuestran los sacrificios, postraciones y otras cosas parecidas en uso, que no son sino signos de la reverencia que se tributa a una naturaleza intelectual.

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