CAPÍTULO CLVII
El hombre no puede librarse del pecado sino mediante la gracia
Por estas mismas razones puede demostrarse también que el hombre no puede levantarse del pecado si no es por la gracia.
Por el pecado mortal, el hombre se aparta del fin último. Pero el hombre no se ordena al fin último sino mediante la gracia. Luego solamente mediante la gracia puede el hombre levantarse del pecado.
La ofensa no se borra sino por el amor. Ahora bien, por el pecado mortal, el hombre incurre en ofensa de Dios, pues se dice en la Sabiduría y en el Eclesiástico que “Dios odia a los pecadores”, en cuanto que quiere privarlos del fin último, que prepara para los que ama. Luego el hombre no puede levantarse del pecado mortal sino mediante la gracia, la cual crea cierta amistad entre Dios y el hombre.
Pueden aducirse también a este propósito todas las razones expuestas más arriba (c. 147 ss.) acerca de la necesidad de la gracia.
De aquí que se diga en Isaías: “Soy yo quien por amor de mí borro tus pecados”. Y en el salmo: “Has perdonado la iniquidad de tu pueblo y has ocultado todos sus pecados”.
Y con esto se rechaza el error de los pelagianos, quienes dijeron que el hombre puede levantarse del pecado mediante el libre albedrío.
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