CAPÍTULO C
Lo que Dios hace fuera del orden natural no es contra la naturaleza
Se ha de tener presente que, aunque Dios realice algunas veces algo fuera del orden impuesto a las cosas, no obstante, nada hace contra la naturaleza.
Como Dios es acto puro y todo lo demás tiene alguna mezcla de potencia, es preciso que Dios sea por comparación a lo demás como el motor con respecto a lo movido y como lo activo con respecto a lo potencial, Pero lo que está en potencia, según el orden natural, con relación a determinado agente, si recibe de él alguna impresión, no la recibirá contra su naturaleza en sentido absoluto, aunque alguna vez sea en contra de la forma particular, que se corrompe por dicha acción. Por ejemplo, cuando se engendra el fuego y se corrompe el aire a causa del fuego, hay una generación y corrupción naturales. Luego todo cuanto Dios realiza en las cosas creadas no es contra la naturaleza, aunque parezca ser contra el orden propio de alguna naturaleza.
Como Dios es el primer agente, según se demostró (l. 1, c. 13), todo cuanto hay después de Él es como instrumento suyo. Ahora bien, los instrumentos han sido dispuestos para servir a la acción del agente principal, cuando son movidos por él; por eso la materia y la forma del instrumento han de ser tales que puedan concurrir a la acción que intenta el agente principal. Y por eso no es contra la naturaleza del instrumento el que sea movido por el agente principal, puesto que es lo que más le conviene. Según esto, tampoco es contra la naturaleza el que las cosas creadas sean movidas de cualquier manera por Dios, pues han sido dispuestas para su servicio.
Vemos incluso en los agentes corporales que los movimientos que hay en, los cuerpos inferiores por la impresión de los superiores no son violentos ni contrarios a la naturaleza, aunque parezcan no convenir al movimiento natural que el cuerpo inferior tiene según lo que corresponde a su forma; pues no decimos que el flujo y reflujo del mar sea un movimiento violento porque obedezca a la impresión de un cuerpo celeste, aunque el movimiento natural del agua sea en una sola dirección, es decir, hacia el medio. Con mayor razón, pues, no puede llamarse violento ni contra la naturaleza cuanto Dios realiza en cualquier criatura.
La primera medida de la esencia y naturaleza de cualquier cosa es Dios, como primer ser y causa universal del mismo. Y como para medir las cosas nos servimos de lo justo, será preciso afirmar que lo natural de una cosa es lo que está conformo con su propia medida. Luego lo que Dios ha impuesto cocada una, eso es lo natural. Por tanto, si Dios imprime a una de ellas algo distinto, no será contra la naturaleza.
Todas las criaturas, comparadas con Dios, son como los artificios comparados con el artífice, según consta por lo dicho (l. 2, c. 24). Luego toda la naturaleza es como un artificio del arte divino. Pero no es contra la razón de artificio que el artífice haga en él algo distinto, incluso después de haberle dado la primera forma. En consecuencia, tampoco es contrario a la naturaleza que Dios realice en las cosas algo distinto a lo que la naturaleza suele hacer ordinariamente.
Por esto dice San Agustín: “Dios, creador y autor de todas las cosas, nada hace contra la naturaleza; porque lo natural a cada cosa es lo que hace Aquel de quien procede todo movimiento, número y orden de la naturaleza”.
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