CAPÍTULO 3: Concordancia de las posiciones de Platón y Aristóteles

CAPÍTULO 3

Concordancia de las posiciones de Platón y Aristóteles

A la vista de lo dicho, es fácil precisar en qué concuerdan y en qué difieren las posiciones de Aristóteles y de Platón acerca de las sustancias inmateriales.

En primer lugar, están de acuerdo en cuanto al modo de existir que las asignan. Porque Platón sostuvo que todas las sustancias inmateriales inferiores están dotadas de unidad y bondad por participación del primero, que es de por sí uno y bueno. Ahora bien, todo el que participa algo recibe lo participado de aquel del que participa, y bajo este aspecto, aquel del cual participa es su causa, de la misma manera que el aire tiene la luz participada del sol, el cual es por eso causa de su luminosidad. Así pues, según Platón el sumo dios es causa respecto de todas las sustancias inmateriales en orden a que cada una de ellas sea una y buena. Y esto también lo sostuvo Aristóteles. Pues, como él mismo dice, lo que es ente y verdadero en grado máximo, necesariamente ha de ser causa del ser y de la verdad para todas las demás cosas.

En segundo lugar, están de acuerdo en cuanto a la condición de la naturaleza de las mismas sustancias. Porque los dos sostienen que son por completo inmunes de toda materia, pero no de toda potencialidad, pues todo el que participa algo tiene que estar compuesto de potencia y acto. Porque lo que se recibe como participado ha de tener razón de acto respecto de la sustancia participante. Y así, dado que todas las sustancias, excepto la suprema, que es de por sí una y de por sí bien, son según Platón participantes, necesariamente han de estar todas compuestas de potencia y acto. Y esto mismo hay que afirmarlo según la sentencia de Aristóteles. Sostiene, en efecto, que la razón de verdad y de bien se atribuyen al acto. De modo que lo que es el primer verdadero y el primer uno debe ser acto puro; mientras que lo que no llega a tanto ha de tener alguna mezcla de potencialidad.

En tercer lugar, están de acuerdo en lo que se refiere a la providencia. Pues Platón sostuvo que el sumo dios, que por ser el Uno mismo es el Bien mismo, en razón de su fontal Bondad tiene por misión propia la de proveer a todos los inferiores. Y cada uno de los inferiores, en la medida en que participa del primer bueno, también provee a los entes que le son posteriores, no sólo a los de un mismo orden, sino también a los de órdenes diversos. De modo que el primer entendimiento separado provee a todo el orden de los entendimientos separados, y cada superior a su inferior, y todo el orden de los entendimientos separados provee al orden de las almas y los órdenes inferiores.

Y además cree que se puede observar otro tanto en las almas mismas, de modo que las almas supremas de los cielos proveerían a todas las almas inferiores, y a toda la generación de los cuerpos inferiores; y a su vez las almas superiores proveerían a las inferiores, es decir, las almas de los demonios a las almas de los hombres. Pues según los Platónicos los demonios son mediadores entre nosotros y las sustancias superiores.

Aristóteles, por su parte, no está en desacuerdo con esta noción de providencia, pues sostiene que hay un bueno separado que provee a todos, a manera de un emperador o señor al que se subordinan diversos órdenes de cosas dispuestos de tal modo que los órdenes superiores se ajustan perfectamente a las directrices de la providencia, hasta el punto de que no se encuentra defecto en ellos. En cambio, los entes inferiores, que sólo pueden recibir un orden de providencia menos perfecto, se encuentran sometidos a muchos defectos. Al igual que una casa, en que los miembros libres, que participan perfectamente del régimen del padre de familia, muestran pocos o ningún defecto, mientras que las acciones de los siervos adolecen de muchos desórdenes, así también en los cuerpos inferiores aparecen fallos del orden natural que nunca se encuentran en los cuerpos superiores.

De la misma manera también las almas humanas se apartan muchas veces de la comprensión de la verdad y del recto apetito del bien verdadero, cosa que no sucede en las almas o entendimientos superiores. Por lo cual también sostuvo Platón que entre los demonios hay unos buenos y otros malos, igual que entre los hombres; pero que los dioses y los entendimientos y almas de los cielos carecen por completo de malicia.

Tales son pues las tres cosas en que la opinión de Aristóteles se muestra concorde con la de Platón en lo referente a las sustancias separadas.

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