CAPÍTULO 24: Razones alegadas a favor del estado de mayor perfección de los párrocos que el estado religioso

CAPÍTULO 24

Razones alegadas a favor del estado de mayor perfección de los párrocos que el estado religioso

Hay quienes obcecados por el afán de contradecir, sin reflexionar ni sobre lo que dicen ni sobre lo que oyen, persisten en oponerse a lo que ha sido explicado. He llegado a conocer sus puntos de vista después de haber escrito lo anterior. Ahora, para dar alguna respuesta a todo eso, es inevitable repetir algunas cosas ya dichas.

Pretenden demostrar, sobre todo y con multitud de argumentos, que los arcedianos y los párrocos se encuentran en estado de perfección: de una perfección superior a la de los religiosos. [He aquí sus argumentos].

Si un presbítero comete un delito, está mandado que sea removido de su estado, de acuerdo con lo establecido por los cánones. Se encontraba, por consiguiente, en un estado; de otro modo, no podría ser removido de él.

El estado tiene muchas acepciones. En primer lugar, significa postura recta. Cuando el hombre está erguido, se dice que está. De modo semejante a como dice Gregorio: Se apartan de toda forma de rectitud quienes sólo saben hablar con palabras dañinas. Significa también permanencia y fijeza, como se puede ver en Gregorio, cuando dice: A la protección y guarda del Creador se debe que permanezcamos firmes. El estar y estado puede proceder de tamaño junto con longitud. Como dice también Gregorio 158, la piedra sillar es cuadrada y puede mantener su posición en cualquiera de sus lados, de modo que no cae por el hecho de un cambio. Ahora bien, los arcedianos y párrocos tienen magnitud o tamaño espiritual por cuanto asumen la cura pastoral celosos del bien de las almas. Tienen también fijeza, por cuanto en medio de los peligros, perseveran haciéndose fuertes. Tienen también rectitud de intención y de justicia. Por consiguiente, no se puede decir que no tengan estado.

La institución de las religiones no pudo ocasionar detrimento ni a diáconos ni a presbíteros con cura pastoral. Ahora bien, antes de haber sido instituidas las religiones, los susodichos ministros con cura pastoral se encontraban en estado de perfección. Está, en efecto, escrito: Los presbíteros que gobiernan bien, con los ejemplos de su vida y con la doctrina sana, sean considerados dignos de doble honor (1 Tim 5,17), de modo que sus subordinados se mantengan en espíritu de obediencia para con ellos y los socorran con sus bienes. Por consiguiente, también después de haber sido instituidas las religiones viven en estado de perfección.

Dicen que en tiempo de Jerónimo, presbítero y obispo, significaban lo mismo. Así se ve, efectivamente, por lo que dice Jerónimo: Antiguamente presbítero y obispo eran lo mismo. Después fue dado mandato de que en todas partes uno solo fuese puesto al frente de los presbíteros, para evitar gérmenes de división. Por consiguiente, si los obispos se hallan en estado más perfecto que los religiosos, también habrán de estar los presbíteros.

Quien es asumido para desempeñar un ministerio de nivel más alto, de mayor dignidad y más fructuoso, se encuentra en un estado superior. Ahora bien, los arcedianos y los párrocos son asumidos para un ministerio de mayor dignidad que el de los religiosos, porque, si bien la vida contemplativa es más segura, sin embargo la vida activa produce mayor fruto, como se dice en el derecho. Por consiguiente, los párrocos se encuentran en un estado de perfección más alto que los religiosos.

No hay caridad superior a la de dar la vida por los amigos (Jn 15,13). Ahora bien, los buenos párrocos dan la vida por sus subordinados, de quienes se hacen siervos, realizando las palabras del Apóstol: Siendo libre de todos, me hice siervo de todos (1 Cor 9,19). Merecen más, porque trabajan más. Cumplen lo que dice el Apóstol: Trabajé más que todos (1 Cor 15,10). Cada uno recibirá la paga según su trabajo (1 Cor 3,8). Así, pues, los párrocos se encuentran en estado más perfecto que los religiosos.

Esto mismo es aplicable a los arcedianos. Los siete diáconos que los apóstoles eligieron se encontraban en alto estado de perfección. La norma para seleccionarlos fue ésta: Buscad, hermanos, de entre vosotros a siete varones, de comportamiento ejemplar, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos este servicio (Hch 6,3). La Glosa, con palabras de Beda, lo explica así: Con esto los apóstoles tomaban la decisión de establecer siete diáconos, de un nivel más alto y que estuviesen, como columnas, cercanos al altar. Se da a entender que se encontraban en estado de perfección, puesto que pertenecían a un nivel más alto y soportaban, a manera de columnas, el peso de la Iglesia. El grado de aquellos siete lo representan ahora, en la Iglesia, los arcedianos, los cuales prestan servicio y presiden a quienes los prestan, como, en relación con el pasaje citado, dice también una Glosa. Según esto, los arcedianos pertenecen a un estado de perfección superior al de los párrocos, al frente de los cuales están puestos. Por consiguiente, tienen también superioridad respecto de los religiosos.

Sería necedad decir que los santos arcedianos Esteban, Lorenzo y Vicente, que merecieron la palma del martirio, no vivieron en estado de perfección.

Los párrocos y los arcedianos son más semejantes a los obispos que cualesquiera monjes o religiosos, cuyo puesto jerárquico es el ínfimo, mientras que los presbíteros llegan a ser llamados obispos; se lee, en efecto: Mirad por vosotros y por toda la grey, en la cual el Espíritu Santo os ha puesto para apacentar la Iglesia de Dios (Hch 20,28). La Glosa aplica esto a los presbíteros de Éfeso. Por consiguiente, con mucho mayor motivo, los párrocos se encuentran en estado de perfección.

La administración de bienes de la Iglesia no rebaja el estado de perfección, puesto que se trata de bienes comunes, como el derecho mismo acredita. Por consiguiente, los arcedianos y los párrocos no están en inferioridad respecto del estado de perfección por el hecho de administrar bienes de la Iglesia.

Los párrocos y los arcedianos están obligados a ofrecer hospitalidad mediante bienes temporales, como consta en el derecho. El monje, en cambio, no puede hacer esto, porque no tiene bienes propios. Por lo tanto, tiene mayor mérito el párroco que el religioso.

Como dice Gregorio no hay sacrificio alguno que agrade a Dios tanto como el celo de las almas. Y Bernardo, hablando del amor de Dios, dice que atrae a mayor número al amor de Dios quien sobresale en el amor. Esto pertenece al arcediano y al párroco, pero no al monje, el cual no tiene ministerio con que atraer a alguien.

A la manera como el patriarca preside en su patriarcado y el obispo en su obispado, así, análogamente, el arcediano en su arcedianato y el párroco en su parroquia. Dice el Decreto: Si se exceptúa el conferir la ordenación, ¿qué hace el obispo que no pueda hacer el presbítero con cura pastoral? Todo lo que, según los trece capítulos de la Regla Apostólica, se dice del obispo o del que ha de ser ordenado obispo, todo ello es válido en relación con cualquier elegido para cualquier grado de prelacía y, por consiguiente, en relación con el párroco y con el arcediano. Es lo que consta en el derecho. Por consiguiente, si el obispo se encuentra en un estado más perfecto que el monje, por la misma razón, también el párroco y el arcediano [se encuentran en ese estado más perfecto].

En relación con el presbítero o el diácono que comete un delito, está preceptuado que sea removido de su estado y recluido en un monasterio para que haga penitencia m. Por donde se ve que el arcedianato y la cura pastoral constituyen de verdad un estado; en cambio, la entrada en religión es, más bien, descenso o caída.

Éstos son los argumentos que se encuentran en los escritos de ellos, aunque no los proponen en el mismo orden que tienen aquí.

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