CAPÍTULO 17: Perfección del amor al prójimo: sus efectos

CAPÍTULO 17

Perfección del amor al prójimo: sus efectos

Una tercera perspectiva para analizar la perfección del amor fraterno es la de los efectos: cuanto mayor es el bien dado al prójimo, tanto el amor muestra ser más perfecto. Acerca de esto hay que tener en cuenta tres grados.

Hay quienes sirven al prójimo con bienes temporales: visten al desnudo, dan de comer al hambriento, sirven a los enfermos y hacen otras cosas semejantes, las cuales son consideradas por el Señor como hechas a él mismo (cf. Mt 25,40).

Otros proporcionan bienes espirituales que, sin embargo, no rebasan la condición humana, como quien enseña al ignorante, da consejo a quien está dudoso, hace volver a quien erró el camino. A base de esto se hace el encomio de Job: Instruiste a muchos, diste vigor a manos cansadas, tus palabras fueron sostén de los vacilantes, fortaleciste rodillas que temblaban (Job 4,3).

Hay también quienes proporcionan al prójimo bienes superiores a la naturaleza y a la razón; son bienes espirituales y divinos. Es la obra de quienes enseñan los misterios divinos, guían hacia Dios, administran los sacramentos espirituales. De estos dones hace mención el Apóstol diciendo: El que os da el Espíritu y realiza grandes obras entre vosotros (Gál 3,5). Cuando recibisteis la palabra de Dios que recibisteis de mí, la acogisteis no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como palabra de Dios (1 Tes 2,13). Escribiendo a los Corintios, dice: De todos vosotros, como de casta virgen, hice entrega a un solo marido, que es Cristo (2 Cor 11,2). Y poco después añade: Si el primero que venga predica otro Cristo distinto, no predicado por mí, o recibís un espíritu distinto del que habéis recibido u otro evangelio distinto del que acogisteis, lo soportaríais (11,4).

El otorgamiento de estos bienes pertenece propiamente a un nivel de perfecta caridad fraterna, porque mediante estos bienes el hombre se une a su fin último en el que se encuentra la suma perfección humana. En prueba de esta perfección está dicho: ¿Has conocido tú las sendas de las nubes, posees tú la grande y perfecta sabiduría? (Job 37,16). Según Gregorio, nubes son los santos predicadores. Estas nubes recorren sendas casi imperceptibles, esto es, los caminos de la santa predicación, y poseen altísima sabiduría, sabiendo que no tienen nada por mérito propio, pues tienen el convencimiento de que lo que proporcionan al prójimo los trasciende a ellos [a los predicadores].

A esta perfección se añade un complemento si estos bienes espirituales son proporcionados no a uno o dos, sino a la entera multitud [de los fieles cristianos]. Incluso para los filósofos, el bien común de una nación es más perfecto y más divino que el de uno solo. Por este motivo dice el Apóstol: A otros los constituyó pastores y doctores para la consumada perfección de los santos, mediante la obra del ministerio que se ejercita en la edificación del cuerpo de Cristo (Ef 4,11): es decir, de toda la Iglesia. Se dice también: Puesto que tenéis intenso deseo de dones espirituales, abundad en ellos para edificación de la Iglesia (1 Cor 14,12).

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