CAPÍTULO 11: Las perfecciones esenciales de las sustancias espirituales proceden inmediatamente de Dios

CAPÍTULO 11

Las perfecciones esenciales de las sustancias espirituales proceden inmediatamente de Dios

Movidos por estas razones, los Platónicos sostuvieron que Dios es causa inmediata del ser de todas las sustancias inmateriales y universalmente de todo lo existente, mediante el sobredicho modo de producción ajeno a la mutación y al movimiento; pero admitieron cierto orden de causalidad en dichas sustancias en lo tocante a otras participaciones de la divina bondad.

Como arriba dijimos, establecieron principios abstractos en consonancia con el orden de las concepciones intelectivas, entre las cuales el uno y el ente son comunísimos y los que primero acceden al entendimiento, mientras que bajo éstos está la vida, y debajo de la vida la inteligencia y así sucesivamente. Así pues, lo primero y supremo entre las cosas separadas es el ente mismo y el uno mismo, y éste es el primer principio, o sea, Dios, del que ya hemos dicho que se identifica con su ser. Por debajo de éste establecieron otro principio separado, que es la vida, y además, otro, que es el intelecto.

Por consiguiente, si hay alguna sustancia inmaterial dotada de inteligencia, de vida y de ser, será un ente por participación del primer principio que es el ser mismo; será viviente por participación de otro principio separado, que es la vida, y será inteligente por participación de un tercer principio separado, que es el entendimiento. Como si dijéramos que el hombre es animal por participación de este principio separado que es el animal, y que es bípedo por participación de un segundo principio, que es el bípedo.

Ahora bien, esta doctrina puede tener algo de verdad, pero considerada absolutamente no puede ser verdadera. Porque de las cosas que sobrevienen accidentalmente a un sujeto, nada impide que lo primero provenga de una causa más universal y lo que es posterior derive de un principio inferior; de la misma manera que los animales y las plantas participan del calor y del frío de sus propios elementos, mientras que el modo peculiar de la complexión correspondiente a su especie lo reciben de la virtud seminal por la que son engendrados. Porque no hay ningún inconveniente en que una cosa sea extensa, blanca y caliente en virtud de distintos principios.

Pero cuando se trata de atributos que se predican sustancialmente esto es del todo imposible. Porque todas las notas que se predican sustancialmente de algo son de suyo y en absoluto uno. Y un efecto no se reduce a varios primeros principios en cuanto principios, puesto que el efecto no puede ser más simple que la causa. Por eso el mismo Aristóteles aduce esta razón contra los Platónicos: que si los principios separados animal y bípedo fueran distintos, no habría un animal bípedo absolutamente uno.

Y así, si en las sustancias inmateriales fuesen cosa distinta el ser, el vivir y el entender, de modo que el vivir se añadiera al ente, o el entender al viviente, como el accidente al sujeto o la forma a la materia, entonces sería verdad lo que dicen [los Platónicos].

Vemos, en efecto, que algo puede ser causa del accidente sin serlo del sujeto, y que algo puede ser causa de la forma sustancial sin ser causa de la materia. Pero en las sustancias inmateriales su ser es su vivir mismo, y tampoco en ellas el vivir es cosa distinta del entender. De modo que su vivir y su entender proceden del mismo principio del que procede su ser.

Por consiguiente, si todas las sustancias inmateriales reciben el ser inmediatamente de Dios, también dependen inmediatamente de él en el vivir y en el entender. Aunque también, sí les sobreviene algo añadido a su esencia, tal como las especies inteligibles o cosa semejante, en cuanto a esto puede aceptarse la opinión de los Platónicos, puesto que cosas como éstas puedan darse en las sustancias inmateriales inferiores derivadas, de acuerdo con un orden, de las sustancias superiores.

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