CAPÍTULO 11: Censuras contra los religiosos por dedicarse al estudio

CAPÍTULO 11

Censuras contra los religiosos por dedicarse al estudio

Ahora, en cuarto lugar, hay que ver lo que, para afrenta de los religiosos, dicen sobre su dedicación al estudio.

[Argumentos de la impugnación]

En descrédito de algunos que podían ocasionar peligros dentro de la Iglesia, se dice que hay quienes, estando siempre aprendiendo, no llegan nunca al conocimiento de la verdad (2 Tim 3,7). Por esto mismo quieren hacer sospechosos a todos cuantos se dedican al estudio.

A propósito de las palabras mi enemigo me miró con ojos terribles (Job 16,19), dice Gregorio: Así como la verdad encarnada, para mensajeros suyos escogió a hombres pobres, ignorantes y sencillos, así también, en sentido contrario, aquel hombre reprobado en quien, al fin del mundo, se manifiesta el ángel apóstata para proclamar sus falsedades, ha de elegir a hombres astutos, que proceden con doblez y que poseen la sabiduría de este mundo. Con sólo esto ya acusan como precursores del anticristo a quienes, brillando por la ciencia, ejercen el ministerio de la predicación.

En Ap 13,11 se lee lo siguiente: Vi otra bestia que surgía de la tierra y que tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero. Sobre este pasaje dice la Glosa: Una vez descrita la tribulación que el anticristo y sus príncipes traerán, señala otra que será provocada por sus apóstoles, los que él mismo desparrama por el mundo entero. Otra glosa entiende que el ‘surgir de la tierra’ equivale a progresar en la predicación. Finalmente, otra Glosa dice: Tenía dos cuernos: simularán estar en posesión de inocencia y de vida limpia, así como de la doctrina verdadera junto con los milagros que Cristo realizó y para cuya realización dio poder a sus discípulos. También puede significar que reclamaban para sí los dos testamentos. Por lo cual se ve que quienes conocen los dos Testamentos y se dedican a la predicación, aunque simulen santidad, son apóstoles del anticristo.

En 1 Cor 8,1 se dice: La ciencia infla, la caridad edifica. Ahora bien, los religiosos deberían dedicarse principalmente a practicar la humildad. Deberían, por tanto, renunciar al estudio.

De San Benito, que es personaje sobresaliente en vida religiosa, dice Gregorio que se apartó del estudio de las letras, eligiendo conscientemente ser ignorante y sabiamente indocto. A su ejemplo, por tanto, los religiosos deberían abandonar el estudio de la ciencia.

El Apóstol reprende a quienes, abandonado el trabajo manual, pasaban el tiempo en curiosear y en no hacer nada (2 Tes 3,11). Ahora bien, el estudio de la ciencia es una curiosidad. Por consiguiente, los religiosos no deberían dedicarse al estudio, dejando el trabajo manual.

[Encuadramiento histórico y doctrinal de la cuestión]

Este modo de pensar no es original de nuestros adversarios. Compendia la idea que tenía Juliano el Apóstata, el cual, como se sabe por la historia, forzó a los siervos de Cristo a que no hiciesen estudios de rango científico. Quienes ahora prohíben a los religiosos ese estudio, muestran ser imitadores suyos y usan un lenguaje manifiestamente contrario a lo que la Sagrada Escritura requiere.

En Is 5,13 se dice: Mi pueblo fue conducido al cautiverio, porque no tuvo conocimiento. Como aclara la Glosa, se trata de que el pueblo no quiso conocer. Ahora bien, la voluntaria falta de ciencia no sería castigada si su estudio no fuese laudable.

En Oseas 4,5-6 se dice: En la noche hice callar a tu madre. El pueblo se quedó mudo por falta de conocimiento. Porque rechazaste el conocimiento, yo te excluiré del ejercicio de mi sacerdocio. Con esto se muestra una vez más que la carencia de conocimiento es castigada gravemente.

A propósito de las palabras instrúyeme en la bondad, en la disciplina, en la ciencia (Sal 118,66), dice la Glosa: En la bondad, o sea, inspírame la caridad; en la disciplina, o sea, dame paciencia; en el conocer, o sea, ilumina mi mente. Aquella ciencia es provechosa que capacita al hombre para tener conocimiento de sí mismo.

Jerónimo escribiendo al monje Rústico, le dice: El libro no se aparte nunca de tus manos ni de tus ojos. Y añade: Ten gusto en el conocimiento de las Escrituras y no lo tendrás en los vicios de la carne.

Jerónimo también, en carta al monje Paulino, le dice: La santa rusticidad [incultura] aprovecha sólo a uno mismo, y en la medida en que con la santidad de vida edifica la Iglesia de Cristo, en esa misma perjudica por la incapacidad para resistir a quienes la destruyen. Con estas palabras queda claro que la ciencia de los santos es preferida a la santidad de los simples.

En la misma carta, después de haber enumerado los libros de la Sagrada Escritura, añade: Te ruego, hermano carísimo, que pienses una cosa. Pasar la vida en esto, meditar esto, no saber ninguna otra cosa, no buscar ninguna otra cosa, ¿no te parece que es tener ya aquí, en la tierra, la mansión propia del reino celestial? Por donde se ve que morar en el cielo es permanecer en el estudio de la Sagrada Escritura.

Es evidente que, para quienes están dedicados a la predicación, el estudio de la Sagrada Escritura es incumbencia principal.

Unas palabras del Apóstol merecen ser citadas en primer término. Dice, en efecto: Hasta que yo vaya, pon cuidado en la lectura, en la exhortación, en la doctrina (1 Tim 4,12). Por consiguiente, quienes hayan de ocuparse en exhortar y enseñar tienen necesidad de estudiar lo que leen.

Jerónimo, en carta al monje Rústico, le dice: Emplea mucho tiempo en aprender lo que después deberás enseñar. Y de nuevo: Si ante tus ojos brilla el atractivo de la clericatura, aprende para que puedas enseñar. A esto se añade lo que dice Gregorio: Se requiere que quienes velan en el ministerio de la predicación no cesen en el estudio de la lectura sagrada.

La vida de los religiosos está ordenada principalmente a la contemplación. Ahora bien, la lectura es parte de la contemplación, como dice Hugo de San Víctor’. Por consiguiente, los religiosos deben dedicarse al estudio.

Para asimilar la ciencia son principalmente idóneos aquellos que están más alejados de funciones carnales. Hacen al caso unas palabras bíblicas, a saber: ¿A quién se enseñará ciencia? ¿A quién se hará entender doctrina? A los ya destetados, a los arrancados de los pechos (Is 28,9). Por su parte, el Comentador dice que la castidad y las otras virtudes que dan dominio sobre las concupiscencias de la carne son especialmente apropiadas para asimilar las ciencias especulativas. Ahora bien, dado que los religiosos, gracias a la continencia y a la abstinencia, poseen mayor dominio sobre la concupiscencia de la carne, a ellos de manera especial les compete el estudio de las letras.

Más aún, la dedicación al estudio es laudable no sólo cuando tiene por objeto las letras sagradas [los misterios de la fe], sino también cuando se refiere a las seculares. Lo dice expresamente Jerónimo en carta al monje Panmaquio con estas palabras: Si amas a la mujer cautiva, o sea, si te cautiva la sabiduría secular, rápala, arráncale los atractivos de sus cabellos y corta, juntamente con las uñas, los adornos de sus palabras, lávala con la lejía de los profetas y, cuando descanses ya con ella, di: su izquierda bajo mi cabeza y su derecha me abrazará, de modo que la cautiva te dará muchas ‘crías’ y de Moabita será transformada en Israelita. Por donde se ve que también a los monjes les está permitido aprender las ciencias seculares, a condición de que los desaciertos que contienen sean extirpados de acuerdo con la regla de la Sagrada Escritura.

Agustín, por su parte, dice: Por lo que se refiere a los llamados filósofos, en el caso de que hayan dicho cosas verdaderas y ajustadas a nuestra fe, de modo especial los platónicos, no sólo no han de ser temidas, sino que ellos mismos, reconociéndose injustos poseedores, deberán dedicarlas a provecho nuestro.

A propósito del pasaje Daniel tomó la decisión de… (Dan 1,8), dice la Glosa: Quien rehúsa comer de la mesa del rey para no contaminarse, si advirtiese que conocer la sabiduría y la ciencia de los egipcios es pecado, jamás las hubiese aprendido; aprende, pero no para seguirla, sino para juzgarla y rebatirla. Si alguien sin saber nada de matemáticas escribe contra los matemáticos, o contra los filósofos ignorando la filosofía, ¿quién no se reirá de él, o no verá que merece esa burla?

De todo ello se sigue que, entre los religiosos, el estudio merece aprobación. Ha de versar principalmente sobre la Sagrada Escritura, sobre todo por parte de aquellos que están consagrados a la predicación.

[Respuesta a los argumentos de la impugnación]

Las palabras hay quienes están siempre aprendiendo, pero que no llegan nunca al conocimiento de la verdad (2 Tim 3,7), han sido escritas para reprender no a quienes se ocupan siempre en aprender, sino a quienes no llegan nunca al conocimiento de la verdad, como ocurre a quienes el estudio aparta de la verdad o rectitud de la fe; por lo cual el texto mismo dice a continuación: hombres merecedores de condena, con ideas deformadas acerca de la fe.

Gregorio dice que el anticristo contará con predicadores que conozcan la ciencia del mundo. Es verdad que usa estas palabras, como se ha visto. Pero las refiere a quienes, sirviéndose de la ciencia humana, inducen a deseos mundanos y a pecados. Por lo cual Gregorio añade inmediatamente la autoridad de Isaías: ¡Ay de la tierra que se hace sombra con las alas, que envía mensajeros por el mar y en naves de junco sobre las aguas (Is 18,1-2). Exponiendo estas palabras, Gregorio dice: Del papiro se hace el papel. ¿Qué puede significar el papiro, sino la ciencia secular? Naves de papiro simbolizan el corazón de doctores seculares. Enviar mensajeros en naves de junco sobre las aguas significa orientar la predicación de acuerdo con los criterios de sabios carnales y llamar a una vida de pecado a multitudes propensas a la caída.

La Glosa citada habla de los predicadores que el anticristo repartirá por el mundo después de su venida. Y esta explicación tiene allí amplio fundamento. Pero no por esto está permitido censurar que los religiosos posean la ciencia de ambos Testamentos, porque abusarán de ella, a no ser que se diga que la inocencia y limpieza de vida ha de ser censurada, porque ellos la simularán: lo cual es absurdo.

La ciencia infla, cuando no va acompañada de la caridad. Por lo cual la Glosa misma precisa: la ciencia infla si está sola. Después de estas palabras, que ya fueron citadas, la Glosa dice: Añadid la caridad a la ciencia, y la ciencia será provechosa. Así, pues, en quienes se dedican a obras de caridad, la ciencia es menos peligrosa. Si la ciencia hubiese de ser desechada porque alguien alguna vez se infla, por idéntica razón habría que desechar todas las obras buenas, porque, como dice Agustín, la soberbia acecha a las obras buenas para privarlas de su valor.

La objeción basada en la vida de San Benito se resuelve con prestar atención: él no dejó el estudio por aborrecer la ciencia, sino por temor a la vida y a la sociedad secular. Lo da a entender Gregorio cuando, ya al comienzo, dice de él que en Roma se había entregado al estudio de las letras, pero vio que esto abría para muchos el abrupto camino de los vicios; por lo cual, en cuanto había comenzado a poner el pie en el mundo, lo retrajo, no ocurriese que, con sólo empezar a saber, él fuese a dar, todo entero, en algún horrible precipicio. Por lo cual, también ahora, son de alabar quienes, abandonando la vida secular de estudiantes, ingresan en una orden religiosa en la cual pueden dedicarse al estudio.

La curiosidad lleva consigo una superflua y desordenada preocupación. Por lo cual, no sólo en estudios de letras, sino también en cualesquiera otros, la preocupación que nace de curiosidad es reprensible. Las palabras citadas del Apóstol reprenden a quienes, con bochornosa solicitud, se entrometían en los asuntos ajenos para tener con qué saciar el estómago. Y esto mismo es confirmado por la Glosa acerca de dicho pasaje. Ahora bien, decir que viven en holganza quienes se dedican al estudio de la Sagrada Escritura es contrario a la Glosa del Salmo, que dice comentando el texto: No es holgazán quien se dedica solamente al estudio de la palabra de Dios, afirma: No requiere mayor esfuerzo el trabajo exterior que el que se practica en la dedicación al conocimiento de la divinidad. La sabiduría misma es la obra suprema: María que escuchaba es antepuesta a Marta que servía.

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