Cuestión 11 – EL MAESTRO

 Quaestio 11

Cuestión 11
Prooemium Proemio

[54168] De veritate, q. 11 pr. 1

Primo utrum homo possit docere et dici magister vel solus Deus.

Primero, se pregunta si el hombre puede enseñar y ser llamado maestro o só­lo Dios.

Secundo utrum aliquis possit dici magister sui ipsius.

Segundo, si alguien puede ser llamado maestro de sí mismo.
Tertio utrum homo ab Angelo doceri possit. Tercero, si el hombre puede ser enseñado por el ángel.
Quarto utrum docere sit actus vitae activae vel contemplativae. Cuarto, si el enseñar es un acto de la vida activa o de la contemplativa.
 

Articulus 1 – Et primo quaeritur utrum homo possit docere et dici magister, vel solus Deus.

ARTÍCULO 1 – Si el hombre puede enseñar y ser llamado maestro o sólo Dios puede serlo[1].
Et videtur quod solus Deus doceat, et magister dici debeat. Parece que sólo Dios enseña y debe llamarse maestro.
OBJECIONES
[54174] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 1

Matth., XXIII, 8: unus est magister vester; et praecedit: nolite vocari Rabbi: super quo Glossa: ne divinum honorem hominibus tribuatis, aut quod Dei est, vobis usurpetis. Ergo magistrum esse et docere, solius Dei esse videtur.

 

1. Se lee en Mateo (23, 8): “Uno es vuestro maestro”; y también anterior­mente: “No queráis ser llamados maestros”. Sobre esto, la Glossa[2] comenta: “para que no tributéis a los hombres el honor divino ni usurpéis lo que pertenece a Dios”. Luego parece que ser maestro y enseñar sólo es propio de Dios.

[54175] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 2

Praeterea, si homo docet, nonnisi per aliqua signa: quia si etiam rebus ipsis aliqua docere videatur, ut puta si aliquo quaerente quid sit ambulare, aliquis ambulet, tamen hoc non sufficit ad docendum, nisi signum aliquod adiungatur, ut Augustinus probat in l. de magistro: eo quod in eadem re plura conveniunt, unde nescietur quantum ad quid de re illa demonstratio fiat; utrum quantum ad substantiam, vel quantum ad accidens aliquod eius. Sed per signa non potest deveniri in cognitionem rerum, quia rerum cognitio potior est quam signorum; cum signorum cognitio ad rerum cognitionem ordinetur sicut ad finem: effectus autem non est potior sua causa. Ergo nullus potest alii tradere cognitionem aliquarum rerum, et sic non potest eum docere.

 

2. Si el hombre enseña, sólo lo hace mediante signos; pues si bien parece que algunas cosas pueden enseñarse por sí mismas –por ejemplo, si alguien andase cuando le preguntaren qué es andar– sin embargo, esto no sería suficiente para la docencia si no se le añadiera también algún signo, como establece San Agustín en De magistro[3]. La razón de esto es que en la misma cosa confluyen mu­chos aspectos [plura], por lo que no sabríamos qué pertenece a su sustancia y qué a sus accidentes si sólo se mostrasen en sí mismas, y no a través de sus sig­nos. Pero, por otra parte, no se puede llegar a conocer las cosas sólo mediante los signos, porque el conocimiento de las cosas es de mayor valor que el cono­cimiento de los signos; pues el conocimiento de estos se ordena al conocimiento de las cosas como a su fin; del mismo modo que el efecto no es superior a su causa. Luego nadie puede trasmitir a otros el conocimiento de ninguna cosa, ni por consiguiente enseñarle.

[54176] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 3

Praeterea, si aliquarum rerum signa alicui proponantur per hominem; aut ille cui proponuntur, cognoscit res illas quarum sunt signa, aut non. Si quidem res illas cognoscit, de eis non docetur. Si vero non cognoscit, ignoratis autem rebus, nec signorum significationes cognosci possunt; quia enim nescit hanc rem quae est lapis, non potest scire quid hoc nomen lapis significet. Ignorata vero significatione signorum, per signa non potest aliquis aliquid addiscere. Si ergo homo nihil aliud faciat ad doctrinam quam signa proponere, videtur quod homo ab homine doceri non possit.

 

3. Cuando un hombre propone a otro los signos de algunas cosas, o bien éste conoce dichas cosas a las que se refieren los signos, o bien no las conoce. Si ya las conoce, no es enseñado acerca de ellas; pero si no las conoce, tampoco pue­de conocer el significado de sus signos; pues, por ejemplo, quien ignora que tal cosa es una piedra, no puede saber lo que la palabra “piedra” significa. Por tan­to, si se ignora el significado de los signos, no se puede aprender nada mediante ellos. Luego, si cuando un hombre enseña no hace otra cosa que proponer sig­nos, parece que el hombre no puede ser enseñado por otro hombre.

[54177] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 4

Praeterea, docere nihil aliud est quam scientiam in alio aliquo modo causare. Sed scientiae subiectum est intellectus; signa autem sensibilia, quibus solummodo videtur homo posse docere, non perveniunt usque ad partem intellectivam, sed sistunt in potentia sensitiva. Ergo homo ab homine doceri non potest.

 

4. Enseñar no es más que causar la ciencia en otro de algún modo. Pero el sujeto de la ciencia es el entendimiento, y los signos sensibles –que parecen ser los únicos medios por los cuales puede enseñar el hombre– no alcanzan a la potencia intelectiva, sino que se detienen en la sensitiva. Luego un hombre no puede ser enseñado por otro hombre.

[54178] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 5

Praeterea, si scientia in uno causatur ab alio; aut scientia inerat addiscenti, aut non inerat. Si non inerat, et in homine ab alio causatur; ergo unus homo in alio scientiam creat; quod est impossibile. Si autem prius inerat; aut inerat in actu perfecto, et sic causari non potest, quia quod est, non fit; aut inerat secundum rationem seminalem: rationes autem seminales per nullam virtutem creatam in actum educi possunt, sed a Deo solo naturae inseruntur, ut Augustinus dicit super Genes. ad litteram. Ergo relinquitur quod unus homo nullo modo alium docere possit

 

5. Aun suponiendo que la ciencia fuera causada en alguien por otro, o bien se hallaba ya la ciencia en el discente, o bien no estaba. Si no estaba, entonces la ciencia en el hombre es causada por otro; entonces un hombre crea la ciencia en otro, lo cual es imposible. Pero si la ciencia ya estaba en el que aprende, o bien estaba en plenitud [en acto perfecto] –y así no podría ser causada, porque lo que ya existe no se hace de nuevo– o bien estaba en forma de razones germinales [seminales]. Sin embargo, las razones germinales no pueden ser actualizadas por ninguna fuerza [virtutem] creada, sino que son infundidas por Dios en la naturaleza, como dice San Agustín[4] en De Genesi ad litteram. Luego sólo queda pensar que un hombre de ningún modo puede enseñar a otro.

[54179] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 6

Praeterea, scientia quoddam accidens est. Accidens autem non transmutat subiectum. Cum ergo doctrina nihil aliud esse videatur nisi transfusio scientiae de magistro in discipulum, ergo unus homo alium docere non potest.

 

6. La ciencia es un cierto accidente; y el accidente no se muda de sujeto. Pe­ro la enseñanza no parece ser otra cosa que la transmisión de ciencia del maes­tro al discípulo. Luego un hombre no puede enseñar a otro.

[54180] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 7

Praeterea, Rom., X, 17, super illud, fides ex auditu, dicit Glossa: licet Deus intus doceat, praeco tamen exterius annuntiat. Scientia autem interius in mente causatur, non autem exterius in sensu. Ergo homo a solo Deo docetur, non ab alio homine.

 

7. En Romanos (10, 17) se dice: “la fe llega por el oído”; y añade la Glossa[5]: “aunque Dios enseñe interiormente, el predicador anuncia exteriormente”. Aho­ra bien, la ciencia se origina interiormente en la mente, y no exteriormente en los sentidos. Luego el hombre sólo es enseñado por Dios, y no por otro hombre.

[54181] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 8

Praeterea, Augustinus dicit in Lib. de magistro: solus Deus cathedram habet in caelis, qui veritatem docet in terris; alius homo sic se habet ad cathedram sicut agricola ad arborem. Agricola autem non est factor arboris, sed cultor. Ergo nec homo potest dici doctor scientiae, sed ad scientiam dispositor.

 

8. Dice San Agustín[6] en De magistro: “Sólo Dios, que tiene cátedra en los cielos, enseña la verdad en la tierra; el hombre es respecto a esta cátedra lo que el agricultor respecto al árbol.” Así pues, el agricultor no es el autor del árbol, sino su cultivador. Luego tampoco el hombre puede ser llamado doctor [dador] de la ciencia, sino sólo preparador [dispositor] de ella.

[54182] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 9

Praeterea, si homo est verus doctor, oportet quod veritatem doceat. Sed quicumque docet veritatem, mentem illuminat, cum veritas sit lumen mentis. Ergo homo mentem illuminabit, si docet. Sed hoc est falsum, cum Deus sit qui omnem hominem venientem in hunc mundum illuminet Ioann. I, 9. Ergo homo non potest alium vere docere.

 

9. Si el hombre es verdaderamente doctor conviene que enseñe la verdad. Pe­ro quien enseña la verdad ilumina la mente, porque la verdad es luz de la mente. Por consiguiente el hombre iluminará la mente si enseña la verdad. Sin embar­go, esto es falso, pues es Dios quien “ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Juan, 1, 9). Luego el hombre, verdaderamente, no puede enseñar.

[54183] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 10

Praeterea, si unus homo alium docet, oportet quod eum faciat de potentia scientem actu scientem. Ergo oportet quod eius scientia educatur de potentia in actum. Quod autem de potentia in actum educitur, necesse est quod mutetur. Ergo scientia vel sapientia mutabitur; quod est contra Augustinum, in Lib. LXXXIII quaestionum, qui dicit, quod sapientia accedens homini, non ipsa mutatur, sed hominem mutat.

 

10. Si un hombre enseña a otro conviene que le haga pasar de cognoscente en potencia a cognoscente en acto. Por lo cual, su ciencia es llevada [educida] de la potencia al acto. Sin embargo, todo lo que pasa de potencia a acto es nece­sario que cambie. Luego la ciencia o la sabiduría también se mutarán; pero esto es contrario a la afirmación de San Agustín en Liber de diversis quaestionibus LXXXIII[7]: “la sabiduría que afecta al hombre no cambia ella misma, sino que cambia al hombre”.

[54184] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 11Praeterea, scientia nihil aliud esse videtur quam descriptio rerum in anima, cum scientia esse dicatur assimilatio scientis ad scitum. Sed unus homo non potest in alterius anima describere rerum similitudines: sic enim interius operaretur in ipso; quod solius Dei est. Ergo unus homo alium docere non potest.  

11. La ciencia no parece ser otra cosa que la representación de las cosas en el alma; pues según se dice, la ciencia consiste en la asimilación del cognoscente a lo conocido. Pero un hombre no puede representar las imágenes de las cosas en el alma de otro hombre, porque entonces obraría internamente en él, lo cual sólo es propio de Dios. Luego un hombre no puede enseñar a otro.

[54185] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 12

Praeterea, Boetius dicit in Lib. de consolatione, quod per doctrinam solummodo mens hominis excitatur ad sciendum. Sed ille qui excitat intellectum ad sciendum, non facit eum scire; sicut ille qui excitat aliquem ad videndum corporaliter, non facit eum videre. Ergo unus homo non facit alium scire; et ita non proprie potest dici quod eum doceat.

 

12. Dice Boecio[8] en De philosophiae consolatione que sólo por la enseñanza se estimula [es excitada] la mente humana para saber. Pero quien estimula el entendimiento para conocer no por ello le hace conocer; del mismo modo que quien estimula a ver corporalmente a otro, no le hace ver. Luego un hombre no hace saber a otro, y entonces no puede propiamente decirse que le enseñe.

[54186] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 13

Praeterea, ad scientiam requiritur cognitionis certitudo; alias non est scientia, sed opinio vel credulitas, ut Augustinus dicit in Lib. de magistro. Sed unus homo non potest in altero certitudinem facere per signa sensibilia quae proponit: quod enim est in sensu, magis est obliquum eo quod est in intellectu; certitudo autem semper fit per aliquid magis rectum. Ergo unus homo alium docere non potest.

 

13. La ciencia exige certeza en el conocimiento, pues de otra manera no sería ciencia, sino opinión o creencia [credulidad], como dice San Agustín[9] en De magistro. Pero un hombre no puede causar la certeza en otro mediante los signos sensibles que le propone; pues lo sensible se refiere a la esencia de lo cono­cido de modo más indirecto [oblicuo] que lo inteligible y la certeza que alcanza con la referencia directa [recta] a la esencia. Luego un hombre no puede ense­ñar a otro.

[54187] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 14

Praeterea, ad scientiam non requiritur nisi lumen intelligibile et species. Sed neutrum potest in uno homine ab alio causari: quia oporteret quod homo aliquid crearet, cum huiusmodi formae simplices non videantur posse produci nisi per creationem. Ergo homo non potest in alio scientiam causare, et sic nec docere.

 

14. Para la ciencia no se requiere más que la luz inteligible y las especies [del conocimiento]. Pero ni una ni las otras pueden ser causadas por un hombre en otro, pues esto supondría que un hombre pudiera crear algo; ya que estas formas simples parece que sólo pueden producirse por creación. Luego el hom­bre no puede ser causa de la ciencia en otro, ni por consiguiente tampoco ense­ñar.

[54188] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 15

Praeterea, nihil potest formare mentem hominis nisi solus Deus, ut Augustinus dicit. Scientia autem, quaedam forma mentis est. Ergo solus Deus scientiam in anima causat.

 

15. Solamente Dios puede formar la mente del hombre, como dice San Agustín[10]. Pero la ciencia es una cierta forma de la mente. Luego sólo Dios cau­sa la ciencia en el alma.

[54189] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 16

Praeterea, sicut culpa est in mente, ita et ignorantia. Sed solus Deus purgat mentem a culpa: Isa., XLIII, 25: ego sum (…) qui deleo iniquitates tuas propter me. Ergo solus Deus purgat mentem ab ignorantia; et ita solus docet.

 

16. Así como la culpa está en la mente, también lo está la ignorancia. Pero sólo Dios purifica a la mente de culpa, según Isaías (43, 25): “soy Yo quien borro tus iniquidades por Mí mismo”. Luego sólo Dios purifica la mente de la ignorancia y, por lo tanto, sólo Él enseña.

[54190] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 17

Praeterea, cum scientia sit certitudinalis cognitio, ab illo aliquis scientiam accipit per cuius locutionem certificatur. Non autem certificatur aliquis ex hoc quod audit hominem loquentem; alias oporteret quod quidquid alicui ab homine dicitur, pro certo ei constaret. Certificatur autem solum secundum quod interius audit veritatem loquentem, quam consulit etiam de his quae ab homine audit, ut certus fiat. Ergo homo non docet, sed veritas quae interius loquitur, quae est Deus.

 

17. Si la ciencia es un conocimiento cierto, cada uno recibe la ciencia por la palabra de áquel que se la manifiesta como cierta. Pero nadie adquiere la certeza simplemente por oír hablar a otro hombre; si así fuera, todo lo que alguien dije­ra a otro le constaría como cierto. Sin embargo, esto sólo ocurre cuando oye la verdad que habla interiormente, a la cual consulta también sobre lo que oye del otro para que le conste como cierto. Luego no es el hombre el que enseña, sino la verdad que habla interiormente, que es Dios.

[54191] De veritate, q. 11 a. 1 arg. 18

Praeterea, nullus per locutionem alterius addiscit illa quae ante locutionem etiam interrogatus respondisset. Sed discipulus, antequam ei magister loquatur, responderet interrogatus de his quae magister proponit: non enim doceretur ex locutione magistri, nisi ita se habere cognosceret sicut magister proponit. Ergo unus homo non docetur per locutionem alterius hominis.

 

18. Por último, nadie aprende por la locución de otro aquello a lo que hubie­se podido responder si hubiese sido interrogado previamente. Pero el discípulo podría responder, incluso antes de que el maestro hablase, si le preguntaran por lo que el maestro propone; pues no podría ser enseñado por la locución del maestro a no ser que conociese las cosas tal como el maestro le propone. Luego un hombre no puede ser enseñado por la locución de otro hombre.

EN CONTRA
[54192] De veritate, q. 11 a. 1 s. c. 1

Sed contra. Est quod dicitur II Timoth. I, 11: in quo positus sum ego praedicator (…) et magister gentium. Ergo homo potest et esse et dici magister.

 

1. Se dice en 2 Timoteo (1, 11): “fuí constituido heraldo y maestro de los gentiles”. Luego el hombre también puede ser y ser llamado maestro.

[54193] De veritate, q. 11 a. 1 s. c. 2

Praeterea, II Timoth., III, 14: tu vero permane in his, quae didicisti, et credita sunt tibi. Glossa: a me tamquam a vero doctore; et sic idem quod prius.

 

2. Se dice en 2 Timoteo (3, 14): “tú, permanece en lo que has aprendido y has creído”; y sigue la Glossa[11]: “de mí, como de verdadero doctor”. Y así se concluye como lo anterior.

[54194] De veritate, q. 11 a. 1 s. c. 3

Praeterea, Matth. XXIII, 8 et 9, simul dicitur: unus est magister vester, et unus est pater vester. Sed hoc quod Deus est pater omnium, non excludit quin etiam homo vere possit dici pater. Ergo etiam per hoc non excluditur quin homo vere possit dici magister.

 

3. En Mateo (23, 8 y 9) se dice al mismo tiempo: “Uno es vuestro maestro”, y “Uno es vuestro Padre”. Pero el que Dios sea padre de todos no impide que también el hombre pueda ser llamado verdaderamente padre. Luego tampoco ha de excluirse que el hombre pueda ser llamado maestro.

[54195] De veritate, q. 11 a. 1 s. c. 4

Praeterea, Roman. X, 15, super illud: quam speciosi supra montes etc. dicit Glossa: isti sunt pedes qui illuminant Ecclesiam. Loquitur autem de apostolis. Cum ergo illuminare sit actus doctoris, videtur quod hominibus docere competat.

 

4. Sobre lo que se dice en Romanos (10, 15): “qué hermosos son sobre los montes”, etc.; y añade la Glossa[12]: “estos son los pies que iluminan a la Iglesia”; se habla, por supuesto, de los Apóstoles. Luego, como iluminar es un acto de los que enseñan, parece que compete enseñar a los hombres.

[54196] De veritate, q. 11 a. 1 s. c. 5

Praeterea, ut dicitur in IV Meteororum, unumquodque tunc est perfectum quando potest simile sibi generare. Sed scientia est quaedam cognitio perfecta. Ergo homo qui habet scientiam, potest alium docere.

 

5. Como se dice en Meteorum[13], algo es perfecto cuando puede engendrar al­go semejante a sí mismo. Pero la ciencia es cierto conocimiento perfecto. Luego el hombre que tiene ciencia puede enseñar a otro.

[54197] De veritate, q. 11 a. 1 s. c. 6

Praeterea, Augustinus in libro contra Manich. dicit, quod sicut terra, quae ante peccatum fonte irrigabatur, post peccatum indiguit pluvia de nubibus descendente; ita mens humana, quae per terram significatur, fonte veritatis ante peccatum fecundabatur, post peccatum vero indiget doctrina aliorum, quasi pluvia descendente de nubibus. Ergo saltem post peccatum homo ab homine docetur.

 

6. San Agustín[14] dice en Contra Manichaeos que así como la tierra, antes del pecado se irrigaba por la fuente, pero despues del pecado necesita la lluvia que baja de las nubes, así la mente humana –simbolizada aquí por la tierra– era ferti­lizada por la fuente de la verdad antes del pecado; pero después del pecado pre­cisa la enseñanza de otros, como una lluvia que baja de las nubes. Luego, des­pués del pecado, un hombre puede ser enseñado por otro.

SOLUCIÓN
[54198] De veritate, q. 11 a. 1 co.Responsio. Dicendum, quod in tribus eadem opinionum diversitas invenitur: scilicet in eductione formarum in esse, in acquisitione virtutum, et in acquisitione scientiarum. Quidam enim dixerunt, formas omnes sensibiles esse ab agente extrinseco, quod est substantia vel forma separata, quam appellant datorem formarum vel intelligentiam agentem; et quod omnia inferiora agentia naturalia non sunt nisi sicut praeparantia materiam ad formae susceptionem. Similiter etiam Avicenna dicit in sua Metaphys., quod habitus honesti causa non est actio nostra; sed actio prohibet eius contrarium, et adaptat ad illum, ut accidat hic habitus a substantia perficiente animas hominum, quae est intelligentia agens, vel substantia ei consimilis. Similiter etiam ponunt, quod scientia in nobis non efficitur nisi ab agente separato; unde Avicenna ponit in VI de naturalibus, quod formae intelligibiles effluunt in mentem nostram ab intelligentia agente. En tres asuntos se encuentra la misma diversidad de opiniones: en la educ­ción de las formas al ser, en la adquisición de la virtud, y en la adquisición de las ciencias. En primer lugar, algunos dijeron que todas las formas sensibles son extrínsecamente causadas por un agente, que es sustancia o forma separada –a la que llaman “donante de formas” o entendimiento agente–, y que todos los agentes naturales inferiores no son sino preparadores de la materia para recibir la forma. De manera semejante dice Avicena[15] en su Metaphysica que la causa del hábito bueno no es nuestra acción; sino que ésta sólo impide el hábito opuesto y predispone para recibir el efecto de la sustancia que perfecciona las almas humanas, la cual es el entendimiento agente u otra sustancia similar. Del mismo modo, también dicen que la ciencia no se lleva a cabo en nosotros, sino por la acción de un agente separado; por eso afirma Avicena[16] en De naturalibus que las formas inteligibles fluyen a nuestra mente desde el entendimiento agen­te.
Quidam vero e contrario opinati sunt; scilicet quod omnia ista rebus essent indita, nec ab exteriori causam haberent, sed solummodo quod per exteriorem actionem manifestantur. Posuerunt enim quidam, quod omnes formae naturales essent actu in materia latentes, et quod agens naturale nihil aliud facit quam extrahere eas de occulto in manifestum. Similiter etiam aliqui posuerunt, quod omnes virtutum habitus nobis sunt inditi a natura; sed per exercitium operum removentur impedimenta, quibus praedicti habitus quasi occultabantur; sicut per limationem aufertur rubigo, ut claritas ferri manifestetur. Similiter etiam aliqui dixerunt quod animae est omnium scientia concreata; et per huiusmodi doctrinam et huiusmodi scientiae exteriora adminicula nihil fit aliud nisi quod anima deducitur in recordationem vel considerationem eorum quae prius scivit; unde dicunt, quod addiscere nihil est aliud quam reminisci. En segundo lugar, otros han opinado lo contrario; esto es, que todas estas formas son intrínsecas a las cosas y no tienen causa externa sino que sólo se manifiestan por las acciones exteriores. En consecuencia, algunos afirmaron que todas las formas naturales estaban en acto en la materia, si bien de manera laten­te, y que el agente natural no hace sino extraer las formas, desde lo oculto a lo manifiesto. De modo semejante, sostuvieron algunos que todos los hábitos de las potencias nos son dados por naturaleza, y que por el ejercicio de las obras se eliminan los impidimentos que velaban dichos hábitos; del mismo modo que por la lima se quita la herrumbre para que luzca el brillo del hierro. De manera semejante otros afirmaron que la ciencia de las cosas es concreada con el alma, y que mediante la enseñanza y demás ayudas externas de la ciencia, sólo se lleva al alma al recuerdo de lo que antes sabía; por lo cual dicen que aprender no es sino recordar.
Utraque autem istarum opinionum est absque ratione. Prima enim opinio excludit causas propinquas, dum effectus omnes in inferioribus provenientes, solis causis primis attribuit; in quo derogatur ordini universi, qui ordine et connexione causarum contexitur: dum prima causa ex eminentia bonitatis suae rebus aliis confert non solum quod sint, sed et quod causae sint. Secunda etiam opinio in idem quasi inconveniens redit: cum enim removens prohibens non sit nisi movens per accidens, ut dicitur VIII Physic.; si inferiora agentia nihil aliud faciunt quam producere de occulto in manifestum, removendo impedimenta, quibus formae et habitus virtutum et scientiarum occultabantur: sequetur quod omnia inferiora agentia non agant nisi per accidens. Pero ambas opiniones carecen de fundamento. La primera opinión excluye las causas próximas, atribuyendo solamente a las causas primeras todos los efectos provenientes de las causas inferiores. Por lo cual se deroga el orden del universo que se entreteje con el orden y conexión de las causas, puesto que la causa primera, por la eminencia de su bondad, no sólo confiere el ser a las co­sas, sino también el que ellas mismas sean causas. La segunda opinión cae casi en el mismo defecto, puesto que aquello que elimina obstáculos sólo mueve por accidente, como dice Aristóteles[17] en Physica. Y si los agentes inferiores, al remover los obstáculos en los que se ocultaban las formas y los hábitos de las virtudes y las ciencias, sólo manifiestan lo oculto, se concluye que los agentes inferiores sólo obran contingente o accidentalmente.
Et ideo, secundum doctrinam Aristotelis, via media inter has duas tenenda est in omnibus praedictis. Formae enim naturales praeexistunt quidem in materia, non in actu, ut alii dicebant, sed in potentia solum, de qua in actum reducuntur per agens extrinsecum proximum, non solum per agens primum, ut alia opinio ponebat. Similiter etiam secundum ipsius sententiam in VI Ethicorum, virtutum habitus ante earum consummationem praeexistunt in nobis in quibusdam naturalibus inclinationibus, quae sunt quaedam virtutum inchoationes, sed postea per exercitium operum adducuntur in debitam consummationem. Similiter etiam dicendum est de scientiae acquisitione; quod praeexistunt in nobis quaedam scientiarum semina, scilicet primae conceptiones intellectus, quae statim lumine intellectus agentis cognoscuntur per species a sensibilibus abstractas, sive sint complexa, sicut dignitates, sive incomplexa, sicut ratio entis, et unius, et huiusmodi, quae statim intellectus apprehendit. In istis autem principiis universalibus omnia sequentia includuntur, sicut in quibusdam rationibus seminalibus. Quando ergo ex istis universalibus cognitionibus mens educitur ut actu cognoscat particularia, quae prius in universali et quasi in potentia cognoscebantur, tunc aliquis dicitur scientiam acquirere. Por tanto, según la doctrina de Aristóteles, se ha de mantener una vía inter­media entre las dos posiciones antedichas. Pues las formas naturales preexisten ciertamente en la materia, pero no en acto –como dicen unos– sino sólo en po­tencia; desde la cual son actualizadas por un agente extrínseco y próximo, y no sólo por el primer agente –como sostenían los otros–. De manera semejante acontece –también según la afirmación de Aristóteles[18] en Ethica–, con los hábi­tos de las potencias: antes de que se desarrollen, preexisten en nosotros como ciertas inclinaciones naturales, las cuales son ciertas incoaciones de virtud que posteriormente, mediante las acciones, alcanzan la debida consumación. Y lo mismo puede decirse sobre la adquisición de la ciencia: que preexisten en noso­tros ciertas semillas de las ciencias –o sea, las primeras concepciones del entendimiento– que son conocidas de inmediato por la luz del entendimiento agente a través de las especies abstraídas de los sensibles, ya sean complejas como las propiedades [dignitates], ya sean simples como las nociones de ente, de uno y cosas similares que el entendimiento aprehende inmediatamente. En dichos principios universales están incluídos todo lo que se deriva de ellos como en ciertas razones seminales. Por consiguiente, cuando desde estos conocimientos universales la mente es llevada a conocer en acto las cosas particulares, que antes eran conocidas de modo universal y como en potencia, entonces se dice que alguien adquiere ciencia.
Sciendum tamen est, quod in rebus naturalibus aliquid praeexistit in potentia dupliciter. Uno modo in potentia activa completa; quando, scilicet, principium intrinsecum sufficienter potest perducere in actum perfectum, sicut patet in sanatione: ex virtute enim naturali quae est in aegro, aeger ad sanitatem perducitur. Alio modo in potentia passiva; quando, scilicet, principium intrinsecum non sufficit ad educendum in actum, sicut patet quando ex aere fit ignis; hoc enim non poterat fieri per aliquam virtutem in aere existentem. Quando igitur praeexistit aliquid in potentia activa completa, tunc agens extrinsecum non agit nisi adiuvando agens intrinsecum, et ministrando ei ea quibus possit in actum exire; sicut medicus in sanatione est minister naturae, quae principaliter operatur, confortando naturam, et apponendo medicinas, quibus velut instrumentis natura utitur ad sanationem. Quando vero aliquid praeexistit in potentia passiva tantum, tunc agens extrinsecum est quod educit principaliter de potentia in actum; sicut ignis facit de aere, qui est potentia ignis, actu ignem. Scientia ergo praeexistit in addiscente in potentia non pure passiva, sed activa; alias homo non posset per seipsum acquirere scientiam. Sin embargo, hay que tener en cuenta que algo preexiste en potencia en las cosas naturales de dos modos. De un primer modo, algo preexiste en potencia activa completa cuando el principio intrínseco puede llevar por sí mismo al acto perfecto, tal como ocurre en la curación, pues el enfermo recobra la salud por la virtud natural que hay en él. De un segundo modo, algo preexiste en potencia pasiva cuando el principio intrínseco no es suficiente para llevar al acto; por ejemplo, cuando del aire se origina el fuego, lo cual no podría hacerse mediante alguna potencia existente en el aire. Por eso, cuando algo preexiste en potencia activa completa, el agente extrínseco sólo actúa ayudando al agente intrínseco y le suministra aquello con lo que pueda hacer salir el acto. Así, el médico, cuan­do cura, es servidor de la naturaleza –que es quien principalmente actúa–, con­fortándola y proporcionándole las medicinas, de las que la naturaleza se sirve como instrumentos para restaurar la salud. Pero cuando algo está sólo en poten­cia pasiva, entonces el agente extrínseco es el que lleva principalmente de la potencia al acto. Así ocurre cuando el aire, que está en potencia respecto al fue­go, deviene fuego en acto. Según esto, la ciencia preexiste en el que aprende, no en potencia puramente pasiva, sino en potencia activa; pues de no ser así, el hombre no podría adquirir la ciencia por sí mismo.
Sicut ergo aliquis dupliciter sanatur: uno modo per operationem naturae tantum, alio modo a natura cum adminiculo medicinae; ita etiam est duplex modus acquirendi scientiam: unus, quando naturalis ratio per seipsam devenit in cognitionem ignotorum; et hic modus dicitur inventio; alius, quando naturali rationi aliquis exterius adminiculatur, et hic modus dicitur disciplina. Luego de la misma manera que alguien puede curarse de dos modos –de un modo, por la mera acción natural; de un segundo modo, por la acción natural reforzada por las medicinas–, también hay un doble modo de adquirir ciencia: de un primer modo, cuando la razón natural llega por sí sola al conocimiento de lo que ignoraba –y a este modo se le llama descubrimiento o invención [inven­tio]–; de un segundo modo, cuando la razón natural es ayudada por alguien des­de fuera de ella –y a este modo se le llama enseñanza [disciplina]–.
In his autem quae fiunt a natura et arte, eodem modo ars operatur, et per eadem media, quibus et natura. Sicut enim natura in eo qui ex frigida causa laborat, calefaciendo induceret sanitatem, ita et medicus; unde et ars dicitur imitari naturam. Et similiter etiam contingit in scientiae acquisitione, quod eodem modo docens alium ad scientiam ignotorum deducit sicuti aliquis inveniendo deducit seipsum in cognitionem ignoti. No obstante, conviene tener en cuenta que en las cosas que son producidas por la naturaleza o por el arte, el arte obra del mismo modo y por los mismos medios que la naturaleza. Por eso, el médico actúa como la naturaleza: al que enferma por enfriamiento, le devuelve la salud calentándolo. De ahí que se afirme que el arte imita a la naturaleza. En la adquisición de la ciencia también ocurre algo semejante: quien enseña lleva a otro a la ciencia de lo ignorado, del mismo modo que quien descubre algo se lleva a sí mismo, indagando, al cono­cimiento de lo que ignoraba.
Processus autem rationis pervenientis ad cognitionem ignoti inveniendo est ut principia communia per se nota applicet ad determinatas materias, et inde procedat in aliquas particulares conclusiones, et ex his in alias; unde et secundum hoc unus alium dicitur docere quod istum decursum rationis, quem in se facit ratione naturali, alteri exponit per signa et sic ratio naturalis discipuli, per huiusmodi sibi proposita, sicut per quaedam instrumenta, pervenit in cognitionem ignotorum. Sicut igitur medicus dicitur causare sanitatem in infirmo natura operante, ita etiam homo dicitur causare scientiam in alio operatione rationis naturalis illius: et hoc est docere; unde unus homo alium docere dicitur, et eius esse magister. Et secundum hoc dicit philosophus, I posteriorum, quod demonstratio est syllogismus faciens scire. Si autem aliquis alicui proponat ea quae in principiis per se notis non includuntur, vel includi non manifestantur, non faciet in eo scientiam, sed forte opinionem, vel fidem; quamvis hoc etiam aliquo modo ex principiis innatis causetur. Ex ipsis enim principiis per se notis considerat, quod ea quae ex eis necessario consequuntur, sunt certitudinaliter tenenda; quae vero eis sunt contraria, totaliter respuenda; aliis autem assensum praebere potest, vel non praebere. El proceso de la razón, cuando llega al conocimiento de lo que ignoraba a través de la indagación, es como aplicar los primeros principios evidentes de suyo a determinadas materias, y de ahí pasar a algunas conclusiones particula­res, y de éstas a otras distintas. Según esto, se dice que uno enseña en cuanto que este proceso racional –que realiza la razón natural por sí misma– lo expone a otro por medio de signos; y así la razón natural del discípulo, mediante estos signos propuestos –como por ciertos instrumentos–, llega al conocimiento de lo que ignoraba. Y del mismo modo que se dice que el médico es causa de la cura­ción en el enfermo al favorecer la acción de la naturaleza, así se dice también que un hombre causa la ciencia en otro al favorecer la acción de su razón natu­ral: y esto es enseñar. Por eso se dice que un hombre enseña a otro y es su maes­tro. Y según esto, dice el Filósofo[19] en Analytica Posteriora que “la demostra­ción es el silogismo que produce ciencia”. Mas si alguien propusiera a otro co­sas que no están contenidas en los primeros principios evidentes de suyo, o que estando incluídas en ellos no se pusieran de manifiesto, no se producirá en él la ciencia, sino a lo sumo convicción [opinionem] o fe; aunque también esto es causado de algún modo por dichos principios innatos: pues considera desde estos mismos principios evidentes de suyo que aquello que se sigue necesaria­mente de ellos ha de ser afirmado con certeza, o lo que les es contrario, ha de ser firmemente rechazado. En los demás casos, puede darse o no el asentimien­to.
Huiusmodi autem rationis lumen, quo principia huiusmodi nobis sunt nota, est nobis a Deo inditum, quasi quaedam similitudo increatae veritatis in nobis resultans. Unde, cum omnis doctrina humana efficaciam habere non possit nisi ex virtute illius luminis; constat quod solus Deus est qui interius et principaliter docet, sicut natura interius et principaliter sanat; nihilominus homo et sanare et docere proprie dicitur modo praedicto. De la misma manera, la luz de la razón, por la que los primeros principios son para nosotros evidentes de este modo, ha sido inspirada por Dios para noso­tros como una cierta semejanza de la verdad increada que resplandece en noso­tros. Por consiguiente, como toda enseñanza humana no puede tener eficacia a no ser en virtud de aquella luz, consta que solo Dios es quien principal e inte­riormente enseña, de la misma manera que también es la naturaleza quien prin­cipal e interiormente sana. Con todo, se dice propiamente lo anterior, esto es: que el hombre verdaderamente enseña y es maestro.
RESPUESTAS
[54199] De veritate, q. 11 a. 1 ad 1

Ad primum ergo dicendum, quod quia dominus praeceperat discipulis ne vocarentur magistri, ne posset intelligi hoc esse prohibitum absolute. Glossa exponit qualiter haec prohibitio sit intelligenda. Prohibemur enim hoc modo hominem vocare magistrum, ut ei principalitatem magisterii attribuamus, quae Deo competit; quasi in hominum sapientia spem ponentes, et non magis de his quae ab homine audimus, divinam veritatem consulentes, quae in nobis loquitur per suae similitudinis impressionem, qua de omnibus possumus iudicare.

 

1. Aunque el Señor mandara a sus discípulos que no se llamaran maestros, no debe entenderse que esto fuera una prohibición absoluta, y la Glossa expone cómo ha de ser entendida esta prohibición: se nos prohibe de este modo llamar maestro al hombre para que no le atribuyamos la primacía del magisterio que compete a Dios; como si pusieramos nuestra esperanza en la sabiduría de los hombres, más que en lo que hemos oído por medio de ellos, sin consultar a la vez con la verdad divina que habla en nosotros por medio de la impronta de su semejanza por la que podemos juzgar de todo.

[54200] De veritate, q. 11 a. 1 ad 2

Ad secundum dicendum, quod cognitio rerum in nobis non efficitur per cognitionem signorum, sed per cognitionem aliarum rerum magis certarum, scilicet principiorum, quae nobis per aliqua signa proponuntur, et applicantur ad aliqua quae prius nobis erant ignota simpliciter, quamvis essent nobis nota secundum quid, ut dictum est. Cognitio enim principiorum facit in nobis scientiam conclusionum, non cognitio signorum.

 

2. El conocimiento de las cosas no se produce en nosotros por el conoci­miento de los signos, sino debido al conocimiento de otras cosas más ciertas, a saber, los principios que se nos proponen mediante el conocimiento de algunos signos y se aplican a otras cosas que antes nos resultaban desconocidas de ma­nera absoluta [simpliciter], aunque las conociéramos relativamente [secundum quid], como se ha dicho. Por lo tanto, el conocimiento de los principios, y no el conocimiento de los signos, causa en nosotros la ciencia de las conclusiones.

[54201] De veritate, q. 11 a. 1 ad 3

Ad tertium dicendum, quod illa de quibus per signa edocemur, cognoscimus quidem quantum ad aliquid, et quantum ad aliquid ignoramus; utpote si docemur quid est homo, oportet quod de eo praesciamus aliquid: scilicet rationem animalis, vel substantiae, aut saltem ipsius entis, quae nobis ignota esse non potest. Et similiter si doceamur aliquam conclusionem, oportet praescire de passione et subiecto quid sunt, etiam principiis, per quae conclusio docetur, praecognitis; omnis enim disciplina fit ex praeexistenti cognitione, ut dicitur in principio posteriorum. Unde ratio non sequitur.

 

3. Las cosas que se nos enseñan mediante signos, ciertamente las conocemos ya en parte, y en parte las ignoramos. Por ejemplo, si nos enseñan qué es el hombre, es necesario que sepamos previamente algo de él: a saber, que es ani­mal racional, que es una sustancia o, al menos, que es un ente; y éstas son cosas que no podemos ignorar. Del mismo modo, si se nos enseña alguna conclusión es necesario saber previamente que sean el sujeto y el predicado, y también los principios de los que deriva la conclusión que se enseña; “pues toda enseñanza parte de conocimientos previos”, como se dice al principio de Analytica Posteriora[20]. Luego el argumento no es concluyente.

[54202] De veritate, q. 11 a. 1 ad 4

Ad quartum dicendum, quod ex sensibilibus signis, quae in potentia sensitiva recipiuntur, intellectus accipit intentiones intelligibiles, quibus utitur ad scientiam in seipso faciendam. Proximum enim scientiae effectivum non sunt signa, sed ratio discurrens a principiis in conclusiones, ut dictum est.

 

4. El entendimiento recibe las nociones [intentiones] inteligibles –de los que se sirve para formar la ciencia en sí mismo– de los signos sensibles que se reci­ben en la potencia sensitiva. Por lo tanto, los signos no son la causa próxima y efectiva de la ciencia, sino que es la razón cuando discurre de los principios a las conclusiones, como ya se ha dicho.

[54203] De veritate, q. 11 a. 1 ad 5

Ad quintum dicendum, quod in eo qui docetur, scientia praeexistebat, non quidem in actu completo, sed quasi in rationibus seminalibus, secundum quod universales conceptiones, quarum cognitio est nobis naturaliter indita, sunt quasi semina quaedam omnium sequentium cognitorum. Quamvis autem per virtutem creatam rationes seminales non hoc modo educantur in actum quasi ipsae per aliquam creatam virtutem infundantur, tamen id quod est in eis originaliter et virtualiter, actione creatae virtutis in actum educi potest.

 

5. En aquel que es enseñado preexistía la ciencia, no ciertamente en acto completo, sino como en unas razones seminales, a la manera como las concep­ciones universales –cuyo conocimiento nos es connatural– son como ciertas semillas de todos los conocimientos consiguientes. Y aunque las razones semi­nales no sean llevadas al acto por ninguna potencia creada, como si ellas mis­mas fueran infundidas por dicha potencia, sin embargo, lo que hay en ellas ori­ginal y virtualmente sí que puede ser llevado al acto por la acción de una poten­cia creada.

[54204] De veritate, q. 11 a. 1 ad 6

Ad sextum dicendum, quod docens non dicitur transfundere scientiam in discipulum, quasi illa eadem numero scientia quae est in magistro, in discipulo fiat; sed quia per doctrinam fit in discipulo scientia similis ei quae est in magistro, educta de potentia in actum, ut dictum est.

 

6. No se afirma que el transferir la ciencia del docente al discípulo sea como si la misma ciencia que está en el maestro se constituyera idénticamente en el discípulo; sino que, por la enseñanza, se desarrolla en el discípulo una ciencia semejante a la del maestro, llevada de la potencia al acto, como se ha dicho.

[54205] De veritate, q. 11 a. 1 ad 7

Ad septimum dicendum, quod sicut medicus quamvis exterius operetur, natura sola interius operante, dicitur facere sanitatem; ita et homo dicitur docere veritatem quamvis exterius annuntiet, Deo interius docente.

 

7. Siendo la naturaleza la única que obra respecto de la salud, no obstante se dice que el médico es quien cura, aunque actúe externamente. Del mismo modo, se dice que el hombre enseña la verdad, aunque la enseñe externamente, siendo Dios quien la enseña interiormente.

[54206] De veritate, q. 11 a. 1 ad 8

Ad octavum dicendum, quod Augustinus in Lib. de magistro, per hoc quod probat solum Deum docere, non intendit excludere quin homo exterius doceat, sed quod ipse solus Deus docet interius.

 

8. En cuanto a lo que dice San Agustín al probar en De magistro que sólo Dios enseña, no pretende excluir que el hombre enseñe exteriormente, sino que sólo afirma que Dios enseña interiormente.

[54207] De veritate, q. 11 a. 1 ad 9

Ad nonum dicendum, quod homo, verus et vere doctor dici potest, et veritatem docens, et mentem quidem illuminans, non quasi lumen rationi infundens, sed quasi lumen rationis coadiuvans ad scientiae perfectionem per ea quae exterius proponit: secundum quem modum dicitur Ephes., III, 8-9: mihi autem omnium sanctorum minimo data est gratia haec illuminare omnes et cetera.

 

9. El hombre puede ser llamado verdaderamente doctor, esto es, que enseña la verdad y, en cierto modo, ilumina la mente; pero no como infundiendo él la luz de la razón, sino como ayudando a la luz de la razón a conseguir la perfec­ción de la ciencia mediante lo que dice exteriormente; tal como lo dice San Pa­blo (Efesios, 3, 8): “A mí, el más pequeño entre los santos, se me ha concedido la gracia de iluminar a todos”.

[54208] De veritate, q. 11 a. 1 ad 10

Ad decimum dicendum, quod duplex est sapientia: scilicet creata et increata: et utraque homini infundi dicitur; et eius infusione homo mutari in melius proficiendo. Sapientia vero increata nullo modo mutabilis est; creata vero in nobis mutatur per accidens, non per se. Est enim ipsam considerare dupliciter. Uno modo secundum respectum ad res aeternas de quibus est; et sic omnino immutabilis est. Alio modo secundum esse quod habet in subiecto; et sic per accidens mutatur, subiecto mutato de potentia habente sapientiam in actu habens. Formae enim intelligibiles, ex quibus sapientia consistit, et sunt rerum similitudines, et sunt formae perficientes intellectum.

 

10. Hay dos tipos de sabiduría: creada e increada. Ambas se infunden en el hombre, y por esta infusión el hombre puede cambiar a mejor perfeccionándose. La sabiduría increada no puede cambiar en absoluto; en cambio, la sabiduría creada puede cambiar en nosotros accidentalmente [per accidens], aunque no en sí misma [per se]. A su vez, esta misma sabiduría creada puede considerarse de dos maneras: por una parte, respecto a las cosas eternas sobre las que versa, y de este modo es totalmente inmutable; por otra parte, según el modo de ser que tiene en el sujeto, y así puede cambiar accidentalmente en cuanto el sujeto pasa de tener la sabiduría en potencia a tenerla en acto. Pues las formas inteligibles, en las cuales consiste la sabiduría, no sólo son semejanzas de las cosas, sino también formas que hacen progresar al entendimiento.

[54209] De veritate, q. 11 a. 1 ad 11

Ad undecimum dicendum, quod in discipulo describuntur formae intelligibiles, ex quibus scientia per doctrinam accepta constituitur, immediate quidem per intellectum agentem, sed mediate per eum qui docet. Proponit enim doctor rerum intelligibilium signa ex quibus intellectus agens accipit intentiones intelligibiles, et describit eas in intellectu possibili. Unde ipsa verba doctoris audita, vel visa in scripto, hoc modo se habent ad causandum scientiam in intellectu sicut res quae sunt extra animam, quia ex utrisque intellectus agens intentiones intelligibiles accipit; quamvis verba doctoris propinquius se habeant ad causandum scientiam quam sensibilia extra animam existentia inquantum sunt signa intelligibilium intentionum.

 

11. En el discúpulo se graban las formas inteligibles –por las que se consti­tuye la ciencia– mediante la doctrina recibida, de dos modos: o bien inmediata­mente por el entendimiento agente; o bien mediatamente a través de quien ense­ña. Quien enseña [doctor] propone los signos de las cosas inteligibles de los que el entendimiento agente toma las nociones inteligibles y las imprime en el en­tendimiento posible. Por eso, las palabras de quien enseña, oídas o vistas en un texto escrito, operan causando la ciencia en el entendimiento de igual modo a como lo hacen las cosas que están fuera del alma, de las cuales el entendimiento agente toma las nociones inteligibles. No obstante, las palabras de quien enseña, en cuanto son signos de las nociones inteligibles, son más propicias para causar directamente la ciencia que las cosas sensibles que existen fuera del alma, pues se hallan más cercanas que éstas a las nociones inteligibles.

[54210] De veritate, q. 11 a. 1 ad 12

Ad duodecimum dicendum, quod non est omnino simile de intellectu et visu corporali. Visus enim corporalis non est vis collativa, ut ex quibusdam suorum obiectorum in alia perveniat; sed omnia sua obiecta sunt ei visibilia, quam cito ad illa convertitur: unde habens potentiam visivam se habet hoc modo ad omnia visibilia intuenda, sicut habens habitum ad ea quae habitualiter scit consideranda; et ideo videns non indiget ab alio excitari ad videndum, nisi quatenus per alium eius visus dirigitur in aliquod visibile, ut digito, vel aliquo huiusmodi.

 

12. No puede asimilarse totalmente la intelección a la visión corporal, pues la visión corporal no es una capacidad integradora [vis collativa] por la cual sus objetos puedan llegar a ser otros distintos, sino que todos sus objetos le son visibles en cuanto que se le presentan. Por ello, el que tiene la capacidad de ver se encuentra respecto a todo lo visible del mismo modo que quien tiene el hábi­to de saber respecto de la consideración de las cosas que sabe habitualmente. De ahí que quien ve no necesita ser estimulado por otro para ver, salvo en el sentido de que alguien le dirija la mirada hacia algo visible, mediante el dedo o algo parecido.

Sed potentia intellectiva, cum sit vis collativa, ex quibusdam in alia devenit; unde non se habet aequaliter ad omnia intelligibilia consideranda; sed quaedam statim videt quae sunt per se nota, in quibus implicite continentur quaedam alia quae intelligere non potest nisi per officium rationis ea quae in principiis implicite continentur, explicando; unde ad huiusmodi cognoscenda, antequam habitum habeat, non solum est in potentia accidentali, sed etiam in potentia essentiali: indiget enim motore, qui reducat eum in actum per doctrinam, ut dicitur in VIII Physic.: quo non indiget ille qui iam aliquid habitualiter novit. Doctor ergo excitat intellectum ad sciendum illa quae docet, sicut motor essentialis educens de potentia in actum; sed ostendens rem aliquam visui corporali, excitat eum sicut motor per accidens; prout etiam habens habitum scientiae potest excitari ad considerandum de aliquo. Pero la capacidad intelectiva, como sí es integradora, llega a unos objetos partiendo de otros distintos; de ahí que no se encuentre igualmente respecto de unos objetos como de otros: algunos los ve inmeditamente, como los que son evidentes de suyo [per se nota], en los cuales, por otra parte, se contienen implí­citamente otros que no puede entender si no es por obra de la razón que explicita lo implícito contenido en los principios. De ahí que para conocer estas cosas antes de tener el hábito, el entendimiento no sólo está en potencia accidental, sino también en potencia esencial, y necesita por ello de un motor que le lleve al acto mediante la enseñanza [doctrinam]. Así lo dice Aristóteles[21] en la Physica: que esto no lo precisa quien ya tiene el hábito de conocer. Por consiguiente, quien enseña estimula al entendimiento para conocer aque­llo que enseña como el motor esencial lleva de la potencia al acto; mientras que quien muestra alguna cosa a la visión corporal la estimula como un motor acci­dental [per accidens], en la medida que quien tiene el hábito de la ciencia puede estimular a la consideración de algo.
[54211] De veritate, q. 11 a. 1 ad 13

Ad decimumtertium dicendum, quod certitudo scientiae tota oritur ex certitudine principiorum: tunc enim conclusiones per certitudinem sciuntur, quando resolvuntur in principia. Et ideo hoc quod aliquid per certitudinem sciatur, est ex lumine rationis divinitus interius indito, quo in nobis loquitur Deus: non autem ab homine exterius docente, nisi quatenus conclusiones in principia resolvit, nos docens: ex quo tamen nos certitudinem scientiae non acciperemus, nisi inesset nobis certitudo principiorum, in quae conclusiones resolvuntur.

 

13. La certeza de la ciencia proviene enteramente de la certeza de los princi­pios; de donde las conclusiones se saben con certeza cuando pueden resolverse en los principios. Por eso, cuando algo se sabe con certeza se debe a la luz de la razón, inspirada divinamente en el interior del hombre por la cual Dios habla en nosotros; y no por el hombre que enseña desde el exterior, quien no nos enseña­ría si no remitiera las conclusiones en los principios. Así, no recibiríamos la certeza de la ciencia si no inhiriera en nosotros la certeza de los principios en los cuales se resuelven las conclusiones.

[54212] De veritate, q. 11 a. 1 ad 14

Ad decimumquartum dicendum, quod homo exterius docens non influit lumen intelligibile; sed est causa quodammodo speciei intelligibilis, inquantum proponit nobis quaedam signa intelligibilium intentionum, quas intellectus noster ab illis signis accipit, et recondit in seipso.

 

14. El hombre que enseña exteriormente no infunde la luz de lo inteligible; pero de alguna manera es causa de las especies inteligibles en cuanto que nos presenta ciertos signos de las nociones inteligibles a las cuales nuestro entendi­miento accede mediante aquellos signos y guarda en sí mismo.

[54213] De veritate, q. 11 a. 1 ad 15

Ad decimumquintum dicendum, quod cum dicitur: nihil potest formare mentem nisi Deus; intelligitur de ultima eius forma, sine qua informis reputatur, quotcumque alias formas habeat. Haec autem est forma illa qua ad verbum convertitur, et ei inhaeret; per quam solam natura rationalis formata dicitur, ut patet per Augustinum super Genesim ad litteram.

 

15. Cuando se dice “nadie puede formar la mente sino Dios”, debe entender­se respecto de su última forma, sin la cual la mente sería informe, pese a cuales­quiera otras formas que tuviera. Esta última forma es aquélla por la que se remi­te al Verbo y se une a Él; sólo por ella se dice que la naturaleza racional está formada, como lo indica San Agustín[22] en De Genesi ad litteram.

[54214] De veritate, q. 11 a. 1 ad 16

Ad decimumsextum dicendum, quod culpa est in affectu, in quem solus Deus imprimere potest, sicut infra patebit in sequenti articulo: ignorantia autem in intellectu est, in quem etiam virtus creata potest imprimere, sicut intellectus agens imprimit species intelligibiles in intellectum possibilem, quo mediante, ex rebus sensibilibus et ex doctrina hominis causatur scientia in anima nostra, ut dictum est.

 

16. La culpa radica en la inclinación [affectu], en la cual sólo Dios puede in­cidir directamente, como se verá en el siguiente artículo[23]. En cambio, la igno­rancia radica en el entendimiento, y en éste sí que puede incidir una fuerza creada; como el entendimiento agente que imprime las especies inteligibles en el entendimiento posible, en el que mediante las cosas sensibles y mediante la enseñanza del hombre se causa la ciencia en nuestra alma; tal como se ha dicho.

[54215] De veritate, q. 11 a. 1 ad 17

Ad decimumseptimum dicendum, quod certitudinem scientiae, ut dictum est, habet aliquis a solo Deo, qui nobis lumen rationis indidit, per quod principia cognoscimus, ex quibus oritur scientiae certitudo; et tamen scientia ab homine etiam causatur in nobis quodammodo, ut dictum est.

 

17. La certeza de la ciencia –como se ha dicho–, la tiene alguien sólo de Dios que infunde en nosotros la luz de la razón por la cual conocemos los prin­cipios de los que procede la certeza de la ciencia. Pero la ciencia también pro­viene en parte del hombre que en cierto modo es su causa en nosotros, como se ha dicho.

[54216] De veritate, q. 11 a. 1 ad 18

Ad decimumoctavum dicendum, quod discipulus ante locutionem magistri interrogatus, responderet quidem de principiis per quae docetur, non autem de conclusionibus quas quis eum docet: unde principia non discit a magistro, sed solum conclusiones.

 

18. Cabe afirmar que si el discípulo fuera interrogado antes de oir el discurso del maestro, podría responder ciertamente sobre los principios mediante los cuales es enseñado, pero no respecto de las conclusiones que alguien le enseña. De ahí que el díscipulo no aprende esos principios del maestro, sino sólo las conclusiones.

 

Articulus 2 – Secundo quaeritur utrum aliquis possit dici magister sui ipsius.

ARTÍCULO 2 – Si alguien puede ser llamado maestro de sí mismo.
Et videtur quod sic. Parece que sí.
OBJECIONES
[54219] De veritate, q. 11 a. 2 arg. 1

Quia actio magis debet attribui causae principali quam instrumentali. Sed causa quasi principalis scientiae causatae in nobis est intellectus agens. Homo autem, qui docet exterius, est causa quasi instrumentalis proponens intellectui agenti instrumenta quibus ad scientiam perducat. Ergo intellectus agens magis docet quam homo exterius. Si ergo propter locutionem exteriorem, qui exterius loquitur, dicitur magister illius qui audit; multo amplius, propter lumen intellectus agentis, ille qui audit, dicendus est magister sui ipsius.

 

1. La acción debe atribuirse más a la causa principal que a la instrumental. Pero la causa cuasi principal de la ciencia causada en nosotros es el entendi­miento agente, y el hombre que enseña exteriormente es causa cuasi instrumen­tal que propone al entendimiento agente los instrumentos por los que puede alcanzar la ciencia. Por tanto, el entendimiento agente enseña más que el hom­bre exteriormente. Luego si por el discurso externo, el que habla exteriormente se llama maestro de quien oye, con mayor motivo, por la luz de su entendimien­to agente, puede llamarse maestro de sí mismo quien oye.

[54220] De veritate, q. 11 a. 2 arg. 2

Praeterea, nullus aliquid addiscit nisi secundum quod ad certitudinem cognitionis pervenit. Sed certitudo cognitionis nobis inest per principia naturaliter nota in lumine intellectus agentis. Ergo intellectui agenti praecipue convenit docere; et sic idem quod prius.

 

2. Nadie aprende nada si no llega a la certeza del conocimiento. Pero la cer­teza del conocimiento es inherente en nosotros por los principios conocidos naturalmente mediante la luz del entendimiento agente. Luego enseñar es algo que conviene principalmente al entendimiento agente, y así se concluye lo mis­mo que antes.

[54221] De veritate, q. 11 a. 2 arg. 3

Praeterea, docere magis proprie convenit Deo quam homini; unde Matth., c. XXIII, 8: unus est magister vester. Sed Deus nos docet, inquantum lumen nobis rationis tradit, quo de omnibus possumus iudicare. Ergo illi lumini actio docendi praecipue attribui debet; et sic idem quod prius.

 

3. Enseñar conviene más propiamente a Dios que al hombre, según se lee en Mateo (23, 8): “Uno sólo es vuestro maestro”. Pero Dios nos enseña en cuanto nos da la luz de la razón por la cual podemos juzgar de todo. Luego la acción docente debe serle atribuída principalmente a ella; y así se concluye como antes.

[54222] De veritate, q. 11 a. 2 arg. 4

Praeterea, scire aliquid per inventionem, est perfectius quam ab alio discere, ut patet in I Ethicorum. Si igitur ex illo modo acquirendi scientiam quo aliquis ab alio addiscit scientiam, sumitur nomen magistri, ut unus alterius sit magister; multo amplius ex modo accipiendi scientiam per inventionem debet accipi nomen magistri, ut aliquis sui ipsius magister dicatur.

 

4. Saber algo por propio descubrimiento es más perfecto que aprenderlo por otro, según es claro en Ethica[24]. Y si por el modo de adquirir uno la ciencia me­diante otro le confiere a éste el nombre de maestro, y uno es maestro de otro; con mayor motivo debe recibirse el nombre de maestro al adquirir la ciencia por propio descubrimiento, de manera que se diga que uno es maestro de sí mismo.

[54223] De veritate, q. 11 a. 2 arg. 5

Praeterea, sicut aliquis inducitur ad virtutem ab alio et a seipso, ita aliquis perducitur ad scientiam et per seipsum inveniendo, et ab alio addiscendo. Sed illi qui ad opera virtutum perveniunt sine exteriori institutore vel legislatore, dicuntur esse sibi ipsis lex; Rom. II, 14: cum gens quae legem non habent, naturaliter quae legis sunt faciunt, ipsi sibi sunt lex. Ergo et ille qui scientiam acquirit per seipsum, debet sibi ipsi dici magister.

 

5. Al igual que alguien puede ser inducido a la virtud tanto por sí mismo co­mo por otro, también podrá ser conducido a la ciencia tanto por sí mismo, des­cubriendo, como por otro, aprendiendo. Pero quienes llegan a obrar virtuosa­mente sin un instructor o legislador externo se dice que son la ley para sí mis­mos, según Romanos (2, 14): “cuando los gentiles que no tienen la ley cumplen naturalmente lo prescrito en la ley, son ley para sí mismos”. Luego también aquél que adquiere la ciencia por sí mismo puede ser llamado maestro de sí mismo.

[54224] De veritate, q. 11 a. 2 arg. 6

Praeterea, doctor est causa scientiae, sicut medicus sanitatis, ut dictum est. Sed medicus sanat seipsum. Ergo aliquis etiam potest seipsum docere.

 

6. Como se ha dicho[25], quien enseña es causa de la ciencia como el médico es causa de la salud. Pero el médico puede curarse a sí mismo; luego también cualquiera puede enseñarse a sí mismo.

EN CONTRA
[54225] De veritate, q. 11 a. 2 s. c. 1

Sed contra. Est quod philosophus dicit, VIII Phys., quod impossibile est quod docens addiscat; quia docentem necesse est habere scientiam, discentem vero non habere. Ergo non potest esse quod aliquis doceat seipsum, vel dici possit sui magister.

 

1. Dice el Filósofo[26] en la Physica que es imposible que el docente aprenda, pues en cuanto docente es preciso que tenga la ciencia, pero en cuanto aprendiz, es necesario que no la tenga. Luego no puede ser que alguien se enseñe a sí mismo, ni que pueda llamarse maestro de sí mismo.

[54226] De veritate, q. 11 a. 2 s. c. 2

Praeterea, magisterium importat relationem superpositionis, sicut et dominus. Sed huiusmodi relationes non possunt inesse alicui ad seipsum: non enim aliquis est pater sui ipsius, aut dominus. Ergo nec aliquis potest dici sui ipsius magister.

 

2. El magisterio conlleva una relación de superioridad, como la del señorío o dominio [dominus]. Pero las relaciones de este tipo no pueden establecerse res­pecto de uno mismo, pues no se puede ser padre o señor de uno mismo. Luego nadie puede llamarse maestro de sí mismo.

SOLUCIÓN
[54227] De veritate, q. 11 a. 2 co.

Responsio. Dicendum, quod absque dubio aliquis potest per lumen rationis sibi inditum, absque exterioris doctrinae adminiculo, devenire in cognitionem ignotorum multorum, sicut patet in omni eo qui per inventionem scientiam acquirit; et sic quodammodo aliquis est sibi ipsi causa sciendi, non tamen propter hoc proprie potest dici sui ipsius magister, vel seipsum docere.

No hay duda de que cualquiera puede llegar a conocer muchas cosas que ig­noraba mediante la luz de la razón que le es infundida, sin ayuda de doctrina exterior, como es patente en quien adquiere la ciencia por descubrimiento. Y así, en cierto modo, uno resulta ser causa de la ciencia para sí mismo; mas no por ello puede decrise que se enseña a sí mismo o que es maestro de sí mismo.
Duos enim modos principiorum agentium in rebus naturalibus invenimus, ut patet ex philosopho, VII Metaphys. Quoddam enim est agens quod in se totum habet quod in effectu per eum causatur; vel eodem modo, sicut est in agentibus univocis, vel etiam eminentiori, sicut est in agentibus aequivocis. Quaedam vero agentia sunt in quibus eorum quae aguntur non praeexistit nisi pars; sicut motus causat sanitatem, aut aliqua medicina calida, in qua calor invenitur vel actualiter vel virtualiter; calor autem non est tota sanitas, sed est pars sanitatis. In primis igitur agentibus est perfecta ratio actionis; non autem in agentibus secundi modi, quia secundum hoc aliquid agit quod actu est; unde, cum non sit in actu effectus inducendi nisi in parte, non erit perfecte agens. En las cosas naturales pueden encontrarse dos modos de ser agente respecto a los principios, como indica Aristóteles[27] en Metaphysica. En primer lugar, el agente tiene en sí mismo todo lo que tiene el efecto causado por él, bien sea del mismo modo, como en los agentes unívocos; bien sea de modo más eminente, como ocurre en los agentes equívocos. En segundo lugar, hay otros agentes en los que no preexiste sino una parte de su efecto; así como, por ejemplo, causa la salud el movimiento, o alguna medicina calorífica en la cual el calor se encuen­tre ya actual ya virtualmente; pero no por ello el calor es toda la salud, sino sólo una parte de ella. Así pues, en los primeros agentes radica la plena razón o mo­tivo de la acción, pero no así en los agentes de la segunda modalidad; pues un agente actúa en cuanto está en acto; por lo cual, en cuanto que no esté en acto, el agente no puede suscitar el efecto sino sólo en parte, y por ello no es agente de modo perfecto.
Doctrina autem importat perfectam actionem scientiae in docente vel magistro; unde oportet quod ille qui docet vel magister est, habeat scientiam quam in altero causat, explicite et perfecte, sicut in addiscente acquiritur per doctrinam. Quando autem alicui acquiritur scientia per principium intrinsecum, illud quod est causa agens scientiae, non habet scientiam acquirendam, nisi in parte: scilicet quantum ad rationes seminales scientiae, quae sunt principia communia; et ideo ex tali causalitate non potest trahi nomen doctoris vel magistri, proprie loquendo. Sin embargo, la enseñanza comporta la acción plena de la ciencia en el do­cente o maestro; por lo que es preciso que quien enseñe –como docente o maestro– tenga la ciencia que causa en otro de manera explícita y perfecta, o sea, de la manera que la tendrá el que aprende mediante la enseñanza. No obstante, cuando alguien adquiere la ciencia mediante un principio in­trínseco, aquello que es causa agente de la ciencia sólo contiene en parte aquella ciencia completa a adquirir; a saber: en cuanto a las razones seminales de la ciencia que son los principios comunes a todos. Por tanto, por esta forma de causalidad no puede darse el nombre de doctor o maestro, hablando con propie­dad.
RESPUESTAS
[54228] De veritate, q. 11 a. 2 ad 1

Ad primum igitur dicendum, quod intellectus agens, quamvis sit principalior causa quantum ad aliquid quam homo exterius docens, tamen in eo non praeexistit scientia complete, sicut in docente; unde ratio non sequitur.

 

1. Si bien el entendimiento agente es una causa más principal que aquello que el hombre enseña exteriormente, sin embargo no preexiste en él la ciencia de modo completo, como sí está en el docente. Por ello la razón no se concluye.

[54229] De veritate, q. 11 a. 2 ad 2

Ad secundum dicendum similiter sicut ad primum.

 

2. De modo semejante se ha de responder a lo segundo.

[54230] De veritate, q. 11 a. 2 ad 3

Ad tertium dicendum quod Deus explicite novit omnia quae per eum homo docetur, unde sibi convenienter magistri ratio attribui potest; secus autem est de intellectu agente, ratione iam dicta.

 

3. Dios conoce explícitamente todo aquello mediante lo cual enseña a un hombre, por lo que le puede ser atribuído convenientemente el título de maestro. Pero ocurre de otro modo en el entendimiento agente, según la razón ya dicha.

[54231] De veritate, q. 11 a. 2 ad 4

Ad quartum dicendum, quod quamvis modus in acquisitione scientiae per inventionem sit perfectior ex parte recipientis scientiam, inquantum designatur habilior ad sciendum; tamen ex parte scientiam causantis est modus perfectior per doctrinam: quia docens, qui explicite totam scientiam novit, expeditius potest ad scientiam inducere quam aliquis induci possit ex seipso, per hoc quod praecognoscit scientiae principia in quadam communitate.

 

4. Aún cuando el modo del descubrimiento sea más perfecto en la adquisi­ción de la ciencia para quien la recibe la ciencia –pues muestra que está más capacitado para saber–, sin embargo la adquisición a través de la doctrina es un modo más perfecto respecto de la ciencia adquirida. Pues el que enseña, en cuanto que conoce explícitamente toda la ciencia, puede llevar a ella más expeditivamente que cuando uno se guía sólo por sí mismo mediante aquellos prin­cipios de la ciencia que de manera común conoce previamente.

[54232] De veritate, q. 11 a. 2 ad 5

Ad quintum dicendum, quod hoc modo se habet lex in operabilibus sicut principium in speculativis, non autem sicut magister; unde non sequitur si aliquis sibi est lex quod sibi ipsi possit esse magister.

 

5. La ley no obra respecto de las acciones como el maestro respecto de los conocimientos teóricos, sino que actúa al modo de los principios. Luego de que alguien sea ley para sí mismo no se sigue que pueda ser maestro para sí mismo.

[54233] De veritate, q. 11 a. 2 ad 6

Ad sextum dicendum, quod medicus sanat inquantum praehabet sanitatem non in actu, sed in cognitione artis; sed magister docet inquantum actu scientiam habet. Unde ille qui non habet sanitatem in actu, ex hoc quod habet sanitatem in cognitione artis, potest in seipso sanitatem causare; non autem potest esse ut aliquis actu habeat scientiam, et non habeat, ut sic possit a seipso doceri.

 

6. El médico no cura en cuanto que tiene la salud en acto, sino en cuanto la tiene por el conocimiento de su arte; en cambio el maestro enseña en cuanto que tiene la ciencia en acto. Por eso el que no tiene la salud en acto puede causarla en sí mismo mediante el conocimiento de su arte. Pero no es posible que alguien tenga y no tenga a la vez la ciencia en acto, de manera que pueda por tanto en­señarse a sí mismo.

 

Articulus 3 – Tertio quaeritur utrum homo ab Angelo doceri possit.

ARTÍCULO 3 – Si el hombre puede ser enseñado por el ángel[28].
Et videtur quod non. Parece que no.
OBJECIONES
[54236] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 1

Quia, si Angelus docet, aut docet interius, aut exterius. Non autem interius, quia hoc solius Dei est, ut Augustinus dicit; nec exterius, ut videtur, quia docere exterius est per aliqua sensibilia signa docere, ut Augustinus dicit in Lib. de magistro: huiusmodi autem sensibilibus signis Angeli non nos docent, nisi forte sensibiliter apparentes; ergo Angeli nos non docent nisi forte sensibiliter apparentes, quod praeter communem cursum accidit, quasi per miraculum.

 

1. Si el ángel enseña, enseña interior o exteriormente. Pero no puede enseñar interiormente, ya que esto sólo es propio de Dios, según dice San Agustín[29]. Y tampoco parece que pueda enseñar exteriormente, pues esto sólo es posible mediante algunos signos sensibles, como afirma San Agustín[30] en De magistro; pero los ángeles no pueden enseñarnos, salvo que se hagan presentes sensible­mente, lo cual sólo ocurre excepcionalmente, como en los milagros.

[54237] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 2

Sed dicebat, quod Angeli nos docent quodammodo exterius, inquantum in nostram imaginationem imprimunt. Sed contra, species imaginationi impressa ad imaginandum in actu non sufficit, nisi adsit intentio, ut patet per Augustinum in Lib. de Trinit. Sed intentionem non potest in nobis inducere Angelus: cum intentio sit voluntatis actus, in quam solus Deus imprimere potest. Ergo nec etiam imprimendo in imaginationem Angelus docere nos potest, cum, mediante imaginatione, non possimus doceri nisi actu aliquid imaginando.

 

2. No obstante, podría decirse que los ángeles nos enseñan de cierta manera externa en cuanto realizan una impresión en nuestra imaginación. Pero, contra esto, la especie impresa en la imaginación no es suficiente para imaginar en acto, si no concurre una intención, como afirma San Agustín[31] en De Trinitate. Pero el ángel no puede infundir en nosotros la intención, pues la intención con­siste en un acto de la voluntad que sólo Dios puede promover. Luego el ángel tampoco puede enseñarnos realizando una impresión en nuestra imaginación, puesto que sólo podemos ser enseñados mediante la imaginación si imaginamos algo en acto.

[54238] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 3

Praeterea, si ab Angelis docemur absque sensibili apparitione, hoc non potest esse nisi inquantum intellectum illuminant, quem illuminare non possunt, ut videtur: quia nec tradunt lumen naturale, quod a solo Deo est, utpote menti concreatum, nec etiam lumen gratiae, quam solus Deus infundit. Ergo Angeli absque visibili apparitione nos docere non possunt.

 

3. En el caso de que pudiéramos ser enseñados por los ángeles sin mediar su presencia sensible, sólo podría ser en tanto que pudieran iluminar el entendi­miento; pero los ángeles no pueden hacerlo –según parece– pues no comunican la luz natural del entendimiento en cuanto concreada con la mente –que sólo viene de Dios–, así como tampoco comunican la luz de la gracia que sólo Dios infunde. Luego los ángeles no pueden enseñarnos sin una aparición sensible.

[54239] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 4

Praeterea, quandocumque unus ab alio docetur, oportet quod addiscens inspiciat conceptus docentis; ut hoc modo sit processus in mente discipuli ad scientiam, sicut est processus a scientia in mente doctoris. Homo autem non potest conceptus Angeli videre. Non enim videt eos in seipsis, sicut nec conceptus alterius hominis: immo multo minus, utpote magis distantes; nec iterum in signis sensibilibus, nisi forte quando sensibiliter apparent, de quo nunc non agitur. Ergo Angeli alias nos docere non possunt.

 

4. Cuando uno es enseñado por otro conviene que el discente atienda a los conceptos del docente, de tal manera que el progreso hacia la ciencia en la men­te del discípulo sea como el progreso de la ciencia en la mente del que enseña. Ahora bien, el hombre no puede ver los conceptos del ángel: pues no los puede ver en sí mismos como tampoco puede verlos en la mente de otro hombre – incluso los vería aún menos, pues son mucho más distantes–; y tampoco puede verlos mediante signos sensibles, sino cuando el ángel se presenta sensiblemen­te, lo que aquí no es el caso. Luego el ángel no puede enseñarnos.

[54240] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 5

Praeterea, illius est docere qui illuminat omnem hominem venientem in hunc mundum, ut patet in Glossa Matth. XXIII, 8: unus est magister vester Christus. Sed hoc non competit Angelo, sed soli luci increatae, ut patet Ioan. I, 9.

 

5. Enseñar es propio de quien “ilumina a todo hombre que viene a este mun­do”, como se desprende de la Glossa[32] a Mateo (23, 8): “Uno sólo es vuestro maestro, Cristo”. Pero esto no compete al ángel, sino sólo a la luz increada, según se afirma en Juan (1, 9).

[54241] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 6

Praeterea, quicumque alium docet, eum ad veritatem inducit, et sic veritatem in anima eius causat. Sed solus Deus causalitatem habet supra veritatem; quia cum veritas sit lux intelligibilis et forma simplex, non exit in esse successive, et ita non potest produci nisi per creationem, quod soli Deo competit. Cum ergo Angeli non sint creatores, ut Damascenus dicit, videtur quod ipsi docere non possint.

 

6. Quien enseña a otro lo conduce hacia la verdad, y por tanto causa en su alma la verdad. Pero sólo Dios obra causalmente sobre la verdad, ya que, siendo la verdad luz inteligible y forma simple, no llega a ser progresivamente, y así sólo puede formarse por creación, lo cual sólo compete a Dios. De ahí que, no siendo creadores los ángeles, como dice el Damasceno[33], parece no pueden en­señar.

[54242] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 7

Praeterea, indeficiens illuminatio non potest procedere nisi a lumine indeficienti, eo quod abeunte lumine subiectum illuminari desinit. Sed in doctrina exigitur indeficiens quaedam illuminatio, eo quod scientia de necessariis est, quae semper sunt. Ergo doctrina non procedit nisi a lumine indeficienti. Huiusmodi autem non est lumen angelicum, cum eorum lumen deficeret, nisi divinitus conservaretur. Ergo Angelus non potest docere.

 

7. Una iluminación constante no puede proceder sino de una luz constante, pues al faltar la luz, el sujeto deja de estar iluminado. Pero en la enseñanza [doc­trina] se precisa de una cierta luz constante, porque la ciencia versa sobre las cosas necesarias, que siempre son del mismo modo. Luego la enseñanza sólo puede proceder de una luz constante, la cual de ninguna manera es la luz de los ángeles, pues ésta faltaría si Dios no la mantuviera. Luego el ángel no puede enseñar.

[54243] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 8

Praeterea, Ioann., I, 38, dicitur, quod duo ex discipulis Ioannis sequentes Iesum, ei interroganti, quid quaeritis? Responderunt: Rabbi, quod dicitur interpretatum magister, ubi habitas? Ubi dicit Glossa, quod hoc nomine fidem suam indicant; et alia Glossa dicit: interrogat eos non ignorans, sed ut mercedem habeant respondendo; et quod quaerenti quid, quod quaerit rem, non rem, sed personam respondent. Ex quibus omnibus habetur quod confitentur in illa responsione, eum esse personam quamdam; et quod hac confessione, fidem suam indicant, et in hoc merentur. Sed meritum fidei Christianae in hoc consistit quod Christum esse personam divinam confitemur. Ergo esse magistrum ad solam divinam personam pertinet.

 

8. En Juan (1, 38) se dice que dos de los discípulos de Juan [el Bautista] que seguían a Jesús, al preguntarles Él “¿Qué buscáis?”, respondieron “Rabbi, que significa Maestro, ¿dónde vives?”. La Glossa[34] dice que “con este nombre mani­festaron su fe”; y otra Glossa[35] añade que [Jesús] “les preguntó, no porque igno­rara lo que buscaban, sino para que tuvieran su recompensa al responder; y res­pecto a que pregunta ‘qué’, no pregunta el asunto, pues ellos no responden el asunto sino a la persona”. Pues se admite comúnmente que con aquella respues­ta confesaron que Él era una cierta persona, y por esta confesión que indica su fe fueron dignos de mérito. Pero el mérito de la fe cristiana consiste en que con­fesemos que Cristo es una persona divina. Luego ser maestro sólo le compete a una persona divina.

[54244] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 9

Praeterea, quicumque docet, oportet quod veritatem manifestet. Sed veritas, cum sit quaedam lux intelligibilis, est magis nobis nota quam Angelus. Ergo per Angelum non docemur, cum magis nota per minus nota non manifestentur.

 

9. Es preciso que cualquiera que enseñe declare la verdad. Pero la verdad, al ser una cierta luz inteligible es más notoria para nosotros que el ángel. Luego no somos enseñados por el ángel, pues lo más conocido no se manifiesta a través de lo menos conocido.

[54245] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 10

Praeterea, Augustinus dicit in Lib. de Trinit., quod mens nostra, nulla interposita creatura, immediate a Deo formatur. Angelus autem quaedam creatura est. Ergo non interponitur inter Deum et mentem humanam ad eam formandam, quasi superior mente, et inferior Deo; et sic homo per Angelum doceri non potest.

 

10. San Agustín[36] dice en De Trinitate que “nuestra mente es formada inme­diatamente por Dios, sin la intervención de ninguna criatura”. Pero el ángel es cierta criatura. Luego no se interpone entre Dios y la mente humana para for­marla, como si fuera inferior a Dios pero superior a la mente humana. Por eso el hombre no puede ser enseñado por el ángel.

[54246] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 11

Praeterea, sicut affectus noster pertingit usque ad ipsum Deum, ita intellectus noster usque ad eius essentiam contemplandam pertingere potest. Sed ipse Deus immediate affectum nostrum format per gratiae infusionem, nullo Angelo mediante. Ergo et intellectum nostrum format per doctrinam, nullo mediante.

 

11. Así como nuestro afecto alcanza al mismo Dios, también nuestro enten­dimiento puede llegar a contemplar la esencia divina. Pero el mismo Dios forma nuestro afecto de modo inmediato por la infusión de la gracia, sin que medie ningún ángel. Luego también forma nuestro entendimiento por la enseñanza, sin que medie nadie.

[54247] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 12

Praeterea, omnis cognitio est per aliquam speciem. Si ergo Angelus hominem doceat, oportet quod speciem aliquam in eo causet, per quam cognoscat; quod esse non potest, nisi vel creando speciem, quod nullo modo Angelo competit, ut vult Damascenus; vel illuminando species quae sunt in phantasmatibus, ut ab his species intelligibiles in intellectu possibili humano resultent: et hoc videtur redire in errorem illorum philosophorum qui ponunt, intellectum agentem, cuius officium est illuminare phantasmata, esse substantiam separatam; et sic Angelus docere non potest.

 

12. Todo conocimiento se realiza mediante alguna especie. Entonces, si el ángel enseñara al hombre, tendría que causar en él alguna especie mediante la cual conociera. Esto no sería posible sino creando la especie –lo cual no compe­te al ángel, como señala el Damasceno[37]– o iluminando las especies que están en las imágenes sensibles [phantasmatibus], de tal modo que, a través de ellas, puedan formarse las especies inteligibles en el entendimiento posible del hom­bre. Pero esto nos llevaría al error de aquellos filósofos que entendieron al en­tendimiento agente –al que compete iluminar las imágenes sensibles– como una sustancia separada. Por eso el ángel no puede enseñar.

[54248] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 13

Praeterea, plus distat intellectus Angeli ab intellectu hominis quam intellectus hominis ab imaginatione humana. Sed imaginatio non potest accipere illud quod est in intellectu humano; non enim imaginatio potest capere nisi formas particulares, quales intellectus non continet. Ergo nec intellectus humanus est capax eorum quae sunt in mente angelica; et sic homo per Angelum doceri non potest.

 

13. El entendimiento del ángel está más distante del entendimiento humano que éste de la imaginación humana. Pero la imaginación no puede recibir lo que está en el entendimiento humano, pues la imaginación sólo puede captar formas particulares que el entendimiento no contiene. Luego el entendimiento humano tampoco es capaz de aquello que está en la mente angélica, y por eso el hombre no puede ser enseñado por el ángel.

[54249] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 14

Praeterea, lux qua aliquid illuminatur, debet esse illuminatis proportionata, sicut lux corporalis coloribus. Sed lux angelica, cum sit pure spiritualis, non est proportionata phantasmatibus, quae sunt quodammodo corporalia, utpote organo corporali contenta. Ergo Angeli non possunt nos docere illuminando nostra phantasmata, ut dicebatur.

 

14. La luz por la que alguien es iluminado debe ser proporcionada a lo ilu­minado, como lo es la luz corporal a los colores. Pero la luz angélica, siendo puramente espiritual, no es proporcionada a las imágenes sensibles que son en cierta medida corporales, pues están contenidas en un órgano corporal. Luego los ángeles no pueden enseñarnos iluminando nuestras imágenes sensibles, co­mo se ha dicho.

[54250] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 15

Praeterea, omne quod cognoscitur, aut cognoscitur per essentiam suam, aut per similitudinem. Sed cognitio qua res cognoscuntur per essentiam suam a mente humana, non potest per Angelum causari; quia sic oporteret quod virtutes, et alia quae intra animam continentur, ab ipsis Angelis imprimerentur, cum talia per sui essentiam cognoscantur. Similiter nec per eos causari potest cognitio rerum quae per suas similitudines cognoscuntur; cum ipsis similitudinibus, quae sunt in cognoscente, propinquiores sint res cognoscendae quam Angelus. Ergo nullo modo Angelus homini potest esse cognitionis causa, quod est docere.

 

15. Todo lo que se conoce, se conoce o mediante su esencia o mediante se­mejanzas. Pero el conocimiento por el que las cosas son conocidas mediante su esencia por la mente humana no puede ser causado por el ángel; pues en este caso sería preciso que las potencias y todo lo que se contiene en el alma fuera impreso por los mismos ángeles, ya que tales contenidos son conocidos por su esencia. De manera semejante, tampoco pueden ser causados por los ángeles los conocimientos de las cosas que son conocidas mediante semejanzas; ya que estas semejanzas que se hallan en el cognoscente se encuentran más próximas a las cosas que han de ser conocidas que al ángel. Luego de ninguna manera el ángel puede ser causa de conocimiento en el hombre, lo cual es el enseñar.

[54251] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 16

Praeterea, agricola quamvis exterius naturam excitet ad naturales effectus, non tamen dicitur creator, ut per Augustinum patet super Genes. ad Litt. Ergo, pari ratione, nec Angeli debent dici doctores vel magistri, quamvis intellectum hominis excitent ad sciendum.

 

16. El agricultor, aun cuando estimula exteriormente a la naturaleza hacia sus efectos naturales, no por ello es llamado creador, como indica San Agustín[38] en De Genesi ad litteram. Luego por la misma razón los ángeles tampoco deben ser llamados maestros o doctores, aunque estimulen el entendimiento humano al saber.

[54252] De veritate, q. 11 a. 3 arg. 17

Praeterea, cum Angelus sit homine superior; si docet, oportet quod eius doctrina doctrinam humanam excellat. Sed hoc esse non potest. Homo enim docere potest de his quae habent causas determinatas in natura. Alia vero, utpote futura contingentia, ab Angelis doceri non possunt, cum ipsi naturali cognitione eorum sint ignari, solo Deo talium futurorum scientiam habente. Ergo Angeli docere non possunt homines.

 

17. Siendo el ángel superior al hombre, si le enseña convendría que su doc­trina superara a la humana; pero esto no es posible. Pero esto no puede ser, pues el hombre puede enseñar sobre cosas que tienen causas determinadas en la natu­raleza. En cambio, otras cosas, como por ejemplo los futuros contingentes, no pueden ser enseñadas por los ángeles ya que estos carecen del conocimiento natural correspondiente a ellos, ya que sólo Dios tiene la ciencia de tales futu­ros. Luego los ángeles no pueden enseñar a los hombres.

EN CONTRA
[54253] De veritate, q. 11 a. 3 s. c. 1

Sed contra. Est quod dicit Dionysius, cap. IV Caelest. Hierarch.: video quod divinum Christi humanitatis mysterium Angeli primum docuere, deinde per ipsos in nos scientiae gratia descendit.

 

1. Dice Dionisio[39] en De caelesti hierarchia: “Veo que el divino misterio de la humanidad de Cristo fue enseñado primero por los ángeles, y luego, mediante ellos, descendió a nosotros el don de su ciencia”.

[54254] De veritate, q. 11 a. 3 s. c. 2

Praeterea, quod potest inferior, potest et superior et multo nobilius, ut patet per Dionysium in caelesti hierarchia; sed hominum ordo est inferior quam ordo Angelorum; cum ergo homo possit hominem docere, multo fortius hoc Angelus potest.

 

2. “Lo que puede el inferior lo puede también el superior”; y mucho mejor, según Dionisio[40] en De caelesti hierarchia. Pero el orden de lo humano es infe­rior al angélico. Luego si un hombre puede enseñar a otro, con mayor razón puede hacerlo el ángel.

[54255] De veritate, q. 11 a. 3 s. c. 3

Praeterea, ordo divinae sapientiae perfectius invenitur in spiritualibus substantiis quam etiam in corporalibus; sed ad ordinem inferiorum corporum hoc pertinet ut inferiora corpora perfectiones suas consequantur ex impressione corporum superiorum; ergo etiam inferiores spiritus, scilicet humani, perfectionem scientiae assequuntur ex impressione superiorum spirituum, scilicet Angelorum.

 

3. El orden de la sabiduría divina se encuentra más perfectamente en las sus­tancias espirituales que en las corporales. Pero al orden de los cuerpos inferiores le corresponde que los cuerpos inferiores consigan sus perfecciones por la im­presión de los cuerpos superiores. Luego también los espíritus inferiores –esto es, los humanos–, alcanzan la perfección de la ciencia por la impresión de los espíritus superiores –a saber, de los ángeles–.

[54256] De veritate, q. 11 a. 3 s. c. 4

Praeterea, omne quod est in potentia reduci potest in actum per id quod est in actu; et quod est minus in actu, per id quod est in actu perfectius. Sed intellectus angelicus est magis in actu quam intellectus humanus. Ergo intellectus humanus potest reduci in actum scientiae per intellectum angelicum; et sic Angelus hominem docere potest.

 

4. Todo lo que está en potencia puede ser llevado al acto por lo que está en acto; y lo que está menos en acto, por lo que está más perfectamente en acto. Pero el entendimiento angélico está más en acto que el entendimiento humano. Luego el entendimiento humano puede ser llevado al acto de la ciencia median­te el entendimiento angélico; así resulta que el ángel puede enseñar al hombre.

[54257] De veritate, q. 11 a. 3 s. c. 5

Praeterea, Augustinus dicit, in Lib. de bono perseverantiae, quod doctrinam salutis quidam a Deo accipiunt immediate, quidam ab Angelo, quidam vero ab homine. Ergo non solus Deus sed et Angelus et homo docet.

 

5. San Agustín[41] dice en De dono perseverantiae que algunos reciben la doc­trina de la salvación directamente de Dios; otros del ángel; y otros ciertamente del hombre. Luego no sólo enseña Dios, sino también el ángel y el hombre.

[54258] De veritate, q. 11 a. 3 s. c. 6

Praeterea, illuminare domum dicitur et immittens lumen, sicut sol, et aperiens fenestram, quae lumini obstat. Sed quamvis solus Deus lumen veritatis menti infundat, tamen Angelus vel homo potest aliquod impedimentum luminis percipiendi amovere. Ergo non solus Deus, sed Angelus vel homo docere potest.

 

6. Se dice que ilumina la casa no sólo el que aporta la luz, como el sol, sino también el que abre una ventana que impide la luz. Así, aunque sólo Dios in­funda la luz de la verdad en la mente, tanto el ángel como el hombre pueden retirar algún impedimento para percibir la luz. Luego no sólo Dios, sino también el ángel o el hombre pueden enseñar.

SOLUCIÓN
[54259] De veritate, q. 11 a. 3 co.

Responsio. Dicendum, quod Angelus circa hominem dupliciter operatur. Uno modo secundum modum nostrum; quando scilicet homini sensibiliter apparet, vel corpus assumendo, vel quocumque alio modo, et eum per locutionem sensibilem instruit. Et sic nunc non quaerimus de Angeli doctrina; hoc enim modo non aliter Angelus quam homo docet. Alio modo circa nos Angelus operatur per modum suum, scilicet invisibiliter; et secundum hunc modum qualiter homo ab Angelo possit doceri huius quaestionis intentio est.

El ángel obra sobre lo humano de un doble modo. En primer lugar, obra se­gún nuestro modo cuando se aparece sensiblemente al hombre –bien asumiendo un cuerpo, o bien de cualquier otra manera– y le instruye mediante una locución sensible. Pero ahora no inquirimos sobre esta modalidad de la enseñanza angéli­ca, pues según esta forma el ángel no difiere del hombre. En segundo lugar, el ángel obra en nosotros según su propio modo, esto es, invisiblemente; y el sen­tido de la cuestión planteada en este artículo se refiere a este segundo modo, propio del ángel.
Sciendum est igitur, quod, cum Angelus medius sit inter hominem et Deum, secundum ordinem naturae medius modus docendi sibi competit, inferior quidem Deo, sed superior homine. Quod qualiter sit verum, percipi non potest, nisi videatur qualiter docet Deus, et qualiter homo. Debe advertirse que como el ángel está en medio de Dios y del hombre en el orden natural le corresponde un modo de enseñar intermedio: inferior a Dios, pero superior al hombre. Cómo sea este modo sólo podrá percibirse si se ve cómo es el modo divino y cómo el modo humano de enseñar.
Ad cuius evidentiam sciendum est, quod inter intellectum et corporalem visum haec est differentia: quod visui corporali omnia sua obiecta aequaliter sunt propinqua ad cognoscendum; sensus enim non est vis collativa, ut ex uno obiectorum suorum necesse habeat pervenire in aliud. Sed intellectui non omnia intelligibilia aequaliter vicina sunt ad cognoscendum; sed quaedam statim conspicere potest, quaedam vero non conspicit nisi ex aliis prius inspectis. Sic igitur homo ignotorum cognitionem per duo accipit; scilicet per lumen intellectuale, et per primas conceptiones per se notas, quae comparantur ad istud lumen, quod est intellectus agentis, sicut instrumenta ad artificem. Para entender esto debe saberse que la diferencia que hay entre el entendi­miento y la visión corporal es que para la visión corporal todos sus objetos están igualmente próximos al conocimiento; pues el sentir no es una acción integradora [vis collativa], de manera que necesite partir de uno de sus objetos para pasar a otro. Sin embargo, para el entendimiento no todas las cosas están igualmente próximas a ser conocidas: pues unas pueden ser consideradas inmediatamente, y otras sólo a través de otras ya previamente conocidas. Así pues, el hombre ad­quiere el conocimiento de lo que ignora por dos vías: por la luz intelectual y por las primeras nociones evidentes de suyo, que se comparan a esta luz –que es el entendimiento agente–como los instrumentos respecto del artífice.
Quantum igitur ad utrumque, Deus hominis scientiae causa est excellentissimo modo; quia et ipsam animam intellectuali lumine insignivit, et notitiam primorum principiorum ei impressit, quae sunt quasi seminaria scientiarum; sicut et aliis rebus naturalibus impressit seminales rationes omnium effectuum producendorum. Tanto respecto a la luz como a las nociones evidentes, Dios es causa de la ciencia en el hombre de modo excelentísimo, ya que no sólo marcó su alma con la luz intelectual, sino que también imprimió en ella el conocimiento de los primeros principios, que son como semillas de las ciencias. Y del mismo modo, en otras cosas naturales infundió las razones germinales de todos los efectos que habían de producir.
Homo autem, quia secundum ordinem naturae alteri homini par est in specie intellectualis luminis, nullo modo potest alteri homini causa scientiae existere, in eo lumen causando vel augendo. Sed ex parte illa qua scientia ignotorum per principia per se nota causatur, alteri homini causa sciendi quodammodo existit, non sicut notitiam principiorum tradens, sed sicut id quod implicite, et quodammodo in potentia, in principiis continebatur educendo in actum per quaedam signa sensibilia exteriori sensui ostensa, sicut supra dictum est. Sin embargo, el hombre que, según el orden natural, es semejante a los de­más hombres en la luz intelectual, es empero incapaz de originar en otro hombre la causa de la ciencia, bien causando o bien aumentando dicha luz. Pero según aquella parte –por la cual la ciencia de lo desconocido es causada por los princi­pios evidentes de suyo–, en un hombre puede estar en cierto modo la causa de la ciencia de otro, aunque no confiriéndole el conocimiento [notitiam] de los prin­cipios, sino como llevando al acto, mediante algunos signos sensibles exteriores –mostrados al sentido–, aquello que de manera implícita y como en potencia estaba contenido en dichos principios; según se dijo antes[42].
Angelus vero, quia naturaliter habet lumen intellectuale perfectius quam homo, ex utraque parte potest homini esse causa sciendi; tamen inferiori modo quam Deus, et superiori quam homo. Pero el ángel, puesto que tiene tiene naturalmente una luz intelectual más perfecta que el hombre, puede ser para el hombre causa de su saber, aunque de un modo inferior al de Dios, y superior al de cualquier hombre.
Ex parte enim luminis, quamvis non possit intellectuale lumen infundere, ut Deus facit, potest tamen lumen infusum confortare ad perfectius inspiciendum. Omne enim quod est in aliquo genere imperfectum, quando continuatur perfectiori in genere illo, magis confortatur virtus eius; sicut etiam videmus in corporibus, quod corpus locatum confortatur per corpus locans, quod comparatur ad ipsum ut actus ad potentiam, ut habetur IV Physic. Pues, por lo que se refiere a la luz: aun cuando no pueda infundir la luz inte­lectual –como hace Dios–, no obstante, sí que puede confortar la luz infundida para que ilumine más plenamente. Pues todo lo que está en algún genero imper­fecto, si persiste perfeccionándose en su género, entonces se fortalece en su poder; tal como lo vemos en las cosas corporales: porque un cuerpo establecido en algún lugar es reforzado por el cuerpo que lo ha establecido, por lo que se les compara entre ellos como la potencia al acto, tal como dice Aristóteles[43] en la Physica.
Ex parte etiam principiorum potest Angelus hominem docere, non quidem ipsorum principiorum notitiam tradendo, ut Deus facit, neque deductionem conclusionum ex principiis sub signis sensibilibus proponendo, ut homo facit; sed in imaginatione aliquas formas formando, quae formari possunt ex commotione organi corporalis; sicut patet in dormientibus et mente captis, qui secundum diversitatem fumositatum ad caput ascendentium diversa phantasmata patiuntur. Et hoc modo, commixtione alterius spiritus fieri potest ut ea quae ipse Angelus scit, per imagines huiusmodi, ei cui immiscetur, ostendat, ut Augustinus dicit XII super Genes. ad litteram. Por lo que se refiere a los principios, también puede el ángel enseñar al hombre, pero no comunicándole el conocimiento de los principios –como hace Dios–, o promoviendo las conclusiones de esos principios mediante signos sen­sibles –como hace el hombre–; sino formando en la imaginación algunas for­mas, lo cual puede hacerse por la conmoción del órgano corporal[44], como se ve en los durmientes y en los enajenados, quienes experimentan distintas imágenes sensibles según la diversidad de humores que les suben a la cabeza. De esta manera, “por la fusión de otros espíritus puede conseguirse que se muestre –a aquél en quien se infunden las imágenes– lo que el mismo ángel sabe”, tal como dice San Agustín[45] en De Genesi ad litteram.
RESPUESTAS
[54260] De veritate, q. 11 a. 3 ad 1

Ad primum igitur dicendum, quod Angelus invisibiliter docens, docet quidem interius per comparationem ad doctrinam hominis, qui sensibus exterioribus doctrinam proponit; sed per comparationem ad doctrinam Dei, qui intra mentem operatur, lumen infundendo, doctrina Angeli exterior reputatur.

 

1. Puede decirse que el ángel que enseña invisiblemente, enseña interiormen­te en comparación con la enseñanza del hombre, que propone la enseñanza a los sentidos externos. Sin embargo, en comparación con la enseñanza de Dios, que obra en la mente internamente, infundiendo la luz, la enseñanza del ángel debe considerarse como exterior.

[54261] De veritate, q. 11 a. 3 ad 2

Ad secundum dicendum, quod quamvis intentio voluntatis cogi non possit, tamen intentio sensitivae partis cogi potest: sicut cum quis pungitur, necesse habet intendere ad laesionem; et ita est etiam de omnibus aliis virtutibus sensitivis, quae utuntur organo corporali; et talis intentio sufficit ad imaginationem.

 

2. Aunque el tender [intentio] de la voluntad no pudiera ser forzado, sí que puede serlo el sensible, tal como, por ejemplo, cuando alguien sufre un pincha­zo, necesariamente se remite a la herida. Esto mismo ocurre con todas las po­tencias sensitivas que se sirven de un órgano corporal; y para tal tender basta la imaginación.

[54262] De veritate, q. 11 a. 3 ad 3

Ad tertium dicendum, quod Angelus nec lumen gratiae infundit, nec lumen naturae; sed lumen naturae divinitus infusum confortat, ut dictum est.

 

3. Es verdad que el ángel ni infunde la luz de la gracia ni la luz natural; pero fortalece la luz natural infundida divinamente, como se ha dicho.

[54263] De veritate, q. 11 a. 3 ad 4

Ad quartum dicendum, quod sicut in naturalibus est agens univocum, quod eodem modo imprimit formam sicut eam habet, et agens aequivocum, quod alio modo habet quam imprimat; ita etiam est et de doctrina, quia homo docet hominem quasi univocum agens: unde per illum modum scientiam alteri tradit quo ipse eam habet, scilicet deducendo causas in causata. Unde oportet quod ipsi conceptus docentis patefiant per aliqua signa discenti. Sed Angelus docet quasi agens aequivocum: ipse enim intellectualiter cognoscit quod homini per viam rationis manifestatur. Unde non hoc modo ab Angelo docetur quod Angeli conceptus homini patefiant; sed quia in homine scientia causatur, secundum suum modum, earum rerum quas Angelus longe alio modo cognoscit.

 

4. Así como en las cosas naturales hay un agente unívoco que imprime la forma del mismo modo a como él la posee, y un agente equívoco que imprime la forma de modo distinto a como él la tiene, así ocurre también en la enseñan­za. Pues el hombre enseña a otro hombre como un agente unívoco; y comunica su ciencia a otro en el modo como él la ha adquirido, a saber: pasando de las causas a lo causado. Por eso es preciso que los mismos conceptos del docente se declaren al discente mediante algunos signos. En cambio, el ángel enseña como un agente equívoco: pues conoce en una mirada intelectual [intellectualiter] lo que al hombre se le manifiesta mediante un discurso racional [per viam ratio­nis]. Por lo tanto, el ángel no enseña al hombre declarandole el ángel sus con­ceptos, porque en el hombre la ciencia de las cosas es causada según su propio modo, muy distinto a como las conoce el ángel.

[54264] De veritate, q. 11 a. 3 ad 5

Ad quintum dicendum, quod dominus loquitur de illo modo doctrinae qui soli Deo competit, ut patet per Glossam, ibidem; et hunc modum docendi Angelo non adscribimus.

 

5. El Señor habla aquí del modo de enseñar que sólo a Él le compete, como se dice en la misma Glossa. Y este modo de enseñar no lo atribuimos al ángel.

[54265] De veritate, q. 11 a. 3 ad 6

Ad sextum dicendum, quod ille qui docet, non causat veritatem, sed causat cognitionem veritatis in discente. Propositiones enim quae docentur, sunt verae etiam antequam sciantur, quia veritas non dependet a scientia nostra, sed ab existentia rerum.

 

6. El que enseña no causa propiamente la verdad en el que aprende, sino sólo el conocimiento de la verdad. Así pues, las proposiciones que se enseñan son también verdaderas antes de que se sepan, porque la verdad no depende de nuestra ciencia, sino de la existencia de las cosas.

[54266] De veritate, q. 11 a. 3 ad 7

Ad septimum dicendum, quod quamvis scientia quae a nobis acquiritur per doctrinam, sit de rebus indeficientibus, tamen ipsa scientia deficere potest: unde non oportet quod illuminatio doctrinae sit a lumine indeficienti; vel si est a lumine indeficienti sicut a primo principio, non tamen excluditur omnino lumen creatum defectibile, quod possit esse sicut principium medium.

 

7. Aunque la ciencia que es adquirida por nosotros mediante enseñanza verse sobre cosas inmutables, sin embargo la ciencia puede ser falible. Por eso no es preciso que la iluminación de la enseñanza provenga de una luz infalible; o incluso, aún cuando proceda de una luz infalible como la de los primeros prin­cipios, no por ello se excluye completamente la intervención de una luz creada falible, que podría ser como un principio intermedio.

[54267] De veritate, q. 11 a. 3 ad 8

Ad octavum dicendum, quod in discipulis Christi notatur quidam fidei profectus, ut primo eum venerarentur quasi hominem sapientem et magistrum, et postea ei intenderent quasi Deo docenti. Unde quaedam Glossa, parum infra, dicit: quia cognovit Nathanael Christum absentem vidisse quae ipse in alio loco gesserat, quod est indicium deitatis, fatetur non solum magistrum, sed et Dei filium.

 

8. En los díscípulos de Cristo se advierte cierto progreso en la fe, porque primero le veneraron como maestro y hombre sabio, y después se dirigían a Él como al Dios que les enseñaba. Por eso, cierta Glossa[46] dice: “Porque conoció Natanael que, estando Cristo ausente, conocía lo que él había hecho en otro lugar, lo que es indicio de su divinidad; por lo cual le reconoció no sólo como maestro, sino también como Hijo de Dios”.

[54268] De veritate, q. 11 a. 3 ad 9

Ad nonum dicendum, quod Angelus non manifestat veritatem ignotam per hoc quod substantiam suam demonstret; sed aliam veritatem magis notam proponendo, vel etiam lumen intellectus confortando. Unde ratio non sequitur.

 

9. El ángel no declara la verdad ignorada manifestando su sustancia, sino proponiendo otra verdad más evidente o también confortando la luz del enten­dimiento. Por eso, no es concluyente la objeción propuesta.

[54269] De veritate, q. 11 a. 3 ad 10

Ad decimum dicendum, quod intentio Augustini non est dicere quin mens angelica sit excellentioris naturae quam mens humana; sed quia non ita cadit Angelus medius inter Deum et mentem humanam, ut mens humana per coniunctionem ad Angelum ultima formatione formetur; ut quidam posuerunt, quod in hoc consistit ultima hominis beatitudo, quod intellectus noster intelligentiae continuetur, cuius beatitudo est in hoc quod continuatur ipsi Deo.

 

10. La intención de San Agustín no es decir que la mente angélica no sea de naturaleza más excelente que la mente humana, sino que el ángel no ocupa un lugar intermedio entre Dios y la mente humana, de manera que ésta se formara definitivamente por su unión con el ángel. Lo cual han sostenido los que afir­man que la última felicidad del hombre consiste en que nuestro entendimiento llegue a una inteligencia, cuando la felicidad consiste en que llegue al mismo Dios.

[54270] De veritate, q. 11 a. 3 ad 11

Ad undecimum dicendum, quod in nobis sunt quaedam vires quae coguntur ex subiecto et obiecto, sicut vires sensitivae, quae excitantur et per commotionem organi, et per fortitudinem obiecti. Intellectus vero non cogitur ex subiecto, cum non utatur organo corporali; sed cogitur ex obiecto, quia ex efficacia demonstrationis cogitur quis conclusioni consentire. Affectus vero neque ex subiecto neque ex obiecto cogitur, sed proprio instinctu movetur in hoc vel illud: unde in affectum non potest imprimere nisi Deus, qui interius operatur. Sed in intellectum potest imprimere, quodammodo, etiam homo vel Angelus, repraesentando obiecta quibus intellectus cogatur.

 

11. Hay en nosotros ciertas potencias que son determinadas en su operación por el sujeto y por el objeto, como las sensitivas, que son excitadas no sólo por el contacto directo del órgano, sino también por el vigor de los objetos. Pero el entendimiento no es coaccionado en su operación por el sujeto, pues no se sirve de órgano corporal, sino que es determinado por el objeto; porque es impelido a convenir en la conclusión por la eficacia de la demostración. En cambio, el afecto no está determinado ni por el sujeto ni por el objeto, sino que se mueve por propia instigación hacia esto o aquello. Por ello, sólo Dios, que obra inte­riormente, puede incidir en el afecto. Sin embargo, en el entendimiento también pueden incidir de cierta manera el hombre, o el ángel, representando objetos por los que el entendimiento pueda ser determinado.

[54271] De veritate, q. 11 a. 3 ad 12

Ad duodecimum dicendum, quod Angelus neque creat species in mente nostra, neque immediate phantasmata illuminat; sed per continuationem luminis eius cum lumine intellectus nostri, noster intellectus potest efficacius phantasmata illustrare. Et tamen si etiam immediate phantasmata illustraret, non propter hoc sequeretur quod positio illorum philosophorum esset vera: quamvis enim intellectus agentis sit illustrare phantasmata, posset tamen dici, quod non eius solius.

 

12. El ángel no crea especies en nuestra mente, ni ilumina inmediatamente las imágenes sensibles; pero uniendo su luz a la luz de nuestro entendimiento, puede iluminar aquellas imágenes sensibles más eficazmente. Con todo, aun cuando iluminara las imágenes sensibles inmediatamente, no por ello se seguiría que la postura de aquellos filósofos fuera verdadera; pues aunque sea propio del entendimiento agente iluminar las imágenes sensibles, puede en cambio decirse que dicho iluminar no sólo es propio de él.

[54272] De veritate, q. 11 a. 3 ad 13

Ad decimumtertium dicendum, quod imaginatio potest accipere ea quae sunt in intellectu humano, sed per alium modum; et similiter intellectus humanus potest capere quae sunt in intellectu angelico, suo modo. Sed tamen, quamvis intellectus hominis magis conveniat cum imaginatione subiecto, inquantum sunt unius animae potentiae; tamen cum intellectu angelico magis convenit genere, quia uterque est immaterialis virtus.

 

13. La imaginación puede recibir lo que está en el entendimiento humano, pero de otro modo. Y de la misma manera el entendimiento humano puede reci­bir lo que está en el entendimiento angélico, pero según su modo. Sin embargo, aunque el entendimiento humano más conviene con la imaginación en el sujeto, en cuanto que son potencias de una misma alma, también puede convenir má­ximamente con el entendimiento angélico respecto de su género pues ambos son facultades inmateriales.

[54273] De veritate, q. 11 a. 3 ad 14

Ad decimumquartum dicendum, quod spirituale nihil prohibet esse proportionatum ad hoc quod in corporale agat, quia nihil prohibet quod inferiora a superioribus patiantur.

 

14. Nada impide que lo espiritual sea adecuado para actuar en lo corporal, porque nada impide que lo inferior reciba la influencia de lo superior.

[54274] De veritate, q. 11 a. 3 ad 15

Ad decimumquintum dicendum, quod Angelus non est causa homini quantum ad illam cognitionem qua cognoscit res per essentiam, sed quantum ad illam qua cognoscit per similitudines; non quod Angelus sit propinquior rebus quam earum similitudines, sed inquantum facit rerum similitudines in mente resultare, vel movendo imaginationem, vel lumen intellectus confortando.

 

15. El ángel no es causa para el hombre respecto de aquel conocimiento que conoce las cosas por su esencia; sino respecto a aquel otro conocimiento que conoce por semejanzas. Esto ocurre, no porque el ángel esté más cercano a las cosas que a sus semejanzas, sino porque hace que aparezcan en la mente las semejanzas de las cosas, bien moviendo la imaginación, bien fortaleciendo el entendimiento.

[54275] De veritate, q. 11 a. 3 ad 16

Ad decimumsextum dicendum, quod creare importat causalitatem primam, quae soli Deo debetur; facere vero importat causalitatem communiter, et similiter docere quantum ad scientiam. Et ideo solus Deus dicitur creator; sed factor et doctor potest dici et Deus et Angelus et homo.

 

16. Crear comporta la causalidad primera que es exclusiva de Dios. Hacer, en cambio, comporta la causalidad en general; y análogamente ocurre con ense­ñar en cuanto a la ciencia. Y si sólo Dios puede llamarse creador, sin embargo puede llamarse hacedor o doctor tanto a Dios, como al ángel o al hombre.

[54276] De veritate, q. 11 a. 3 ad 17

Ad decimumseptimum dicendum, quod etiam de his quae habent causas determinatas in natura, potest plura docere Angelus quam homo, sicut et plura cognoscit; et ea etiam quae docet, nobiliori modo docere: unde ratio non sequitur.

 

17. También respecto a aquellas cosas que tienen causas determinadas en la naturaleza, el ángel puede enseñar muchas más que el hombre, pues conoce más cosas y mejor que el hombre. Y además las cosas que enseña, las enseña de un modo más noble; por eso el argumento no es concluyente.

 

Articulus 4 – Quarto quaeritur utrum docere sit actus vitae activae vel contemplativae.

ARTÍCULO 4 – Si enseñar es una acto de la vida contemplativa o de la vida activa[47].
Et videtur quod sit actus contemplativae. Parece que es un acto de la vida contemplativa.
OBJECIONES
[54279] De veritate, q. 11 a. 4 arg. 1

Vita enim activa cum corpore deficit, ut Gregorius dicit super Ezech. Sed docere non deficit cum corpore, quia etiam Angeli, qui corpore carent, docent ut dictum est. Ergo videtur quod docere ad vitam contemplativam pertineat.

 

1. “La vida activa se extingue con el cuerpo”, como dice San Gregorio[48] en Homiliae in Ezechielem. Pero el enseñar no cesa con el cuerpo, pues los ánge­les, que carecen de cuerpo, enseñan, como se ha dicho[49]. Luego parece que en­señar pertenece a la vida contemplativa.

[54280] De veritate, q. 11 a. 4 arg. 2

Praeterea, sicut dicit Gregorius super Ezech., ante activa vita agitur ut ad contemplativam postea veniatur. Sed doctrina sequitur contemplationem non praecedit. Ergo docere non pertinet ad vitam activam.

 

2. Como también indica San Gregorio[50] en Homiliae in Ezechielem: “se parte de la vida activa para llegar después a la vida contemplativa”. Pero la enseñanza sigue a la contemplación, no la precede. Luego enseñar no es propio de la vida activa.

[54281] De veritate, q. 11 a. 4 arg. 3

Praeterea, ut Gregorius dicit ibidem, activa vita dum occupatur in opere, minus videt. Sed ille qui docet, necesse habet magis videre quam ille qui simpliciter contemplatur. Ergo docere magis est contemplativae quam activae.

 

3. Y en el mismo lugar, San Gregorio[51] añade que “la vida activa, en tanto más está ocupada en las obras, ve menos”. Pero quien enseña, necesariamente tiene que ver más que quien simplemente contempla. Luego enseñar es más propio de la vida contemplativa que de la activa.

[54282] De veritate, q. 11 a. 4 arg. 4

Praeterea, unumquodque per idem est in se perfectum et aliis similem perfectionem tradens, sicut per eumdem calorem ignis est calidus et calefaciens. Sed aliquem esse perfectum in consideratione divinorum in seipso, pertinet ad vitam contemplativam. Ergo et doctrina, quae est eiusdem perfectionis transfusio in alium, ad vitam contemplativam pertinet.

 

4. Por lo mismo que algo es perfecto en sí mismo, puede comunicar una per­fección semejante a otros; tal como el fuego, por el mismo calor, es cálido en sí y calienta a otros. Pero ser perfecto en sí por la consideración de lo divino per­tenece a la vida contemplativa. Luego la enseñanza, en cuanto que es una trans­fusión de la propia perfección a otro, pertenece a la vida contemplativa.

[54283] De veritate, q. 11 a. 4 arg. 5

Praeterea, vita activa circa temporalia versatur. Sed doctrina praecipue versatur circa aeterna illorum enim excellentior est doctrina et perfectior. Ergo doctrina non pertinet ad vitam activam, sed contemplativam.

 

5. La vida activa versa sobre las cosas temporales. Pero la enseñanza versa principalmente sobre las cosas eternas, cuya enseñanza, además, puede decirse que es la más excelsa y perfecta. Luego enseñar no corresponde a la vida activa, sino a la contemplativa.

EN CONTRA
[54284] De veritate, q. 11 a. 4 s. c. 1

Sed contra. Est quod Gregorius, in eadem homilia, dicit: activa est vita panem esurienti tribuere, verbum sapientiae nescientem docere.

 

1. Según dice San Gregorio[52], también en la misma homilia: “es propio de la vida activa dar pan al hambriento y enseñar la palabra de la sabiduría al igno­rante”.

[54285] De veritate, q. 11 a. 4 s. c. 2

Praeterea, opera misericordiae ad vitam activam pertinent. Sed docere inter eleemosynas spirituales computatur. Ergo docere est vitae activae.

 

2. Las obras de misericordia pertenecen a la vida activa, y enseñar se consi­dera una de las lismosnas espirituales; luego enseñar es propio de la vida activa.

SOLUCIÓN
[54286] De veritate, q. 11 a. 4 co.

Responsio. Dicendum, quod contemplativa et activa vita ad invicem fine et materia distinguuntur. Materia namque activae vitae sunt temporalia, circa quae humanus actus versatur; materia autem contemplativae sunt rerum scibiles rationes, quibus contemplator insistit.

La vida contemplativa y la vida activa se distinguen entre sí por la materia y por el fin. La materia de la vida activa son las cosas temporales, acerca de las cuales versa la acción humana; mientras que la materia de la vida contemplativa son las razones cognoscibles de las cosas, en las cuales persiste el contemplativo.
Et haec materiae diversitas provenit ex diversitate finis: sicut et in omnibus aliis materia secundum finis exigentiam determinatur. Finis enim contemplativae vitae est inspectio veritatis, prout nunc de vita contemplativa agimus; veritatis, dico, increatae secundum modum possibilem contemplanti: quae quidem in hac vita imperfecte inspicitur, in futura autem videbitur perfecte. Unde et Gregorius dicit, quod contemplativa vita hic incipitur, ut in caelesti patria perficiatur. Sed activae finis est operatio, qua proximorum utilitati intenditur. Y la diversidad de la materia proviene de la diversidad de fines, tal como su­cede en todas las demás cosas, pues la materia se determina según la exigencia del fin. Pues el fin de la vida contemplativa es la consideración de la verdad; y –dado que nos ocupamos ahora de la vida contemplativa– es además la consi­deración de la verdad increada de acuerdo con el modo posible para el contem­plativo: pues en esta vida sólo se contempla imperfectamente, mientras que en la vida futura se contemplará perfectamente. Por eso también dice San Gregorio[53] “que la vida contemplativa se inicia aquí para ser perfecta en la vida futu­ra”. Pero lo propio de la vida activa es el fin de la acción, el cual se orienta al provecho de los prójimos.
In actu autem docendi invenimus duplicem materiam, in cuius signum etiam actus docendi duplici accusativo coniungitur. Est, siquidem, una eius materia res ipsa quae docetur, alia vero cui scientia traditur. Ratione igitur primae materiae, actus doctrinae ad vitam contemplativam pertinet, sed ratione secundae pertinet ad vitam activam. No obstante, en el acto de enseñar encontramos una doble materia, lo que in­dica que también puede ser entendido de dos maneras. Una materia es la misma cosa que se enseña; mientras que otra es aquél a quien se comunica la ciencia. Por razón de su primera materia, el acto de enseñar corresponde a la vida con­templativa; pero en razón de la segunda, corresponde a la vida activa.
Sed ex parte finis doctrina solummodo ad vitam activam pertinere invenitur, quia ultima materia eius, in qua finem intentum consequitur, est activae vitae materia. Unde magis ad activam vitam pertinet quam ad contemplativam, quamvis etiam aliquo modo ad contemplativam pertineat, ut ex dictis patet. Sin embargo, respecto del fin, la enseñanza parece pertenecer solamente a la vida activa, ya que su última materia, en la que alcanza el fin buscado, es mate­ria de la vida activa. Por eso la enseñanza pertenece más a la vida activa que a la contemplativa, aunque se corresponda con la contemplativa en cierta manera, como se ha dicho.
RESPUESTAS
[54287] De veritate, q. 11 a. 4 ad 1

Ad primum ergo dicendum, quod vita activa secundum hoc cum corpore deficit, quod cum labore exercetur, et subvenit infirmitatibus proximorum; secundum quod Gregorius ibidem dicit, quod activa vita laboriosa est, quia desudat in opere; quae duo in futura vita non erunt. Nihilominus tamen actio hierarchica est in caelestibus spiritibus, ut Dionysius dicit, et illa actio est alterius modi ab activa vita quam nunc agimus in hac vita. Unde et illa doctrina quae ibi erit, longe est alia ab ista doctrina.

 

1. La vida activa se extingue con el cuerpo, se ejerce trabajosamente y sub­viene a las necesidades [infirmitatibus] del prójimo, según lo que dice San Gregorio[54] en el mismo lugar: “la vida activa es trabajosa y conlleva sudor”; dos cosas que no se darán en la vida futura. Pero no por ello deja de haber una ac­ción jerárquica en los espíritus celestes, como dice Dionisio[55]; y esa acción es un modo distinto de vida activa al que realizamos aquí, en esta vida. Por lo tanto la enseñanza que habrá allí dista mucho de la enseñanza que tenemos aquí.

[54288] De veritate, q. 11 a. 4 ad 2

Ad secundum dicendum, quod Gregorius, ibidem, dicit, sicut bonus ordo vivendi est ut ab activa vita in contemplativam tendatur; ita plerumque utiliter a contemplativa animus ad activam reflectitur, ut per hoc quod contemplativa mentem accenderit, perfectius activa teneatur. Sciendum tamen, quod activa contemplativam praecedit quantum ad illos actus qui in materia nullo modo cum contemplativa conveniunt; sed quantum ad illos actus qui materiam a contemplativa suscipiunt, necesse est ut activa contemplativam sequatur.

 

2. San Gregorio[56], en el mismo lugar, dice que “es propio del buen orden del viviente que tienda a la vida contemplativa desde la activa, como también que vuelva provechosamente desde la vida contemplativa a la vida activa, pues en cuanto más se ilumine la mente en la vida contemplativa, más perfecta será la vida activa”. No obstante, debe advertirse que la vida activa precede a la vida contemplativa respecto de aquellos actos que no se corresponden de ninguna manera con la vida contemplativa; si bien respecto a aquellos actos que reciben su materia de la vida contemplativa, la vida activa se sigue de la contemplativa.

[54289] De veritate, q. 11 a. 4 ad 3

Ad tertium dicendum, quod visio docentis est principium doctrinae; sed ipsa doctrina magis consistit in transfusione scientiae rerum visarum quam in earum visione: unde visio docentis magis pertinet ad contemplationem quam ad actionem.

 

3. La visión del docente es el principio de la enseñanza; pero esta enseñanza consiste más en la comunicación de la ciencia de las cosas vistas que en la vi­sión de las mismas. Por tanto, la visión del docente pertenece más a la contem­plación que a la acción.

[54290] De veritate, q. 11 a. 4 ad 4

Ad quartum dicendum, quod ratio illa probat quod vita contemplativa sit principium doctrinae; sicut calor non est ipsa calefactio, sed calefactionis principium, invenitur autem contemplativa vita esse activae principium in quantum eam dirigit; sicut e converso activa vita ad contemplativam disponit.

 

4. Precisamente la razón aducida prueba que la vida contemplativa es princi­pio de la enseñanza, como el calor no es el mismo calentar, sino sólo el princi­pio de la calefacción. Así se ve que la vida contemplativa es principio de la acti­va en cuanto la dirige, como por el contrario, la vida activa dispone para la con­templativa.

[54291] De veritate, q. 11 a. 4 ad 5

Ad quintum patet solutio ex dictis, quia respectu materiae primae doctrina cum contemplativa convenit, ut dictum est.

La solución a la objeción es evidente por lo dicho; la enseñanza corres­ponde a la vida contemplativa, pero sólo respecto de su materia primera, como se ha dicho.

[1] Summa Theologiae, I, q. 117, a. 1; In II Sententiarum, d. 9, a. 2, ad4; d. 28, a. 5, ad3.

[2] Glossa interlinearis, Pseudo-Crisóstomo, Opus imperfectum in Matthaeum, hom. 43 (PG 56, 880).

[3] San Agustín, De magistro, X, 29 (PL 32, 1212).

[4]    San Agustín, De Genesi ad litteram, VI, c. 10 y c. 14; IX, c. 17 (PL 34, 346 y 349; 406).

[5] Glossa de Pedro Lombardo (PL 191, 1479B).

[6]    San Agustín, De magistro, c. 14 (PL 32, 1220).

[7] San Agustín, Liber de diversis quaestionibus LXXXIII, q. 73 (PL 40, 84).

[8] Boecio, De philosophiae consolatione, V, prosa 5 (PL 63, 854).

[9]    San Agustín, De magistro, c. 12 (PL 32, 1217).

[10] San Agustín, De Genesi ad litteram, III, c. 20 (PL 34, 292).

[11] Glossa de Pedro Lombardo (PL 192, 378A).

[12] Glossa interlinearis, y Glossa, Pedro Lombardo (PL 191, 1477D).

[13] Aristóteles, Meteorum, IV, 3, 380 a 12.

[14] San Agustín, Contra Manichaeos, II, c. 3-5 (PL 34, 198ss).

[15] Avicena, Metaphysica, IX, c. 2 (fol. 103raD).

[16] Avicena, De naturalibus rebus o De anima, V, c. 5 (fol. 25rb).

[17] Aristóteles, Physica, VIII, 4, 255 b 24.

[18] Aristóteles, Ethica Nicomachea, VI, 13, 1144 b 4.

[19] Aristóteles, Analytica Posteriora, I, 2, 71 b 17.

[20] Aristóteles, Analytica Posteriora, I, 1, 71 a 1.

[21] Aristóteles, Physica, VIII, 4, 255 a 33 ss.

[22] San Agustín, De Genesi ad litteram, III, c. 20 (PL 34, 292).

[23] Cfr. infra, a. 3.

[24] Aristóteles, Ethica Nicomachea, I, 1, 1095 b 10.

[25] Cfr. supra, a. 1.

[26] Aristóteles, Physica, VIII, 5, 257 a 12.

[27] Aristóteles, Metaphysica, VII, 9, 1034 a 21.

[28] Summa Theologiae, I, q. 111, a. 1; De malo, q. 16, a. 12; Quodlibeto, IX, q. 4, a. 5.

[29] San Agustín, De magistro, c. 14 (PL 32, 1220).

[30] San Agustín, De magistro, c. 10 (PL 32, 1212).

[31] San Agustín, De Trinitate, XI, c. 3 y c. 4 (PL 42, 988-990).

[32] Glossa ordinaria in Mateo, 23, 8.

[33] San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, II, c. 3 (PG 94, 873B; Bt 74).

[34] Glossa interlinearis a Juan, 1, 38.

[35] Glossa ordinaria a Juan, 1, 38.

[36] San Agustín, De Trinitate, III, c. 8 (PL 42, 876).

[37] San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, II, c. 3 (PG 94, 873B; Bt 74).

[38] San Agustín, De Genesi ad litteram, IX, c. 15 (PL 34, 403).

[39] Pseudo-Dionisio Areopagita, De caelesti hierarchia, c. 4, §4 (PG 3, 181B; Dion. 814).

[40] Pseudo-Dionisio Areopagita, De caelesti hierarchia, c. 12, §2 (PG 3, 292; Dion. 935).

[41] San Agustín, De dono perseverantiæ, c. 19, 48 (PL 45, 1023).

[42] Supra, a. 2.

[43] Aristóteles, Physica, IV, 5, 213 a 1 y ss.

[44] Cfr. Aristóteles, De insomnis, 3, 461 a 15; citado por Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 84, a. 8, ad2.

[45] San Agustín, De Genesi ad litteram, XII, c. 12 (PL 34, 464).

[46] Glossa ordinaria a Juan, 1, 49.

[47] Summa Theologiae, II-II, q. 181, a. 3; In III Sententiarum, d. 35, q. 1, a. 3, qla. 1, ad3.

[48] San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, II, hom. 2 (PL 76, 954A).

[49] Supra, a. 3.

[50] San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, II, hom. 2 (PL 76, 954D).

[51] San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, II, hom. 2 (PL 76, 954C)

[52] San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, II, hom. 2 (PL 76, 953A).

[53] San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, II, hom. 2 (PL 76, 954A).

[54] San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, II, hom. 2 (PL 76, 954B).

[55] Pseudo-Dionisio Areopagita, De caelesti hierarchia, c. 3, §1 (PG 3, 164; Dion. 785).

[56] San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem, II, hom. 2 (PL 76, 954D).

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